Treinta años del fin del odio legal
Sudáfrica celebra tres décadas de sus primeras elecciones libres, que ganó Nelson Mandela y certificaron el adiós al apartheid
Cuando era un niño, para Tsepo Thebe el apartheid era cruzar la calle, un cambio de nombre y un yogur. A sus 39 años, Thebe tiene un recuerdo difuso de los últimos estertores del apartheid, el régimen racista blanco que se instaló en Sudáfrica en 1948 y legalizó la pérdida de derechos básicos para la población negra o mestiza practicada desde siglos antes. Pero para él, aquella estructura supremacista permanecía en los detalles.
“Recuerdo que en la escuela te decían que, si te encontrabas de cara con un blanco, debías cruzar la calle para dejarle pasar y no asustarlo o que, a quien tenía un nombre africano largo, se lo cambiaban por uno inglés fácil, como James, David o Nelson. También recuerdo la primera vez que vi yogures en el supermercado, jamás había probado un lujo así, eso era algo de blancos, que tenían nevera en casa”.
En el apartheid había playas y bancos en los parques solo para blancos, barrios segregados por raza, escuelas separadas por el color de la piel y estaban prohibidas las relaciones interraciales
Esta semana Sudáfrica celebra 30 años del derrumbe definitivo de aquella injusticia que obligaba a la población negra a servir a los blancos y los condenaba a la pobreza.
Aunque el régimen del apartheid quebró oficialmente dos años antes con un referéndum, fue el 27 de abril de 1994 cuando se celebraron las primeras elecciones multirraciales y libres del país sudafricano que ganó de forma arrolladora Nelson Mandela tras pasar 27 años en prisión.
Fin a una era de injusticia
El 27 de abril de 1994 se celebraron las primeras elecciones multirraciales y libres del país que ganó de forma arrolladora Mandela tras pasar 27 años en prisión
Desde entonces, el 27 de abril es festivo y se celebra el día de la libertad para no olvidar los tiempos en que ser racista era imperativo legal: durante el apartheid (segregación en lengua afrikáans) había playas vetadas a la población negra, bancos en los parques solo para blancos, barrios segregados por raza, escuelas separadas por el color de la piel (la educación para la comunidad negra se reducía a oficios de servicio para los blancos) y hasta estaban prohibidas las relaciones interraciales.
En los actos de conmemoración del fin de semana pasado, el presidente de Sudáfrica, Cyril Ramaphosa, subrayó que aquellas urnas abiertas lo cambiaron todo. “Pocos días en la vida de nuestra nación pueden compararse a ese día, cuando nació la libertad (…) Aquel día, Sudáfrica cambió para siempre y marcó un nuevo capítulo en la historia de nuestra nación, un momento que resonó en toda África y en todo el mundo. En ese día, se restauró la dignidad de todos los sudafricanos”.
Aquel día, Sudáfrica cambió para siempre y marcó un nuevo capítulo en la historia de nuestra nación, un momento que resonó en toda África y en todo el mundo. En ese día, se restauró la dignidad de todos los sudafricanos”
Pese a que Sudáfrica es un país mejor que hace 30 años, cuando los derechos humanos venían determinados por el color de la piel, la mayor potencia económica del cono sur africano celebra sus primeras tres décadas libres con un notable desasosiego y la zozobra ética del partido liberador, el Congreso Nacional Africano, que ha perdido el apoyo masivo de la población. La Sudáfrica libre ya no es sinónimo de CNA. En menos de un mes, el 29 de mayo, el país celebra sus elecciones presidenciales más ajustadas ya que, según los analistas, por primera vez el partido que siempre ha gobernado en democracia podría perder su mayoría.
Pese a la libertad, la desigualdad continúa: una familia negra gana de media 11 veces menos que una blanca
Si en los últimos comicios de 2019, el CNA ya consiguió sus peores resultados, con un 57% de los votos, las últimas encuestas apuntan que el partido liberador podría obtener apenas un 40’2% del apoyo. Delante tendrá a Alianza Democrática, que ha virado su imagen de partido de los blancos gracias a la apuesta por candidatos negros o mestizos en puestos de decisión, o al radical Luchadores por la Libertad Económica, del lenguaraz Julius Malema.
Habrá un rival inesperado: Jacob Zuma, presidente sudafricano del 2009 al 2018 y repudiado por sus escándalos de corrupción, se ha puesto al frente de un nuevo partido, el uMkhontho weSizwe, “Lanza de la Nación”, en lengua zulú xhosa y ndebele. El nombre no es inocente: así se llamaba el extinto brazo armado del CNA durante el apartheid.
Según los analistas, el presidente Cyril Ramaphosa podría perder la mayoría en las elecciones del 29 de mayo
El motivo del desaliento social hacia el gobierno se apoya en las cifras. Según el Banco Mundial, desde el año 2022 Sudáfrica es el país más desigual del mundo.
Y no es solo que el 10% de la población aún controle el 80% de la riqueza, es que la distribución del dinero viene marcada por la piel: un hogar de una familia negra gana de media 11 veces menos que un hogar donde todos sus miembros son blancos.
Cada vez menos sudafricanos recuerdan los viejos tiempos: el 77% de los votantes registrados para las elecciones tienen menos de 29 años.
El desempleo, oficialmente de 33 puntos, también carga matices raciales. Entre la población negra supera el 40%, cinco veces más que entre los blancos. Y entre los jóvenes negros, la situación es aún más dramática porque seis de cada diez no tienen trabajo.
La corrupción y la incapacidad de reducir la desigualdad o mejorar el sistema educativo o sanitario han hecho perder la confianza en el CNA, que ya no puede vivir de su aura de partido liberador. Cada vez menos sudafricanos recuerdan aquellos tiempos: el 77% de los votantes registrados para las elecciones tienen menos de 29 años.
El CNA ha perdido su aura de partido liberador y peligra su victoria en los comicios de finales de este mes
Para la reportera política sudafricana del Sowetan, Sisanda Mbolekwa, la lentitud de algunos avances ha provocado que los 30 años de libertad sudafricana estén marcados por luces y sombras. “Para una nación que se liberó a través de años de una lucha sangrienta y desinteresada, nuestro viaje a lo largo de las últimas tres décadas ha sido tan inspirador como decepcionante. Inspirador por su resiliencia ante las dificultades, su compromiso con los valores democráticos y la protección de los derechos humanos aquí y en el extranjero. Decepcionante por su incapacidad para fomentar la igualdad y llevar justicia económica a la mayoría de los negros”, escribió esta semana. Pese a todo, Mbolekwa ve el vaso medio lleno. “La verdad es que tenemos mucho que celebrar. A pesar de que muchos creían que el nuestro sería un estado fallido, no lo es”.