Mediterráneo: Kissinger, Banzer y la geopolítica climática
Con un solo día de diferencia falleció el exsecretario de Estado Henry Kissinger y arrancó en Dubai la más extraña de las cumbres del Clima realizadas hasta ahora. Cualquier narrador aficionado a la novela negra encontraría un hilo conductor alrededor de una gran conspiración, que es con lo que se suele asociar al legado del uno y al propósito de lo otro. Si a eso se le añade un contexto explosivo en el Oriente Próximo, donde hace 50 años el diplomático estadounidense se hizo mundialmente famoso por la mediación en la guerra del Yom Kippur, la película está armada.
Kissinger frenó la ofensiva panárabe contra Israel, pero no que los precios del petróleo se cuadriplicaran, algo que en Bolivia recordamos por el incremento de precios del gas que le dieron vida a la dictadura de Hugo Banzer Suárez, beneficiario indirecto de todo aquello. En aquellas escaramuzas, fue Kissinger el que planteó el Plan para el Desarrollo de Energías Alternativas con el objetivo fundamental de reducir la dependencia de Estados Unidos y su área de influencia de los combustibles fósiles.
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Para entonces ya había evidencia de calentamiento global, pero su primer impulso político no tenía ningún interés ecológico, sino geoestratégico. Desde entonces poco ha cambiado.
El asunto del clima se ha convertido en el monotema de las Naciones Unidas, que ya ha rehuido de intentar influir en los asuntos de la gobernanza mundial y el sostenimiento de la paz. El propio Kissinger nunca creyó en aquella forma de hacer las cosas aún cuando la ONU era un instrumento al servicio de occidente: siempre prefirió el pragmatismo del acuerdo corto vinculado a objetivos comunes.
En la cumbre que recién arrancó en Dubai y que apenas ha generado titulares, Naciones Unidas se juega algo más que la continuidad del Acuerdo de París que nació técnicamente muerto y solo sobrevive por la campaña: la presidencia de la COP 28 la ejerce el ministro de Hidrocarburos de los Emiratos, ejecutivo de una de las 10 mayores empresas petroleras del mundo y con agresivos planes de expansión.
Es la cereza de la torta que ha acabado de agotar a los ecologistas más convencidos y que aún veían posibilidades diplomáticas en esas cumbres. La constatación de que las grandes transnacionales se han convertido en las nuevas grandes corporaciones de la energía que dicen velar por la salud del planeta es otro sino de los tiempos. Las marcas mandan.
El asunto ya había encallado con el ímpetu chic de la nueva ola negacionista que más allá de negar la evidencia científica o de elucubrar conspiraciones reptilianas vía ONU, apelan a la “sagrada libertad” para seguir contaminando el planeta a su antojo.
Bolivia entre tiempos
El rol de Bolivia nunca fue cómodo en todo esto. Evo Morales llegó al poder bajo el manto del indigenismo con todos aquellos titulares de los derechos de la Madre Tierra y hasta nacionalizó el petróleo para explotarlo con soberanía, pero luego vinieron los intereses del Estado – coyunturales se entiende – en forma de carretera, de explotación del oro, de ampliación de la frontera agrícola, del litio o de áreas no tan protegidas si tienen petróleo y todo se torció.
Eso sí, en la posición de fondo en los foros internacionales sí ha sostenido su coherencia, que tiene que ver con una posición desarrollista: aplicar las reglas del mercado sobre el uso y consumo del carbono, es decir, sobre el derecho a contaminar, solo va a mantener pobres a los países pobres, pues todos los gobiernos son felices con plata en mano, mejor si es para hacer nada.
En esas se ha mostrado escéptico con los compromisos de largo plazo y ha contemporizado mucho las grandes transformaciones energéticas, que al final se hacen a crédito que tarde o temprano habrá que pagar. En esas también juega un rol secundario dentro de la posición del Sur global, que reclama por la conformación y dotación suficiente del Fondo de Pérdidas y Daños, que es una compensación por los muchos años de destrozo de los países del norte sin que se pueda decir que es una compensación por los muchos años de destrozo de los países del norte. Cosas de la diplomacia verde donde nadie es culpable de nada.
