Millennials: rezago cognitivo pero con habilidades socioemocionales
Una reciente investigación llevada a cabo conjuntamente por el BID, el centro de estudios Espacio Público (EP) y el Centro Internacional de Investigaciones para el Desarrollo (IDRC), revela que los millennials de América Latina y el Caribe “tienen carencias en sus habilidades cognitivas,...
Una reciente investigación llevada a cabo conjuntamente por el BID, el centro de estudios Espacio Público (EP) y el Centro Internacional de Investigaciones para el Desarrollo (IDRC), revela que los millennials de América Latina y el Caribe “tienen carencias en sus habilidades cognitivas, pero muestran altos niveles en las socioemocionales”.
Por tanto, la publicación advierte que este segmento de jóvenes de la región “tienen un gran potencial que, si no se acompaña de las políticas correctas, puede acabar desaprovechándose”.
Si bien no existe un consenso sobre la terminología ni el rango de años de nacimiento para clasificar a las distintas generaciones, el estudio se adscribe a la definición de académicos y expertos mundiales como Neil Howe, William Strauss y Ruth Milkman, quienes definen a los millennials principalmente como jóvenes de entre 15 y 24 años (o sea nacidos entre 1992 y 2003).
Los resultados de la investigación –basada en encuestas a más de 15 mil millennials de 9 países latinoamericanos- muestran que el 41% de los jóvenes de la región se dedica solamente a estudiar o capacitarse. El 21% trabaja, un 17% realiza ambas actividades y el 21% restante pertenece al grupo de los “ninis”, o sea que no estudian ni trabajan ni se capacitan.
“En los cuatro grupos se observan diferencias significativas por género, en especial en el grupo de los ninis, el que está conformado en su mayoría por mujeres y jóvenes de menos recursos”, agrega el informe. Además, hay diferencias entre países, ya que México, El Salvador y Brasil son los que muestran un mayor porcentaje de ninis (superior al 20%), mientras en el extremo contrario está Chile, con un 14% de ninis.
[caption id="attachment_214195" align="alignnone" width="520"] ¿A qué se dedican los millennials en América Latina y el Caribe? (%)Fuente: BID/EP/IDRC, 2018.[/caption]
Los ninis sí trabajan
Aunque la percepción generalizada es que los ninis se caracterizan por ser “ociosos” o “improductivos”, el estudio de BID/EP/IDRC muestra que la realidad de este grupo de jóvenes, al menos en Latinoamérica, no concuerda con ese estereotipo.
De hecho, a nivel regional, el 31% de los millennials que no estudian ni trabajan (los ninis) está buscando trabajo (sobre todo hombres), y un 64%, se dedica a labores de cuidado de familiares (la mayoría de este porcentaje son mujeres). Además, casi todos los ninis encuestados realizan labores domésticas o prestan ayuda no remunerada en los negocios de sus familias.
Es decir, contrario a lo que dicen las convenciones establecidas, dicha investigación prueba que la mayoría de los ninis no son jóvenes carentes de obligaciones, sino que realizan otras actividades productivas.
“Los ninis de la región son principalmente personas ocupadas que realizan labores valoradas por sus entornos. Se trata de jóvenes mal clasificados, ya que, de hecho, muchos sí participan de la fuerza laboral. Solo un 3% de ellos no realiza ninguna de estas labores ni tiene una discapacidad que le impida estudiar o trabajar”, puntualiza el informe.
Empero, cabe resaltar que las tasas son más altas en Brasil y Chile, con fracciones de jóvenes aparentemente inactivos que se sitúan alrededor del 10%.
Por otro lado, el análisis cualitativo del estudio reveló que los ninis “son los que identifican con mayor énfasis la violencia y la inseguridad como un problema para su país, y las drogas como la amenaza constante del dinero fácil que los aleja de sus aspiraciones educativas y laborales”.
Deficiencias académicas, cognitivas y técnicas
La investigación de BID/EP/IDRC encontró “un rezago importante” en las habilidades cognitivas de los jóvenes de América Latina y el Caribe: Alrededor de un 40% de los encuestados no es capaz de realizar correctamente cálculos matemáticos “muy sencillos, útiles para la vida diaria como repartir un monto de dinero en partes iguales”.
