El conflicto de Oriente Medio
Análisis: Por qué una tregua en Gaza es casi imposible
Israel asesinó a Haniyeh después de que aceptara negociar sin el compromiso previo de Israel a un alto el fuego permanente; mientras, Netanyahu gana tiempo para “esperar” a una presidencia de Trump
Joe Biden afirmó el viernes que “estamos más cerca que nunca” de una tregua en Gaza. Los negociadores se habían levantado de la mesa en Doha después de dos días de trabajo y ponían buena cara. Volverán a verse la próxima semana en El Cairo.
Hamas no es tan optimista. Uno de sus líderes declaró a una televisión libanesa que no se ha avanzado nada. Culpó a Israel de incluir nuevas exigencias y retorcer el lenguaje de lo ya acordado para dificultar un acuerdo.
Que Beniamin Netanyahu no negocia de buena fe es algo que también sostiene Estados Unidos.
El asesinato de Ismail Haniyeh en Teherán no solo buscaba dejar a Hamas sin su líder político, sino descarrilar la propuesta que Biden lanzó en mayo para un alto el fuego.
“¿Cómo puede tener éxito una mediación cuando una de las partes asesina al negociador de la otra parte?”, se ha preguntado el ministro qatarí de Asuntos Exteriores, Mohamed Bin Abdelramán al Thani en la red X.
Hamas tiene ahora un solo líder, Yahya Sinuar, el jefe del brazo militar, oculto en Gaza. Hacia veinte años que la organización no tenía una jefatura única. El politburó refuerza, por tanto, el compromiso con la resistencia armada. El pragmatismo diplomático de Haniyeh no lo tiene Sinuar, cerebro de la masacre del 7 de octubre.
Israel asesinó a Haniyeh después de que aceptara negociar sin el compromiso previo de Israel a un alto el fuego permanente. Esta fue una concesión importante. Hamas se sentaba en la mesa reconociendo que la tregua sería el fruto de la negociación, no una condición previa.
Este cambio dio alas al plan de Biden, que cuenta con el respaldo de la ONU y consta de tres fases. La primera plantea una tregua de seis semanas, la retirada israelí de las zonas urbanas de Gaza y un intercambio parcial de rehenes israelíes y presos palestinos. La segunda es una tregua permanente a cambio de la liberación de todos los rehenes y más presos. La tercera es la reconstrucción de la franja.
Netanyahu plantea varias condiciones que no son negociables. La más importante es que Israel se reserva el derecho a retomar las armas en cualquier momento. Ningún acuerdo puede privarle de llevar la iniciativa militar. Tampoco piensa retirarse de Rafah la frontera sur con Egipto porque hacerlo facilitaría el rearme de Hamas a través de la red de túneles. Asimismo, no piensa liberar a ninguno de los casi 10.000 presos palestinos para que después se instalen en Gaza.
El ministro de Defensa, el Estado Mayor, el Mosad y el Shin Bet le han dicho a Netanyahu que la única manera de conseguir la liberación de los 115 rehenes -aunque solo 75 con vida- es pactando con Hamas. El ala dura del Gobierno, sin embargo, cree que ésta solo se conseguirá con la destrucción total de Hamas.
Estados Unidos intenta convencer a Israel de que sólo una tregua puede revertir el desastre estratégico que ha sido la guerra en Gaza. Hamas tiene hoy más apoyo popular en Palestina y en el mundo que antes del 7 de octubre, mientras que Israel está acusado de genocidio ante la Corte Internacional de Justicia.
Netanyahu, sin embargo, cree que aún hay margen para la guerra, es decir, para apretar a Hamas, a Irán y Hizbulah. Asesinar a Haniyeh en Teherán y al líder militar de Hizbulah, Fuad Shukr, en Beirut, demuestra que no le importa provocar una guerra regional. Sabe que Estados Unidos estará siempre a su lado.
