Aumentan los “empleos porquería” mientras el trabajo vital sigue invisible
Para el antropólogo estadounidense y profesor de la London School of Economics, David Graeber, la idea de que se han disparado los empleos en el sector de servicios es equivocada, y que lo que en realidad ha tenido una “gigantesca explosión” es el segmento de “traslada-papeles”, y ese...



Para el antropólogo estadounidense y profesor de la London School of Economics, David Graeber, la idea de que se han disparado los empleos en el sector de servicios es equivocada, y que lo que en realidad ha tenido una “gigantesca explosión” es el segmento de “traslada-papeles”, y ese es el sector de “empleos porquería”.
La narrativa generalizada es que, desde los años 80, existe una reducción de la industria manufacturera y de la agricultura y un fuerte aumento del sector servicios. Pero esa percepción se debe a que los analistas han descompuesto el sector servicios para incluir empleos de oficina, gerenciales, de supervisión y administrativos.
“Si miras el sector servicios en ese sentido, de gente que está cortándote el pelo o sirviéndote una comida, ese sector servicios ha permanecido muy constante en el 25% de la fuerza de trabajo durante los últimos 150 años. No ha cambiado para nada. Lo que realmente ha cambiado es esta gigantesca explosión de ‘traslada-papeles’”, explica el experto.
En conversación con la profesora de Política de la Universidad Saint Mary de California, Suzi Weissman, el antropólogo explica qué exactamente son estos trabajos porquería (“bullshit jobs”, les llama en inglés, y es el título de su último libro).
¿Qué son?
Un trabajo porquería “es un empleo que es tan innecesario, incluso perjudicial, que hasta la persona que lo está haciendo cree íntimamente que este empleo no debería existir. Naturalmente, tiene que fingir, esa es la parte estúpida, que de algún modo tienes que fingir que hay alguna razón para que este empleo exista. Pero por dentro, crees que si este trabajo no existiera, o bien nada cambiaría en absoluto, o el mundo de hecho sería un lugar un poco mejor”.
Graeber, que también fue uno de los líderes del movimiento Occupy Wall Street y que fue expulsado de Yale y rechazado por las universidades de EEUU por declararse anarquista, realiza además una distinción entre los trabajos porquería y los trabajos malos.
Con frecuencia, la gente piensa que los trabajos porquería son los trabajos que son “malos, degradantes, que tienen condiciones terribles, sin seguros, precarios, etc.”. Pero aclara que esos trabajos de hecho no son porquería. “Si tienes un mal empleo, es posible que estés en realidad haciendo algo bueno en el mundo. De hecho, cuanto más beneficioso sea tu trabajo para los demás, probablemente menos te paguen, y posiblemente sea en ese sentido un trabajo malo, en el sentido de explotador. Así, puede verse casi como una contradicción”.
En ese sentido, por un lado hay empleos que son explotadores pero que son realmente útiles, y por otro, empleos de buen trato pero totalmente inútiles y hasta tontos.
“Si estás limpiando baños o algo así, los baños necesitan ser limpiados, así que al menos tienes la dignidad de saber que estás haciendo algo beneficioso para los demás, incluso si no obtienes mucho más. Y por otro lado, tienes empleos donde eres tratado con dignidad y respeto, te pagan bien, tienes buenas prestaciones, pero sin decirlo, trabajas sabiendo que tu empleo, tu trabajo, es completamente inútil”, aclara.
Tipos de trabajo porquería
En su trabajo, Graeber distingue al menos 5 tipos de trabajos porquería en el mundo contemporáneo: los lacayos, los fantoches, los cinta-adhesiva, los llena-casillas, y los manda-tareas.
Los “lacayos” existen “solo para hacer que algún otro se luzca, o que se sientan bien consigo mismos”. Un ejemplo de estos trabajos son los de un recepcionista en un lugar que realmente no necesita un recepcionista. “Algunos lugares obviamente necesitan recepcionistas, que están ocupados todo el tiempo. En otros lugares el teléfono suena quizá una vez al día. Pero aun así tienen a alguien, a veces dos personas, sentados allí pareciendo importantes”.
Los llamados “fantoches” son una categoría un poco más sutil. Agentes de televenta, abogados corporativos, relaciones públicas, marketing, son algunos de sus ejemplos. Trabajos que son útiles en muchas ocasiones para ciertas compañías, pero los propios trabajadores sienten que toda esa industria no debería existir.