Además, los millennials carecen de algunas habilidades técnicas consideradas como esenciales para el nuevo mercado laboral. Por ejemplo, menos de la cuarta parte de la muestra (apenas un 22%) declara hablar inglés con fluidez. “De no corregirse, estas brechas de habilidades serán una limitante para alcanzar un buen desempeño en el mercado laboral”, advierte el informe.
Potenciales esperanzadores
A pesar de los problemas evidenciados, los jóvenes encuestados también muestran aspectos positivos. Por ejemplo, en su mayoría manejan dispositivos tecnológicos con mucha facilidad, es decir, “cuentan con una habilidad clave para la inserción laboral en un mercado cada vez más tecnológico”.
Los resultados son también alentadores cuando se trata de las habilidades socioemocionales, ya que los jóvenes muestran relativamente altos niveles de autoestima (la percepción que las personas tienen de sí mismas), autoeficacia (la capacidad para organizarse de modo de cumplir las propias metas) y perseverancia (la capacidad de seguir adelante a pesar de los obstáculos), entre otras.
El informe destaca que estos rasgos “permiten ser optimistas respecto de las posibilidades que tienen para insertarse en un mercado laboral cambiante”. En todos los países analizados, los jóvenes muestran indicadores en promedio altos en las respectivas escalas de medición de las tres variables. El promedio regional para autoestima (test Rosenberg) y autoeficacia (test GSE) es de 31 puntos, donde la puntuación máxima es 40, lo que muestra altas habilidades socioemocionales.
Para los investigadores, la combinación de altas habilidades tecnológicas y socioemocionales “indudablemente genera esperanza sobre cómo los jóvenes afrontarán los nuevos retos del mercado laboral”. Sin embargo, estas habilidades podrían ser insuficientes para una inserción laboral exitosa.
Por un lado, los rezagos en habilidades cognitivas son importantes y podrían limitar el desempeño laboral de los jóvenes. Por otro, a pesar de los prometedores niveles entre las habilidades socioemocionales medidas en el estudio, “los empleadores de la región manifiestan que los trabajadores carecen de otras habilidades socioemocionales relevantes (por ejemplo, liderazgo, trabajo en equipo, responsabilidad)”.
Educación o trabajo
El reporte nota que, a pesar de que la cobertura de la educación se ha elevado de manera importante en toda la región, existen brechas relevantes en los años de educación que alcanzan los jóvenes en los distintos países de América Latina y el Caribe. Unos países muestran más años de escolaridad que otros, y también mejor calidad educativa que otros.
Por otra parte, se encontró que los jóvenes empiezan a trabajar a una edad temprana (a los 16 años, en promedio) y la realidad a la que se enfrentan es “poco prometedora”: un mercado laboral con alto desempleo entre los jóvenes y tasas de informalidad que alcanzan el 70%, “aun cuando observamos que tienden a ganar más que la remuneración mínima si están empleados en el sector informal”.
A esto se suma la alta rotación (en cuatro años de vida laboral, los jóvenes han tenido 3,5 trabajos en promedio), que promueve experiencias laborales poco estables, en las que los empleadores tienen pocos incentivos para invertir en capacitación.
Pero, ¿qué hay detrás de la decisión entre estudiar o trabajar? La investigación encontró que las oportunidades de acceso a la educación, los años de escolarización promedio, el nivel socioeconómico y otros elementos, como la paternidad temprana o el entorno familiar, son algunos de los principales factores que influyen en esa decisión de los jóvenes.
En todos los países, la prevalencia de la maternidad o paternidad temprana es mayor entre los jóvenes que se encuentran fuera del sistema educativo y del mercado laboral. Casi el 33% de los ninis y más del 21% de los jóvenes que sólo trabajan, fueron padres o madres a temprana edad.
También hay otros factores que influyen en la decisión entre trabajar o estudiar, que no suelen ser levantadas en las encuestas de hogares de los países. Por ejemplo, las habilidades con las que cuentan los jóvenes, la información de la que disponen acerca de los retornos educativos, sus creencias sobre las capacidades propias, así como sus expectativas y aspiraciones.