Desde el inicio del conflicto hace diez meses, la Casa Blanca ha ido a remolque de Israel. Las presiones de Biden y de su secretario de Estado, Antony Blinken, para que abra los canales diplomáticos han servido de muy poco.
En mayo, por ejemplo, EE.UU. detuvo el envío de armas para impedir que Israel ocupara Rafah, donde se habían refugiado un millón de personas. Aún así, atacó los suburbios de la ciudad y ocupó la frontera con Egipto, de donde no piensa retirarse.
Esta misma semana, Washington ha dado luz verde a la venta de armamento a Israel por valor de 20.000 millones de dólares, mientras el Pentágono ha enviado más aviones de combate, otro portaaviones y un submarino lanzamisiles a la zona.
Bien protegido por su gran aliado, Netanyahu gana tiempo. Este es su gran objetivo: alargar la guerra para aferrarse al poder y esperar a que su amigo Donald Trump recupere la presidencia.
Biden está en una trampa y lo sabe. Una tregua sería un éxito que beneficiaría la candidatura de Kamala Harris. Sin embargo, si Biden no apoya a Israel, Trump tendrá por donde atacarla. La acusará de ser cómplice del terrorismo de Hamas.
La guerra beneficia a Trump y la tregua a Kamala
La candidata demócrata estará entonces en una posición delicada, porque necesita mucho más que Trump el voto de las comunidades musulmanas en Michigan y Wisconsin, dos estados clave para ganar las elecciones de noviembre. Su camino a la victoria pasa por Pensilvania y estos dos estados del norte, mientras que Trump puede ganar con victorias en otros estados bisagra de sur, como Arizona, Georgia y Carolina del Norte, donde los musulmanes no tienen peso electoral.
Irán hace los mismos cálculos mientras prepara la respuesta militar a los asesinatos de Haniyeh y Shukr. Qatar, con quien tiene una buena relación, le ha pedido calma. Si ayuda a conseguir la tregua en Gaza, Estados Unidos podría levantar parte de las sanciones económicas.
Irán da margen para negociar
Aliviar la crisis que azota a la sociedad iraní es una prioridad del presidente Masud Pezeshkian. Él, sin embargo, como todos sus predecesores, no tiene mucho poder. El verdadero poder político, económico y militar lo ostenta la cúpula clerical y la Guardia Revolucionaria. Este cuerpo de elite controla las redes de contrabando que burlan el bloqueo internacional. Se enriquece y, a su vez, sostiene al Eje de la Resistencia, la red de milicias afines a Irán en Yemen, Irak, Siria y Líbano.
Cuanto más aislado y sancionado esté Irán, más poder tiene la Guardia Revolucionaria. Atacar a Israel le beneficia. Pero, al mismo, tiempo, este ataque también beneficiaría a Netanyahu, a los ultra nacionalistas y ulraortodoxos que le apoyan.
Este dilema brinda una oportunidad a la diplomacia y, de momento, Irán da margen a Qatar y Egipto para que sigan intentado una tregua. Blinken se verá el lunes con Netanyahu en Israel y las negociaciones se reanudarán poco después en El Cairo.
La gran dificultad no estará, sin embargo, en los detalles técnicos sino en las posiciones maximalistas de Sinuar y Netanyahu, dos enemigos que se necesitan para justificar el horror que mana de sus errores y ambiciones.
Sólo Irán puede convencer a Sinuar de que un mal acuerdo es mejor que seguir luchando y solo Estados Unidos puede convencer a Netanyahu de lo mismo. Pero esta pinza exigiría una coordinación muy difícil entre Washington y Teherán. Sería necesario implicar a China, además de a Rusia y Arabia Saudí. Ya no hablaríamos entonces solo de una tregua en Gaza, sino de un acuerdo regional que implicara la paz de los países árabes con Israel a cambio de la autodeterminación de Palestina.
Los grandes desafíos brindan grandes oportunidades, aunque lo más habitual es que no se aprovechen, como muy bien saben los pueblos de Oriente Medio.