Globalización, de la occidentalización a la transnacionalización de ideas
La globalización actual, que se experimenta desde finales del siglo XX, ya no se manifiesta tanto como una “progresiva Occidentalización del mundo, sino básicamente como una cada vez mayor transnacionalización e intensificación del volumen y el ritmo de la circulación de personas, ideas y...
La globalización actual, que se experimenta desde finales del siglo XX, ya no se manifiesta tanto como una “progresiva Occidentalización del mundo, sino básicamente como una cada vez mayor transnacionalización e intensificación del volumen y el ritmo de la circulación de personas, ideas y mercancías a escala global”.
Así lo afirma Francisco Entrena-Durán, investigador y catedrático de Sociología en la Universidad de Granada, y observa que existen “flujos socio-económicos, político-institucionales y simbólico-culturales en todas las direcciones del planeta, afectando más o menos intensamente a nuestras particulares vidas locales”.
En esta situación, las tecnologías de transporte y de locomoción que impulsan hoy los procesos de globalización permiten que se produzca lo que el geógrafo marxista David Harvey ha conceptuado como la “compresión de las dimensiones del tiempo y del espacio”.
O sea, un progresivo cambio en la percepción humana de tales dimensiones que se ha fundamentado, sobre todo, en el hecho de que los medios de locomoción disponibles (desde el caballo y el barco de vela, entre 1500 y 1840, hasta los modernos aviones de pasajeros actuales) han posibilitado una reducción de los tiempos necesarios para atravesar distancias espaciales cada vez mayores.
Pero Entrena-Durán agrega que las actuales circunstancias de la globalización no se basan sólo en los avances mencionados, sino también “en las elevadas posibilidades de circulación de las ideas y de comunicación virtualmente instantáneas existentes a escala planetaria” como efecto de los medios de comunicación de masas y de Internet.
Todo esto hace que actualmente “los flujos financieros, de trabajo y de bienes simbólicos desborden con mucho los marcos y los límites jurídico-políticos del Estado-nación, a la vez que se sustentan sobre unas bases materiales completamente diferentes de las del capitalismo de la era industrial”.
Una interconexión desigual
Desde una mirada sociológica, el experto de la Universidad de Granada nota que ese elevado y creciente grado de interconexión mundial “no implica que las vinculaciones existentes entre los distintos espacios socioeconómicos, político-institucionales y simbólico-culturales que conforman el planeta tengan lugar en condiciones de igualdad”, sino que esas vinculaciones “patentizan los grandes desniveles que han estado presentes en el sistema capitalista desde sus comienzos”.
Precisamente, una de las más importantes razones para el aumento de las desigualdades a nivel mundial es “la creciente expansión de ese modelo socioeconómico de globalización” que, desde las dos últimas décadas del siglo XX, ha sido conceptualizado como el neoliberalismo, “el cual ha tenido y continúa teniendo impactos muy negativos sobre diversas regiones del mundo menos desarrollado de Asia, África o América Latina, y últimamente sobre el corazón del propio mundo europeo y/u occidental”.
Según Entrena-Durán, un objetivo básico de los promotores del neoliberalismo fue la desregulación de las condiciones laborales y económicas, así como la supresión de los límites impuestos por los estados a la libre circulación de personas, ideas y mercancías, todo ello con la supuesta finalidad de establecer el marco para una economía planetaria abierta y sin fronteras.
“En nombre de este modelo se ha extendido una forma de globalización que ha conllevado el desastre de las economías más débiles de los países menos desarrollados, al no poder éstas competir en situación de igualdad con aquellos productos traídos desde el extranjero que, ante la eliminación de las barreras arancelarias a su exportación y/o importación, suelen invadir los mercados de tales países”, afirma.
Sin embargo, los países más poderosos mantienen dichas barreras en los sectores económicos que convienen a sus intereses. “Por lo tanto, el neoliberalismo no supone una total y efectiva liberalización de la circulación de capitales y mercancías a nivel mundial, sino más bien una modificación de las reglas de juego globales que está encaminada a garantizar o a aumentar los beneficios de los que ya son opulentos”.
Los efectos de esta nueva forma de acumulación de capital generaron, a nivel mundial, “los alargamientos desmesurados de las jornadas de trabajo, fuertes caídas de los salarios e importantes descensos en los niveles de protección social y de vida de la población”, o sea una precarización laboral globalizada.