El fiasco del cambio de matriz energética mundial, e incluso la simple contemporización de los objetivos, alargando plazos en el calendario, no son buena noticia para los planes actuales de Bolivia, que ha hecho dejación de funciones en el tema gasífero volcándose en el asunto del litio, que tampoco cumple plazos…
El otro “legado” de Kissinger
La película hubiera tenido más fondo, obviamente, si Kissinger no hubiera tenido ya 100 años, aunque bien es cierto que se ha mantenido lúcido hasta el fin de sus días. Casi todas las crónicas han hablado del hombre clave que le dio forma a la geopolítica del final del siglo XX que sigue condicionando el XXI. Curiosamente los medios hegemónicos han ahondado poco en su legado – seguramente este domingo sí lo harán, después de editado – y las reacciones de los grandes líderes han sido tibias y protocolares, salvo las procedentes de China, que siempre fue su “debilidad”.
Como operador, después de sus aprendizajes como cuadro medio en el seno de la guerra fría, con las operaciones en Indochina, etc., dedicó su vida a procurar la hegemonía de Estados Unidos y su estrategia fue, por ende, destruir cualquier iniciativa y debilitar cualquier potencia que en el mediano o largo plazo pudiera hacerle frente.
Para debilitar India apoyó decididamente a Pakistán hasta el punto de convertirla en potencia nuclear.
Para debilitar a la Unión Soviética incluyó a China en la conversación mundial fortaleciendo relaciones. Kissinger confiaba más en la potencia del comunismo maoísta, que tenía más presente a Confucio que a Marx, que en la post stalinista. La rivalidad entre las corrientes hizo el resto. Kissinger defendió hasta el final que China solo buscaba reconocimiento, no someter al resto del planeta.
Por último, hay ninguna duda sobre el papel del diplomático de Nixon en el plan Cóndor que eliminó a miles de “sujetos” en los países sudamericanos y estableció varias dictaduras. El pretexto siempre fue la lucha contra los soviéticos, pero la receta siempre fue: menos Estado, más apoyo al sector primario agrario y promoción del libre mercado mundial al tiempo que se torpedeaba cualquier posibilidad de establecer alianzas regionales apelando a viejas rencillas. El resultado es por demás conocido en este continente nuestro.
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Guerras y otras catástrofes
Se acabó la tregua entre Israel y Hamás y este mismo viernes se reanudaron los bombardeos sobre el campo de concentración más grande del mundo, que ya ha perdido el 60% de sus viviendas.
Los seis días de tregua han dejado algunos momentos surrealistas: de un lado salían rehenes con sonrisas, del otro niños y mujeres que estaban presos sin siquiera acusación en cárceles israelís.
Netanyahu ha aliviado algo la presión interna, pero la guerra continua porque no tiene otra alternativa. Por otro lado, ha reforzado la presión internacional retirando incluso embajadores de los países que han sido críticos con la operación. La tensión es máxima con España luego de que el presidente recién investido, Pedro Sánchez, acudiera a Jerusalén a decirle en la cara al primer ministro que lo que estaba haciendo era una atrocidad.
Democracias y otros golpes
Todo listo para que el 10 de diciembre asuma el presidente Javier Milei en la Argentina. Ya se conocen nombramientos, como el de Patricia Bullrich que definitivamente sí irá al ministerio de Gobierno, y ya hay advertencias de estanflación y otros ajustes, como la pérdida del aguinaldo. Milei está seguro de que sus votantes entendieron sus explicaciones en campaña….
Renunció Nayib Bukele después de una controvertida interpretación de la carta Magna alcanzada luego de “ajustar” a algunos magistrados del Constitucional. El presidente buscará una reelección prohibida hasta en seis artículos, pero tendrá que estar seis meses lejos del cargo. Veremos si en ese tiempo pierde la popularidad alcanzada precisamente por su guerra sin cuartel – ni derechos humanos – contra las pandillas. De hecho la gran pregunta es ¿Qué harán las pandillas?
Y foco para Rusia, que también tendrá elecciones en 2024, como Estados Unidos y como el parlamento europeo. Vladimir Putin aún no ha confirmado que será candidato, aunque muy pocos se atreven a dudarlo… Si lo es, la victoria será prácticamente segura.