Europa contiene la respiración
La ultraderechista Meloni gana las elecciones en Italia
La derecha italiana se impone en las urnas de forma contundente con alrededor del 42% de los votos. La izquierda, dividida, no logra imponerse en las elecciones anticipadas que gestionarán la crisis
Los pronósticos parecen haberse cumplido. Al menos, según las proyecciones a partir de los primeros votos escrutados. La ultraderechista Giorgia Meloni habría ganado las elecciones en Italia con alrededor de un 24,7% de votos. Todo el bloque de derechas, junto a la Liga, Forza Italia y otros partidos minoritarios sumaría alrededor de un 42,4%, con lo que aunque todo apunta a que podrán gobernar, habrá que esperar a los resultados finales.
Lo que sí estaba claro anoche es que Meloni, una mujer que en el pasado militaba en las juventudes neofascistas y que ahora se esfuerza por presentarse como una líder conservadora que no va a poner Europa en peligro, acaba de convencer a la mayoría de los italianos que se han presentado este domingo en las urnas. Las primeras cifras estaban en la línea de los sondeos de estas semanas, y si este lunes el Ministerio del Interior las confirma no van a sorprender a nadie. Italia vuelve a ser un laboratorio político europeo. Después del triunfo del populismo del M5E en el 2018, ahora confía en la extrema derecha. Es una victoria indiscutible para Meloni, que hace cuatro años apenas obtuvo un 4% de los votos. Será ella la favorita para recibir el encargo de formar gobierno por parte de Sergio Mattarella.
La izquierda, tocada
En cambio, la derrota es dolorosa para la izquierda del Partido Demócrata (PD), que ya antes del voto parecía resignado a rendirse. No supieron, o no pudieron, pactar con nadie, y la soledad de Enrico Letta era muy evidente. El PD ha cosechado un 19%, según las primeras proyecciones. Sería un resultado parecido al del 18% del 2018 –un batacazo que hizo dimitir a Matteo Renzi como secretario general–, y muy insatisfactorio para un Letta que hasta hace poco batallaba con Meloni por el primer lugar. Al final, no han sabido trasladar una propuesta ilusionante ni recuperar a los votantes perdidos ante el populismo. Tampoco convencer a los indecisos de votar contra la extrema derecha. Los datos de participación final confirman el desinterés de los italianos por estas elecciones: solo votaron el 64% de los llamados a las urnas, más de diez puntos menos que en el 2018.
Al PD les ha penalizado mucho no haberse aliado en coalición con el Movimiento 5 Estrellas (M5E), que habría logrado un 16,7%, un resultado mejor del esperado, pero todo parece indicar que insuficiente para impedir la gobernabilidad de la derecha. Los centristas del Tercer Polo, coalición formada por el exministro Carlo Calenda y el expremier Matteo Renzi, se habrían frenado en el 7,3%.
Aunque los italianos hayan votado mayoritariamente a la derecha, a título personal el gran perjudicado es Matteo Salvini, el líder de la Liga, que en el 2018 llegó al 17% pero que al año siguiente arrasó en las europeas (llegó al 34%) con sus mensajes contra la inmigración. Sus arrebatos e indecisiones le han penalizado mucho, y las primeras proyecciones le daban un 8,7%. Este lunes será un día de serias reflexiones en el interior de la Liga. Silvio Berlusconi, presidente de Forza Italia, se presentaba como el garante del europeísmo del próximo gobierno, pero ha sido devorado por la ultraderecha que él mismo ayudó a crecer al apoyarse en ella desde la creación de Forza Italia. Se habría frenado en el 8%, como predecían los sondeos.
El agotamiento
Otra de las grandes conclusiones de estas elecciones es el desgaste político de Italia. El país llegaba a las urnas agotado, después de años de un descontento popular que tiene raíces profundas. Las desigualdades son fuertes, también entre el norte y el sur del país. La campaña electoral empezó mientras los italianos estaban todavía en los chiringuitos de la playa, y se ha hecho extremadamente larga en un momento de ansiedad social por el aumento de las facturas de la luz, los precios en el supermercado o la incertidumbre ante un invierno que se prevé negro. Nadie termina de entender por qué cayó el gobierno de Mario Draghi, y ni siquiera los partidos políticos son capaces de dar una misma versión sobre ello, culpándose unos a otros. Italia, una apisonadora política, cambia de primer ministro cada año y medio. Ni siquiera Super Mario, el salvador del euro, ha podido terminar el trabajo que empezó por orden del presidente Sergio Mattarella. El expresidente del Banco Central Europeo fue aplaudido cuando acudió a depositar la papeleta.
La mayoría de los líderes políticos italianos votaron por la mañana. Uno de los más madrugadores fue el florentino Matteo Renzi, que tenía prisa para tomar un avión y volar hasta Japón para el funeral de estado Shinzo Abe. Pero la imagen más esperada tardó mucho en llegar. Meloni había convocado a la prensa a las 11 de la mañana en su punto de votación, pero por la gran presencia de fotógrafos al final decidió aplazarlo hasta el último momento para no estorbar a los que se presentaban a depositar la papeleta. Allí ya se sentía ganadora.
Meloni, versión clásica del post fascismo
En esta campaña electoral italiana un vídeo ha corrido como la pólvora en las redes sociales. Es un reportaje de una televisión francesa de 1996. Habla de Giorgia, una chica de 19 años que militaba en Alianza Nacional: “Yo creo que Mussolini era un buen político. Todo lo que ha hecho, lo ha hecho por Italia, y eso no lo encontramos en los políticos que hemos tenido en los últimos 50 años”.
Hoy esa chica es una mujer de 45 años. Ahora reniega del fascismo, dice que es algo que la derecha italiana ha relegado al olvido desde hace décadas. Meloni ya no se presenta como una fan de Mussolini, sino como una conservadora clásica, una “patriota” que quiere defender los intereses de los italianos en Bruselas. En las últimas elecciones del 2018, logró un 4% de los votos, pero con paciencia y cierta coherencia ha logrado convencer a la mayoría de los votantes.