“Son básicamente gente que está ahí para molestarte de alguna manera. Solo es necesario porque otras personas los tienen. Tú no necesitas un abogado corporativo si tu competidor no tiene un abogado corporativo. No necesitas un televendedor para nada, pero en la medida que puedas fabricar una excusa para decir que los necesitas, es razón para que los otros tipos tengan uno”, explica el antropólogo.
Luego están los “cinta-adhesiva”, que se dedican a resolver problemas que no deberían existir en primer lugar.
Graeber ejemplifica con su propia experiencia: “En mi antigua universidad, teníamos solo un carpintero, y era realmente difícil conseguirlo. Hubo un momento en que la estantería se desplomó en mi despacho en la Universidad donde yo trabajaba. El carpintero se supone que vendría porque había un gran agujero, pero nunca aparecía, siempre tenía algo más que hacer. Finalmente entendimos que había un tipo sentado allí todo el día, lamentándose por el hecho de que el carpintero nunca venía. Hace muy bien su trabajo, es muy agradable aunque siempre parecía un poco triste y melancólico, y era muy difícil enojarse con él, que es, por supuesto de lo que va realmente su trabajo. Ser un frena críticas. Pero llegado un punto pensé, si despidieran a ese hombre y contrataran a otro carpintero, no le necesitarían. Así que es el clásico ejemplo de un cinta-adhesiva”.
Los “llena-casillas” están ahí para permitir a una organización que diga que está haciendo algo que realmente no está haciendo. “Es una especie de comisión de investigación. Si el gobierno se ve implicado en algún escandalo —digamos, policías disparando a un montón de ciudadanos negros— o hay alguien aceptando sobornos, hay algún tipo de escándalo. Se forma una comisión de investigación, fingen que ellos no sabían lo que estaba sucediendo, aparentan que van a hacer algo sobre ello, lo que es completamente falso”. Las empresas y bancos hacen esto también.
Finalmente, los “manda-tareas” se dedican a llenar a la gente de trabajo que no es necesario, o para supervisar a la gente que no necesita supervisión. “Mandos intermedios son un ejemplo clásico para esta categoría”.
Graeber explica la categoría con el ejemplo de uno de sus entrevistados, sin pelos en la lengua: “sí, tengo un trabajo de mierda, soy un mando intermedio. Fui ascendido. De hecho solía hacer este trabajo, me pusieron arriba y me dijeron que supervisara a la gente, que les hiciera trabajar. Y sé perfectamente bien que ellos no necesitan a nadie para supervisarlos o hacerles trabajar. Pero tengo que aparecer con cualquier excusa para existir de algún modo. Así que presento estadísticas de objetivos, de modo que pueda probar que estás haciendo realmente algo que yo ya sé que estás haciendo, de manera que pueda sugerir que yo fui el tipo que te hizo hacerlo”.
Según el antropólogo, este tipo de situación, en que la gente se la pasa rellenando formularios y ocupando menos tiempo en su trabajo, sucede cada vez más en todo el mundo. “Pero en EEUU alguien hizo un estudio estadístico y descubrió, creo que como un 39% es el tiempo medio que un oficinista se supone que trabajaría en lo suyo realmente. Cada vez más, se ocupan de correos electrónicos administrativos, reuniones sin sentido, todo tipo de llenado de formularios, y de documentación, básicamente”, agrega.
Y los trabajos “no-porquería”
En su libro, Graeber también nota un ascenso de trabajos “no-porquería”, que en realidad son trabajos de cuidados, un concepto que proviene de la teoría feminista. Se refiere al trabajo invisibilizado que generalmente es realizado por mujeres, un trabajo de mantenimiento del mundo, y que es vital para su funcionamiento.
El experto se esfuerza en resaltar la importancia del trabajo de cuidados, porque la teoría clásica marxista del valor “es un poco engañosa” al no considerar explícitamente el valor de este trabajo.
Lo grafica de la siguiente manera: “Pregunta a cualquier marxista sobre empleo y valor del trabajo, siempre van inmediatamente a la producción. Bueno, aquí hay una taza. Alguien tiene que hacer la taza, es verdad. Pero hacemos una taza una vez, y la lavamos diez mil veces, ¿cierto? Ese trabajo precisamente desaparece completamente en la mayoría de esas mediciones, la mayor parte del trabajo no es produciendo cosas, es mantenerlas, cuidarlas, pero sobre todo cuidar la gente, cuidar las plantas y los animales”.