Los jóvenes son optimistas
El estudio también revela que los jóvenes de América Latina y el Caribe son, en general, optimistas acerca de su futuro. De hecho, aunque la cobertura actual de la educación superior en la región se ubica en promedio en torno al 40%, una mayoría abrumadora de los encuestados (85%) aspira a completar la educación superior, e incluso declara estar altamente seguros de que lo lograrán.
Los autores aclaran que, algo llamativo sobre estos resultados positivos es que en ellos se encuentran todos los jóvenes, independiente de su situación educativa y ocupacional. Solo en Haití los jóvenes muestran expectativas menos optimistas pero aún elevadas: un 65% de jóvenes cree que logrará cumplir sus aspiraciones educativas y laborales.
Y al parecer, las aspiraciones y expectativas de los padres o cuidadores en algunos de los países juegan un rol importante tanto en el optimismo como en los logros de los jóvenes.
Por ejemplo, en México existe una “clara relación positiva entre las aspiraciones de los padres y la inversión en capital humano en los jóvenes”. Es decir, los padres que esperan que sus hijos alcancen mayor nivel de educación tienden a invertir más recursos en su currículo educativo.
“Los datos longitudinales de Perú y Uruguay confirman este hallazgo. En ambos países se observa que los jóvenes con mayores niveles de inversión en capital humano provienen de hogares donde los padres han tenido históricamente mayores aspiraciones y expectativas educativas para sus hijos”, agrega el reporte.
El rol de las políticas públicas
Los autores sugieren tres principales áreas de intervención de política pública. Primero, mejorar el acceso para el desarrollo de habilidades, con programas de transferencias y becas a la educación. Junto a ello, se debe seguir mejorando la oferta de servicios educativos y proporcionar un mejor acceso (por ejemplo, con subsidios para transporte y una mayor oferta de centros de cuidado infantil, entre otros).
La calidad y pertinencia en el desarrollo de habilidades es la segunda área. Se requieren sistemas de desarrollo de habilidades que se ajusten a las deficiencias que se vieron en el estudio: no sólo en habilidades cognitivas de los jóvenes, sino también enfatizar el desarrollo de las habilidades socioemocionales requeridas por los empleadores (por ejemplo, responsabilidad, trabajo en equipo, liderazgo) y el interés por aprender.
Finalmente, considerando la incertidumbre que caracteriza la transición de la escuela al trabajo y los niveles de desinformación laboral que muestran los jóvenes en la región, el reporte considera clave fortalecer los sistemas de orientación e información laboral, en particular, los observatorios laborales y los servicios públicos de empleo.
Por tanto, la publicación advierte que este segmento de jóvenes de la región “tienen un gran potencial que, si no se acompaña de las políticas correctas, puede acabar desaprovechándose”.
Si bien no existe un consenso sobre la terminología ni el rango de años de nacimiento para clasificar a las distintas generaciones, el estudio se adscribe a la definición de académicos y expertos mundiales como Neil Howe, William Strauss y Ruth Milkman, quienes definen a los millennials principalmente como jóvenes de entre 15 y 24 años (o sea nacidos entre 1992 y 2003).
Los resultados de la investigación –basada en encuestas a más de 15 mil millennials de 9 países latinoamericanos- muestran que el 41% de los jóvenes de la región se dedica solamente a estudiar o capacitarse. El 21% trabaja, un 17% realiza ambas actividades y el 21% restante pertenece al grupo de los “ninis”, o sea que no estudian ni trabajan ni se capacitan.
“En los cuatro grupos se observan diferencias significativas por género, en especial en el grupo de los ninis, el que está conformado en su mayoría por mujeres y jóvenes de menos recursos”, agrega el informe. Además, hay diferencias entre países, ya que México, El Salvador y Brasil son los que muestran un mayor porcentaje de ninis (superior al 20%), mientras en el extremo contrario está Chile, con un 14% de ninis.
[caption id="attachment_214195" align="alignnone" width="520"] ¿A qué se dedican los millennials en América Latina y el Caribe? (%)Fuente: BID/EP/IDRC, 2018.[/caption]
Los ninis sí trabajan
Aunque la percepción generalizada es que los ninis se caracterizan por ser “ociosos” o “improductivos”, el estudio de BID/EP/IDRC muestra que la realidad de este grupo de jóvenes, al menos en Latinoamérica, no concuerda con ese estereotipo.
