Mediterráneo: Los tiempos del agotamiento
Este texto forma parte del boletín Mediterréno que cada viernes distribuye el director Jesús Cantín. Si quieres recibirlo directamente en tu correo, suscríbete al pie de esta página
Todos tenemos más o menos claro cómo se empieza una guerra, pero no es tan fácil identificar como se acaba. Al menos en estos tiempos modernos post – bomba nuclear. De Afganistán los aliados salieron corriendo y los talibanes volvieron al poder en tres días después de 20 años de ocupación, que se dice pronto. En Libia se destruyó un país ordenado que ahora ni gobierno tiene. En Siria nada cambió. Es el turno de Ucrania.
Técnicamente la guerra la empezó Rusia porque Putin mandó bombardear. Los medios occidentales inflaron la operación y aseguraron que Putin pretendía una rendición incondicional inmediata de Ucrania y que al no conseguirla, supuso una derrota.
Lo cierto es que Putin no es ningún iluso para creer que se puede derrotar a un país de 40 millones de habitantes en una semana, más con el apoyo estratégico de la OTAN, que viene a ser la causa formal de la guerra: Rusia se cansó del avance de los aliados atlánticos hacia su frontera, algo que violaba los acuerdos de los 90, y la posibilidad de que Ucrania se sumara al escudo antimisiles de EEUU fue considerada directamente una agresión.
Dos años de guerra después, los propios conceptos han cambiado. Rusia seguramente no ha ganado porque sus objetivos más o menos declarados han ido cambiando y apenas se ha anexionado Donestk y Lugansk, que ya eran pro rusos a todos los efectos. Sin embargo, ha avanzado significativamente en los objetivos no declarados: las sanciones impuestas por occidente han afectado más a los sancionadores que a la propia Rusia, que además ha abierto nuevas vías comerciales, ha fortalecido a los BRICS como alternativa geopolítica y ha congelado los planes verdes de la ONU y la comunidad internacional en general: las buenas intenciones han topado con la cruda realidad de los precios en tiempos de escasez.
Además la que no ha ganado es Ucrania, que sigue rechazada de la OTAN y con las puertas de Europa cerradas y en pie de rebelión por los dispares precios del grano que le hacen competencia. La última ofensiva a la desesperada de Zelenski incursionó en territorio ruso, en la simbólica Kursk, para llegar fortalecido a una Conferencia de Paz que avanzara en sus objetivos geopolíticos… pero la negociación no va bien y de hecho, Zelenski se acaba de cargar al Ministro de Exteriores en lo que más parece un acto guiado por la frustración que por la sopesada meditación.
Hay una fecha marcada en el calendario: las elecciones de Estados Unidos. Si gana Trump, hay hemeroteca suficiente como para afirmar que no intervendrá en el conflicto, pero los Demócratas de Biden hace meses que presionan por aceptar una negociación y acabar con ese conflicto. Y Europa no está mejor: Meloni, la única atlantista de la pléyade ultraderechista se ha quedado sola frente a la coalición de Orban, VOX, Le Pen y compañía, que protegen también a Rusia.
¿Qué tiene que ver esto con Venezuela? Más de lo que parece, pero no tanto. De entrada es también un país de más o menos 40 millones de habitantes bajo un régimen de larga duración que llegó con un aura nacionalista y se convirtió en autocracia y no, no estoy comparando a Maduro con Putin. Es verdad que en Venezuela hay muchos intereses extranjeros, pero son de índole económico y no geopolítico, que por lo general causan más muertos. No hay una potencia dispuesta a intervenir militarmente, ni ahora cuando el madurismo ha anunciado que empieza el último combate citando a declarar al candidato opositor que reclama la victoria en base a unas actas que el régimen niega que existan, aunque le han servido para proclamarse ganador.