Otro ejemplo real es el de los trabajadores del metro de Londres, cuyas oficinas expendedoras de tickets estaban cerrando para ser sustituidas por máquinas.
Graeber recuerda que “un montón de marxistas estaban diciendo que no deberían defender estos empleos” por considerarlo un trabajo inútil. Fue entonces cuando vio un documento publicado por los huelguistas, donde decían: “Buena suerte os deseamos en el Nuevo Metro de Londres sin nadie trabajando en la estación. Esperemos que vuestro hijo no se pierda, solo esperemos que no pierdas tus cosas, solo esperemos que no haya ningún accidente. Solo esperemos que nadie se asuste y tenga un ataque de ansiedad, o se emborrache y empiece a acosarte”, y así repasando la lista de todas las diferentes cosas que ellos realmente hacen.
“Te das cuenta que incluso un montón de estos empleos clásicos de clase trabajadora son realmente trabajos de cuidados, se trata de cuidar de la gente”, explica.
Renta básica para el trabajo porquería
Consultado por Weissman sobre su postura frente a la iniciativa europea de Renta Básica Universal (RBU), Graeber responde que al ser anarquista, no quiere una solución estatista. En cambio, “una solución que hace que el estado sea más pequeño, pero al mismo tiempo mejora las condiciones y hace que las personas sean más libres para desafiar al sistema, eso me resulta difícil de discutir. Y esa es la razón por la que me gusta la RBU”.
En ese sentido, Graeber está en contra de soluciones que vayan a crear más trabajos porquería. “Un empleo garantizado suena bien, pero como ya sabemos por la Historia, tiende a crear puestos de gente pintando rocas de blanco, haciendo cosas que no necesariamente necesitan ser hechas. Además también requiere de una administración gigante para gestionar eso”.
En cambio, la RBU trata de dar a todo el mundo suficiente para que pueda subsistir. “Si tú existes, mereces una garantía de existencia. Podrías llamarlo libertad en la esfera económica. Si el 40% de la gente ya cree que sus trabajos son completamente inútiles, ¿cómo va a ser peor que lo que ya hay? Al menos van a ser mucho más felices haciendo otras cosas que estando rellenando formularios todo el día”, sentencia el experto.
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La narrativa generalizada es que, desde los años 80, existe una reducción de la industria manufacturera y de la agricultura y un fuerte aumento del sector servicios. Pero esa percepción se debe a que los analistas han descompuesto el sector servicios para incluir empleos de oficina, gerenciales, de supervisión y administrativos.
“Si miras el sector servicios en ese sentido, de gente que está cortándote el pelo o sirviéndote una comida, ese sector servicios ha permanecido muy constante en el 25% de la fuerza de trabajo durante los últimos 150 años. No ha cambiado para nada. Lo que realmente ha cambiado es esta gigantesca explosión de ‘traslada-papeles’”, explica el experto.
En conversación con la profesora de Política de la Universidad Saint Mary de California, Suzi Weissman, el antropólogo explica qué exactamente son estos trabajos porquería (“bullshit jobs”, les llama en inglés, y es el título de su último libro).
¿Qué son?
Un trabajo porquería “es un empleo que es tan innecesario, incluso perjudicial, que hasta la persona que lo está haciendo cree íntimamente que este empleo no debería existir. Naturalmente, tiene que fingir, esa es la parte estúpida, que de algún modo tienes que fingir que hay alguna razón para que este empleo exista. Pero por dentro, crees que si este trabajo no existiera, o bien nada cambiaría en absoluto, o el mundo de hecho sería un lugar un poco mejor”.
Graeber, que también fue uno de los líderes del movimiento Occupy Wall Street y que fue expulsado de Yale y rechazado por las universidades de EEUU por declararse anarquista, realiza además una distinción entre los trabajos porquería y los trabajos malos.