De hecho, a nivel regional, el 31% de los millennials que no estudian ni trabajan (los ninis) está buscando trabajo (sobre todo hombres), y un 64%, se dedica a labores de cuidado de familiares (la mayoría de este porcentaje son mujeres). Además, casi todos los ninis encuestados realizan labores domésticas o prestan ayuda no remunerada en los negocios de sus familias.
Es decir, contrario a lo que dicen las convenciones establecidas, dicha investigación prueba que la mayoría de los ninis no son jóvenes carentes de obligaciones, sino que realizan otras actividades productivas.
“Los ninis de la región son principalmente personas ocupadas que realizan labores valoradas por sus entornos. Se trata de jóvenes mal clasificados, ya que, de hecho, muchos sí participan de la fuerza laboral. Solo un 3% de ellos no realiza ninguna de estas labores ni tiene una discapacidad que le impida estudiar o trabajar”, puntualiza el informe.
Empero, cabe resaltar que las tasas son más altas en Brasil y Chile, con fracciones de jóvenes aparentemente inactivos que se sitúan alrededor del 10%.
Por otro lado, el análisis cualitativo del estudio reveló que los ninis “son los que identifican con mayor énfasis la violencia y la inseguridad como un problema para su país, y las drogas como la amenaza constante del dinero fácil que los aleja de sus aspiraciones educativas y laborales”.
Deficiencias académicas, cognitivas y técnicas
La investigación de BID/EP/IDRC encontró “un rezago importante” en las habilidades cognitivas de los jóvenes de América Latina y el Caribe: Alrededor de un 40% de los encuestados no es capaz de realizar correctamente cálculos matemáticos “muy sencillos, útiles para la vida diaria como repartir un monto de dinero en partes iguales”.
Además, los millennials carecen de algunas habilidades técnicas consideradas como esenciales para el nuevo mercado laboral. Por ejemplo, menos de la cuarta parte de la muestra (apenas un 22%) declara hablar inglés con fluidez. “De no corregirse, estas brechas de habilidades serán una limitante para alcanzar un buen desempeño en el mercado laboral”, advierte el informe.
Potenciales esperanzadores
A pesar de los problemas evidenciados, los jóvenes encuestados también muestran aspectos positivos. Por ejemplo, en su mayoría manejan dispositivos tecnológicos con mucha facilidad, es decir, “cuentan con una habilidad clave para la inserción laboral en un mercado cada vez más tecnológico”.
Los resultados son también alentadores cuando se trata de las habilidades socioemocionales, ya que los jóvenes muestran relativamente altos niveles de autoestima (la percepción que las personas tienen de sí mismas), autoeficacia (la capacidad para organizarse de modo de cumplir las propias metas) y perseverancia (la capacidad de seguir adelante a pesar de los obstáculos), entre otras.
El informe destaca que estos rasgos “permiten ser optimistas respecto de las posibilidades que tienen para insertarse en un mercado laboral cambiante”. En todos los países analizados, los jóvenes muestran indicadores en promedio altos en las respectivas escalas de medición de las tres variables. El promedio regional para autoestima (test Rosenberg) y autoeficacia (test GSE) es de 31 puntos, donde la puntuación máxima es 40, lo que muestra altas habilidades socioemocionales.
Para los investigadores, la combinación de altas habilidades tecnológicas y socioemocionales “indudablemente genera esperanza sobre cómo los jóvenes afrontarán los nuevos retos del mercado laboral”. Sin embargo, estas habilidades podrían ser insuficientes para una inserción laboral exitosa.
Por un lado, los rezagos en habilidades cognitivas son importantes y podrían limitar el desempeño laboral de los jóvenes. Por otro, a pesar de los prometedores niveles entre las habilidades socioemocionales medidas en el estudio, “los empleadores de la región manifiestan que los trabajadores carecen de otras habilidades socioemocionales relevantes (por ejemplo, liderazgo, trabajo en equipo, responsabilidad)”.
Educación o trabajo
El reporte nota que, a pesar de que la cobertura de la educación se ha elevado de manera importante en toda la región, existen brechas relevantes en los años de educación que alcanzan los jóvenes en los distintos países de América Latina y el Caribe. Unos países muestran más años de escolaridad que otros, y también mejor calidad educativa que otros.