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El nivel de ruido mediático es mayor en el caso Venezuela, y el factor clave es el cansancio. Resistir no parece bastarle a Zelenski, pero sí a Maduro, y no es que nadie quiera guerras, sino que nadie quiere heredar las que no son suyas.
Democracias y otros golpes
Disputa diplomática México-EU. Hace unos días hablábamos de la presión que ejercían ciertos lobbys sobre la futura presidenta, Claudia Sheinbaum, para que se alejara de López Obrador y en particular, enmendara su política exterior. Aquí lo explica La Jornada con meridiana claridad: La embajada estadunidense presionó a México a frenar la reforma judicial por posibles consecuencias adversas para los empresarios y el TMEC. AMLO condenó la intromisión en un asunto interno de México.
Los millonarios: La campaña de Estados Unidos no está siendo muy ortodoxa entre atentados y cambios “precipitados” de candidatos y lo cierto es que hemos entrado en la fase de no equivocarse: los sondeos aún dan empates. Estos días sin embargo Trump podría haber cometido uno de esos errores que se pagan caro al exhibir su amistad con el multimillonario dueño de twitter Elon Musk. Una cosa es votar a un millonario porque crees que puede cambiar las cosas, porque él lo ha hecho. Pasa en muchos países. Otra cosa es verlos empanadear dedicándose halagos y encargándole cosas de Estado para que “todo vaya bien”. Mi apuesta: le pasará factura.
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Guerras y otras catástrofes
El inevitable Netanyahu: Hace unas semanas hablamos precisamente del papel clave que lleva jugando el primer ministro Benjamin Netanyahu en la política israelí desde hace casi medio siglo. Estas semanas se ha vuelto a poner en evidencia. La aparición de seis rehenes muertos volcó de nuevo las iras contra Bibi, porque hay un consenso mayoritario de que hay que acabar con la guerra en Gaza de una vez, aunque eso sí, unos piden el exterminio total (la mayoría) y otros la negociación. Los interlocutores árabes aseguran también que es el primer ministro el que no quiere poner fin a la guerra (aquí lo dice Friedman) y hace ya bastantes días que se advierte que sin guerra, el gobierno habría caído. La información baila por todo lado, por eso recomiendo leer el diario israelí Haaretz, progresista y consciente de que la izquierda no volverá a gobernar en esos lares, así que muy dispuesto a morir haciendo periodismo.
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Sudán, la olvidada: Los periodistas lo decimos cuando nos preguntan, pero por lo general, la ausencia de prensa no se percibe como un problema para la opinión pública. Al contrario, pero la consecuencia inmediata es el olvido. Sudán era un país que nunca le importó un comino a nadie y por eso hace cincuenta años que vive guerras atroces entre ejércitos regulares e irregulares que se preocupan, básicamente, por sus riquezas. El país ya se partió y ahora le toca a Sudán del Sur. El genocidio es terrible pero a nadie le importa porque además, nadie lo cuenta más allá de algún resumen por muy extenso que sea y por muchos pelos de punta que ponga. Aquí te dejo uno de los mejores de estos días que da una idea de lo que sucede.
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Las recomendadas
De las recomendadas para este finde…
- Este ensayo de Nueva Sociedad que viene muy bien ahora que la oposición ha decidido volver a definirse ideológicamente: Las declinaciones del «emprendedorismo» y las nuevas derechas
- De El Salto este enfoque sobre Migración, que ya es uno de los temas estrella de estos años: ¿Quién teme a la migración? El curso político comienza con la mirada en las fronteras
- Más allá del título, les dejo esta nota larga de El Faro sobre los problemas que enfrenta Xiomara Castro con el narco.. Xiomara Castro dice que video es un complot golpista
- De Anfibia, la clásica sobre el gobierno de Milei: Desmantelamiento en cuotas
- Y de OjoPúblico este reportaje sobre la podredumbre de la Justicia en Perú que tanto nos suena en Bolivia: Los antecedentes de los candidatos a la JNJ y sus nexos con investigados por organización criminal
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