Con frecuencia, la gente piensa que los trabajos porquería son los trabajos que son “malos, degradantes, que tienen condiciones terribles, sin seguros, precarios, etc.”. Pero aclara que esos trabajos de hecho no son porquería. “Si tienes un mal empleo, es posible que estés en realidad haciendo algo bueno en el mundo. De hecho, cuanto más beneficioso sea tu trabajo para los demás, probablemente menos te paguen, y posiblemente sea en ese sentido un trabajo malo, en el sentido de explotador. Así, puede verse casi como una contradicción”.
En ese sentido, por un lado hay empleos que son explotadores pero que son realmente útiles, y por otro, empleos de buen trato pero totalmente inútiles y hasta tontos.
“Si estás limpiando baños o algo así, los baños necesitan ser limpiados, así que al menos tienes la dignidad de saber que estás haciendo algo beneficioso para los demás, incluso si no obtienes mucho más. Y por otro lado, tienes empleos donde eres tratado con dignidad y respeto, te pagan bien, tienes buenas prestaciones, pero sin decirlo, trabajas sabiendo que tu empleo, tu trabajo, es completamente inútil”, aclara.
Tipos de trabajo porquería
En su trabajo, Graeber distingue al menos 5 tipos de trabajos porquería en el mundo contemporáneo: los lacayos, los fantoches, los cinta-adhesiva, los llena-casillas, y los manda-tareas.
Los “lacayos” existen “solo para hacer que algún otro se luzca, o que se sientan bien consigo mismos”. Un ejemplo de estos trabajos son los de un recepcionista en un lugar que realmente no necesita un recepcionista. “Algunos lugares obviamente necesitan recepcionistas, que están ocupados todo el tiempo. En otros lugares el teléfono suena quizá una vez al día. Pero aun así tienen a alguien, a veces dos personas, sentados allí pareciendo importantes”.
Los llamados “fantoches” son una categoría un poco más sutil. Agentes de televenta, abogados corporativos, relaciones públicas, marketing, son algunos de sus ejemplos. Trabajos que son útiles en muchas ocasiones para ciertas compañías, pero los propios trabajadores sienten que toda esa industria no debería existir.
“Son básicamente gente que está ahí para molestarte de alguna manera. Solo es necesario porque otras personas los tienen. Tú no necesitas un abogado corporativo si tu competidor no tiene un abogado corporativo. No necesitas un televendedor para nada, pero en la medida que puedas fabricar una excusa para decir que los necesitas, es razón para que los otros tipos tengan uno”, explica el antropólogo.
Luego están los “cinta-adhesiva”, que se dedican a resolver problemas que no deberían existir en primer lugar.
Graeber ejemplifica con su propia experiencia: “En mi antigua universidad, teníamos solo un carpintero, y era realmente difícil conseguirlo. Hubo un momento en que la estantería se desplomó en mi despacho en la Universidad donde yo trabajaba. El carpintero se supone que vendría porque había un gran agujero, pero nunca aparecía, siempre tenía algo más que hacer. Finalmente entendimos que había un tipo sentado allí todo el día, lamentándose por el hecho de que el carpintero nunca venía. Hace muy bien su trabajo, es muy agradable aunque siempre parecía un poco triste y melancólico, y era muy difícil enojarse con él, que es, por supuesto de lo que va realmente su trabajo. Ser un frena críticas. Pero llegado un punto pensé, si despidieran a ese hombre y contrataran a otro carpintero, no le necesitarían. Así que es el clásico ejemplo de un cinta-adhesiva”.
Los “llena-casillas” están ahí para permitir a una organización que diga que está haciendo algo que realmente no está haciendo. “Es una especie de comisión de investigación. Si el gobierno se ve implicado en algún escandalo —digamos, policías disparando a un montón de ciudadanos negros— o hay alguien aceptando sobornos, hay algún tipo de escándalo. Se forma una comisión de investigación, fingen que ellos no sabían lo que estaba sucediendo, aparentan que van a hacer algo sobre ello, lo que es completamente falso”. Las empresas y bancos hacen esto también.
Finalmente, los “manda-tareas” se dedican a llenar a la gente de trabajo que no es necesario, o para supervisar a la gente que no necesita supervisión. “Mandos intermedios son un ejemplo clásico para esta categoría”.
