Segunda vuelta
Lo que se juega Colombia en las elecciones presidenciales
El uribismo ha consumido su capacidad de articulación hegemónica pero el conservadurismo ha presentado una nueva fórmula renovada, representada por Hernández



El desenlace electoral de este domingo en Colombia probablemente sea de fotografía. Después de unos meses convulsos de coaliciones, comicios legislativos, debates, duplas vicepresidenciales y una primera vuelta con resultados inesperados, el país suramericano vivirá el evento más importante de su etapa 'posbélica': el balotaje.
Luego de la concreción de los acuerdos de paz en 2016, una nueva realidad política ha emergido en Colombia; y esto es un hecho, pase lo que pase este domingo.
La anterior Colombia, en medio de un conflicto armado, la irrupción del narcotráfico y el paramilitarismo, se convirtió, hasta bien entrado el siglo, en una fábrica de imágenes lamentables. Lo más angustioso fue que, mientras más violaciones de derechos humanos y horrendos crímenes se cometían, los actores que capitaneaban la guerra desde el Estado eran premiados y exaltados por la mediática internacional y la diplomacia occidental.
La alineación del uribismo con los planes de EE.UU. en la región y la manera violenta como trató de revertir los procesos de cambio, le valieron a Colombia el mote de la "Israel de América Latina", con connotaciones que este domingo pueden empezar a cambiar de manera franca.
Por ello es tan importante que alguien que no viene del uribismo ni de las grandes familias oligárquicas, que han gobernado y protagonizado la respuesta violenta a las demandas sociales, pueda gobernar desde el intento de cambiar el concepto del Estado: de uno eminentemente represor a uno que intervenga en la crítica situación socio-histórica. Y es precisamente esto lo que se juega Colombia en las urnas.
En este sentido, habría que advertir que la nueva condición posbélica no es del todo estable y normalizada. Al nuevo presidente le tocará asumir un panorama de atomización radical del conflicto, con decenas de grandes bandas armadas y con una producción y exportación de drogas ilegales no tan diferente a la que existía en aquellos períodos críticos relatados por las famosas narconovelas. Tanto es así que, en 2019, el entonces presidente de EE.UU., Donald Trump, responsabilizó públicamente al mandatario hoy saliente, Iván Duque, del aumento considerable de exportación de cocaína.
En cualquier caso, la importancia de estos comicios radica en el mero hecho de la elección, ya que los candidatos pudieron hacer su campaña con seguridad y sin que haya que lamentar ningún acontecimiento como los que sucedían de manera constante en épocas pasadas. Este es el hecho que hoy hay que resaltar, incluso por encima del resultado.
Parece haber condiciones reales para que este domingo pueda ganar un aspirante 'anti-stablisment' y que ello no desestabilice la paz en Colombia, sino que sea digerido, de manera más o menos pacífica, por todos los actores, incluso por los que se mantienen en armas.
Los actores en disputa
El uribismo, el movimiento que hegemonizó la política colombiana desde al menos dos décadas y que motorizó la lucha contra la insurgencia, ha caído en desuso. Ahora, trata de aprovechar la irrupción de la candidatura de Rodolfo Hernández, un populista de centroderecha, para reacomodarse políticamente o, al menos, lograr su objetivo histórico: hacer perder a la izquierda.
El uribismo ha consumido su capacidad de articulación hegemónica pero el conservadurismo ha presentado una nueva fórmula renovada, representada por Hernández, que va a tratar de articular al voto duro uribista con la derecha molesta por el desempeño del Gobierno de Duque.
El principal problema de Hernández es cómo se va a leer entre los electores, a los que vende un discurso de "antisistema", el apoyo que ha recibido del uribismo y, especialmente, de Duque. ¿Representará el empujón definitivo o más bien la decepción temprana de su electorado?
Por su parte, Gustavo Petro podría dar un giro a una Colombia gobernada por los sectores más reaccionarios.