Por otra parte, se encontró que los jóvenes empiezan a trabajar a una edad temprana (a los 16 años, en promedio) y la realidad a la que se enfrentan es “poco prometedora”: un mercado laboral con alto desempleo entre los jóvenes y tasas de informalidad que alcanzan el 70%, “aun cuando observamos que tienden a ganar más que la remuneración mínima si están empleados en el sector informal”.
A esto se suma la alta rotación (en cuatro años de vida laboral, los jóvenes han tenido 3,5 trabajos en promedio), que promueve experiencias laborales poco estables, en las que los empleadores tienen pocos incentivos para invertir en capacitación.
Pero, ¿qué hay detrás de la decisión entre estudiar o trabajar? La investigación encontró que las oportunidades de acceso a la educación, los años de escolarización promedio, el nivel socioeconómico y otros elementos, como la paternidad temprana o el entorno familiar, son algunos de los principales factores que influyen en esa decisión de los jóvenes.
En todos los países, la prevalencia de la maternidad o paternidad temprana es mayor entre los jóvenes que se encuentran fuera del sistema educativo y del mercado laboral. Casi el 33% de los ninis y más del 21% de los jóvenes que sólo trabajan, fueron padres o madres a temprana edad.
También hay otros factores que influyen en la decisión entre trabajar o estudiar, que no suelen ser levantadas en las encuestas de hogares de los países. Por ejemplo, las habilidades con las que cuentan los jóvenes, la información de la que disponen acerca de los retornos educativos, sus creencias sobre las capacidades propias, así como sus expectativas y aspiraciones.
Los jóvenes son optimistas
El estudio también revela que los jóvenes de América Latina y el Caribe son, en general, optimistas acerca de su futuro. De hecho, aunque la cobertura actual de la educación superior en la región se ubica en promedio en torno al 40%, una mayoría abrumadora de los encuestados (85%) aspira a completar la educación superior, e incluso declara estar altamente seguros de que lo lograrán.
Los autores aclaran que, algo llamativo sobre estos resultados positivos es que en ellos se encuentran todos los jóvenes, independiente de su situación educativa y ocupacional. Solo en Haití los jóvenes muestran expectativas menos optimistas pero aún elevadas: un 65% de jóvenes cree que logrará cumplir sus aspiraciones educativas y laborales.
Y al parecer, las aspiraciones y expectativas de los padres o cuidadores en algunos de los países juegan un rol importante tanto en el optimismo como en los logros de los jóvenes.
Por ejemplo, en México existe una “clara relación positiva entre las aspiraciones de los padres y la inversión en capital humano en los jóvenes”. Es decir, los padres que esperan que sus hijos alcancen mayor nivel de educación tienden a invertir más recursos en su currículo educativo.
“Los datos longitudinales de Perú y Uruguay confirman este hallazgo. En ambos países se observa que los jóvenes con mayores niveles de inversión en capital humano provienen de hogares donde los padres han tenido históricamente mayores aspiraciones y expectativas educativas para sus hijos”, agrega el reporte.
El rol de las políticas públicas
Los autores sugieren tres principales áreas de intervención de política pública. Primero, mejorar el acceso para el desarrollo de habilidades, con programas de transferencias y becas a la educación. Junto a ello, se debe seguir mejorando la oferta de servicios educativos y proporcionar un mejor acceso (por ejemplo, con subsidios para transporte y una mayor oferta de centros de cuidado infantil, entre otros).
La calidad y pertinencia en el desarrollo de habilidades es la segunda área. Se requieren sistemas de desarrollo de habilidades que se ajusten a las deficiencias que se vieron en el estudio: no sólo en habilidades cognitivas de los jóvenes, sino también enfatizar el desarrollo de las habilidades socioemocionales requeridas por los empleadores (por ejemplo, responsabilidad, trabajo en equipo, liderazgo) y el interés por aprender.
Finalmente, considerando la incertidumbre que caracteriza la transición de la escuela al trabajo y los niveles de desinformación laboral que muestran los jóvenes en la región, el reporte considera clave fortalecer los sistemas de orientación e información laboral, en particular, los observatorios laborales y los servicios públicos de empleo.