Graeber explica la categoría con el ejemplo de uno de sus entrevistados, sin pelos en la lengua: “sí, tengo un trabajo de mierda, soy un mando intermedio. Fui ascendido. De hecho solía hacer este trabajo, me pusieron arriba y me dijeron que supervisara a la gente, que les hiciera trabajar. Y sé perfectamente bien que ellos no necesitan a nadie para supervisarlos o hacerles trabajar. Pero tengo que aparecer con cualquier excusa para existir de algún modo. Así que presento estadísticas de objetivos, de modo que pueda probar que estás haciendo realmente algo que yo ya sé que estás haciendo, de manera que pueda sugerir que yo fui el tipo que te hizo hacerlo”.
Según el antropólogo, este tipo de situación, en que la gente se la pasa rellenando formularios y ocupando menos tiempo en su trabajo, sucede cada vez más en todo el mundo. “Pero en EEUU alguien hizo un estudio estadístico y descubrió, creo que como un 39% es el tiempo medio que un oficinista se supone que trabajaría en lo suyo realmente. Cada vez más, se ocupan de correos electrónicos administrativos, reuniones sin sentido, todo tipo de llenado de formularios, y de documentación, básicamente”, agrega.
Y los trabajos “no-porquería”
En su libro, Graeber también nota un ascenso de trabajos “no-porquería”, que en realidad son trabajos de cuidados, un concepto que proviene de la teoría feminista. Se refiere al trabajo invisibilizado que generalmente es realizado por mujeres, un trabajo de mantenimiento del mundo, y que es vital para su funcionamiento.
El experto se esfuerza en resaltar la importancia del trabajo de cuidados, porque la teoría clásica marxista del valor “es un poco engañosa” al no considerar explícitamente el valor de este trabajo.
Lo grafica de la siguiente manera: “Pregunta a cualquier marxista sobre empleo y valor del trabajo, siempre van inmediatamente a la producción. Bueno, aquí hay una taza. Alguien tiene que hacer la taza, es verdad. Pero hacemos una taza una vez, y la lavamos diez mil veces, ¿cierto? Ese trabajo precisamente desaparece completamente en la mayoría de esas mediciones, la mayor parte del trabajo no es produciendo cosas, es mantenerlas, cuidarlas, pero sobre todo cuidar la gente, cuidar las plantas y los animales”.
Otro ejemplo real es el de los trabajadores del metro de Londres, cuyas oficinas expendedoras de tickets estaban cerrando para ser sustituidas por máquinas.
Graeber recuerda que “un montón de marxistas estaban diciendo que no deberían defender estos empleos” por considerarlo un trabajo inútil. Fue entonces cuando vio un documento publicado por los huelguistas, donde decían: “Buena suerte os deseamos en el Nuevo Metro de Londres sin nadie trabajando en la estación. Esperemos que vuestro hijo no se pierda, solo esperemos que no pierdas tus cosas, solo esperemos que no haya ningún accidente. Solo esperemos que nadie se asuste y tenga un ataque de ansiedad, o se emborrache y empiece a acosarte”, y así repasando la lista de todas las diferentes cosas que ellos realmente hacen.
“Te das cuenta que incluso un montón de estos empleos clásicos de clase trabajadora son realmente trabajos de cuidados, se trata de cuidar de la gente”, explica.
Renta básica para el trabajo porquería
Consultado por Weissman sobre su postura frente a la iniciativa europea de Renta Básica Universal (RBU), Graeber responde que al ser anarquista, no quiere una solución estatista. En cambio, “una solución que hace que el estado sea más pequeño, pero al mismo tiempo mejora las condiciones y hace que las personas sean más libres para desafiar al sistema, eso me resulta difícil de discutir. Y esa es la razón por la que me gusta la RBU”.
En ese sentido, Graeber está en contra de soluciones que vayan a crear más trabajos porquería. “Un empleo garantizado suena bien, pero como ya sabemos por la Historia, tiende a crear puestos de gente pintando rocas de blanco, haciendo cosas que no necesariamente necesitan ser hechas. Además también requiere de una administración gigante para gestionar eso”.
En cambio, la RBU trata de dar a todo el mundo suficiente para que pueda subsistir. “Si tú existes, mereces una garantía de existencia. Podrías llamarlo libertad en la esfera económica. Si el 40% de la gente ya cree que sus trabajos son completamente inútiles, ¿cómo va a ser peor que lo que ya hay? Al menos van a ser mucho más felices haciendo otras cosas que estando rellenando formularios todo el día”, sentencia el experto.
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