Telegram, ¿libertad de expresión o un refugio para delitos y propaganda?
El fundador de la red social, Pável Dúrov, ha sido detenido en Francia como parte de una investigación policial sobre la falta de moderación en la plataforma. Su arresto ha puesto sobre la mesa el papel de las redes sociales en el debate público y en la colaboración con las autoridades
Telegram es una plataforma de mensajería y voz que se enfoca en la mensajería instantánea y la comunicación masiva. Fue creada en 2013 por los hermanos rusos Pável y Nikolái Dúrov, empresario y programador, respectivamente. Años antes habían lanzado la red social VKontakte, similar a Facebook y muy popular en Rusia. Sin embargo, frente a la presión del Gobierno por cerrar las comunidades opositoras, Pável vendió su parte de VKontakte y se exilió en 2014. Ya centrado en Telegram, consiguió inversores y mudó la compañía a Estados Unidos, Alemania, Belice o el Reino Unido. Hoy Telegram tiene su sede legal en las Islas Vírgenes Británicas y su centro de operaciones en Emiratos Árabes Unidos.
Varias características han permitido el éxito de Telegram, que cuenta con cerca de mil millones de usuarios en el mundo. Además de conversaciones y llamadas directas, la plataforma cuenta con grupos de hasta 200.000 usuarios, frente a los 1024 de WhatsApp, y fue la primera aplicación de mensajería instantánea que incorporó canales de comunicación unidireccional sin límite de destinatarios apuntados. También permite enviar y recibir archivos de hasta dos gigas de peso, más que otras redes sociales.
No obstante, la principal distinción de Telegram ha sido su enfoque en la privacidad y en la seguridad gracias al protocolo MTProto, desarrollado por Nikolái Dúrov. La aplicación cuenta con chats secretos, donde los mensajes están cifrados de extremo a extremo y pueden autodestruirse, y sostiene que las comunicaciones entre usuarios son privadas y por tanto no procesa solicitudes relacionadas con ellas. Tanto esa función como esa postura han facilitado la labor de activistas en regímenes autoritarios, pero también de los propios regímenes, así como la comisión de delitos y la difusión de propaganda extremista.
Por tanto, Telegram no se trata necesariamente de una aplicación segura. Al no colaborar con las autoridades, facilita que criminales que van desde pedófilos hasta yihadistas actúen a través de la red social, y permite la difusión de contenido pirata en sus chats y de desinformación en sus canales. Además, la compañía no hace público su código y el cifrado de extremo a extremo no está seleccionado por defecto, como ocurre en WhatsApp, por lo que guarda datos y conversaciones de sus usuarios.
Libertad de expresión, delitos y propaganda
Telegram ha facilitado la comunicación de activistas, opositores y medios de comunicación frente a regímenes autoritarios. En Rusia, la red social ha enfrentado bloqueos desde 2018 por no dar información al Servicio Federal de Seguridad, pero también la usan el Gobierno para emitir comunicados y el Ejército ruso para comunicarse en el frente. Por su parte, el régimen de Irán bloqueó la red durante las protestas de 2017 y 2018. Telegram también sirvió para coordinar las manifestaciones en Hong Kong en 2019 frente al creciente control de China, así como las de Bielorrusia en 2021. Más recientemente también ha servido a medios en Venezuela para sortear el bloqueo oficial, pero también al propio presidente Nicolás Maduro.
Sin embargo, la privacidad y el secretismo de Telegram también han favorecido la comisión de delitos. De hecho, tras su captura el pasado sábado 24 de agosto, a Pável Dúrov se le acusa de ser cómplice en delitos como el fraude, la pedofilia o el tráfico de drogas. Frente a ello, la red social se limitó a comunicar que ni la propia plataforma ni su fundador son responsables de los abusos que se puedan cometer en la misma. Pero la investigación se centra en la falta de moderación de contenidos y su falta de colaboración con las autoridades, lo cual iría en contra de la Ley de Servicios Digitales de la Unión Europea.
Al mismo tiempo, Telegram se ha vuelto un canal para la difusión de propaganda extremista y la incitación de la violencia. A partir de 2015, la organización yihadista Dáesh se mudó a la plataforma para difundir noticias y atribuirse atentados terroristas. En los últimos años la red social también ha servido a grupos de ultraderecha en Estados Unidos, países europeos o Brasil, incluidos neonazis y supremacistas blancos, para difundir desinformación, conspiraciones y propaganda antifeminista, racista y xenófoba. En el caso estadounidense, sobre todo a raíz de los bloqueos en otras redes tras el asalto al Capitolio en 2021.
Telegram: contradicciones y el debate de fondo
La detención de Pável Dúrov ha provocado distintas protestas. Por un lado, se han manifestado activistas por la libertad de expresión en Rusia o el excontratista de inteligencia estadounidense Edward Snowden, defensor de la libertad en internet. Por otro lado, la han criticado el propio Gobierno ruso y figuras de derechas como el populista británico Niger Farage o el comentarista conservador estadounidense Tucker Carlson, apelando a la libertad de expresión. También el magnate y propietario de X (antes Twitter), Elon Musk, cuya red social se ha vuelto un foco de bulos y agitación ultraderechista. En esa línea, el eurodiputado español Alvise Pérez, que ascendió como agitador en Telegram, salió en defensa de Dúrov.
Tanto la captura del CEO de Telegram como las críticas han vuelto a poner sobre la mesa el debate sobre el papel de las redes en el debate público y la colaboración con las autoridades frente a los delitos que puedan cometerse en las plataformas. En concreto, el de si deben facilitar la libertad de expresión sin límites, con matices entre la desinformación, los discursos de odio y el fomento de la violencia, o si debe haber algún tipo de moderación de contenido, para sus contradictores considerada como censura.