“Posfordismo” o terciarización como estrategia
Esta precariedad laboral es consecuencia de lo que muchos llaman “posfordismo”. Ese concepto surge del “fordismo”, un modelo de producción usado en las plantas automotrices de Henry Ford, en el cual los trabajadores se encontraban en una sola estructura de producción en línea, y realizaban tareas repetitivas especializadas.
El “posfordismo” surge como una respuesta para “superar la rigidez y otros inconvenientes del verticalismo fordista”, y se caracteriza por la fragmentación de las grandes empresas, las cuales son reemplazadas por unas nuevas empresas organizadas de manera más flexible.
Sin embargo, bajo este modelo, las mismas cúpulas dirigentes de las grandes corporaciones del “fordismo” continúan manteniendo el control de los procesos organizativos y productivos, pero externalizando y dejando en manos de otras empresas menores subsidiarias lo que consideran que es un lastre económico.
Harvey observa que estas empresas (o ciertos trabajadores) son subcontratadas para realizar las labores más estandarizadas que puede hacer una mano de obra con menor cualificación.
Mientras, Entrena-Durán reafirma que “los mismos que controlaban en el fordismo las tareas y las cadenas productivas suelen ser los que ahora, durante el posfordismo, siguen controlando a las empresas subcontratadas, imponiéndoles desde arriba las pautas de producción, así como delegando en ellas las responsabilidades de gestionar unas condiciones de trabajo, frecuentemente precarias, de acuerdo con las reglas de la competencia que en la actualidad configuran el mercado a escala mundial”.
En Bolivia este fenómeno se nota desde las contrataciones estatales –que privilegian empresas extranjeras que subcontratan empresas bolivianas por una fracción del valor del contrato- hasta el modelo agroindustrial del oriente, donde las grandes empresas, vinculadas al capital transnacional, subcontratan pequeñas empresas y trabajadores campesinos para reducir sus costos y riesgos y maximizar sus beneficios.
La era de la “glocalización”
El catedrático y sociólogo explica que la glocalización se entiende “en el doble sentido de localización de lo global y de globalización de lo local”.
O sea que si bien en las sociedades actuales las vidas cotidianas de la mayoría de las personas siguen trascurriendo en su mayor parte en escenarios locales, a diferencia del pasado, hoy los sujetos viajan y salen fuera de sus lugares de residencia mucho más que antes.
“Además, tales escenarios son cada vez menos localistas (nunca lo fueron por completo) y están crecientemente conectados a las muy intensas e imprevisibles dinámicas de la globalización”, lo que es precisamente parte del fenómeno de la glocalización.
En esta explicación, lo local se refiere a “diferentes niveles de interacción social y/o contextos socio-territoriales, tales como la comunidad o la municipalidad local, la región, el Estado-nación o, incluso, áreas continentales como por ejemplo Latinoamérica o la Unión Europea. Cada uno de estos niveles de interacción social y/o contextos socio-territoriales debe ser considerado desde el punto de vista de sus respectivas relaciones e interacciones con ese otro nivel superior de interacción social y/o contexto socio-territorial que opera a escala planetaria”.
Por tanto, la glocalización implica que las vidas de las personas que habitan en los espacios locales actuales experimentan una vinculación cada vez mayor con lo que sucede a escala global.
La modernidad
Es ampliamente reconocido que el mundo actual está caracterizado por factores como la alta precariedad laboral y las incertidumbres socioeconómicas, político-institucionales y culturales, que han sido impulsadas por las dinámicas de una globalización implementada de acuerdo con las doctrinas neoliberales.
Sin embargo, Entrena-Durán afirma que esta situación no se debe a que haya terminado la historia (como afirma Francis Fukuyama), y tampoco es consecuencia de que haya concluido la modernidad, como sostienen los posmodernos.
“Lo que verdaderamente ha terminado no ha sido la modernidad, sino la fase eurocéntrica y/u occidentalista de la misma, a lo cual han contribuido, sin duda de manera decisiva, las incertidumbres inherentes al neoliberalismo imperante en la fase de la globalización” que el experto llama “torbellino de la globalidad”.
En este sentido, Entrena-Durán parece concordar con emblemáticos estudiosos del tema, como el sociólogo alemán Ulrich Beck (+), el estadounidense Scott Lash, y el británico Anthony Giddens, quienes ven la situación, no como la manifestación de la crisis y el declive social de la modernidad que contemplan los posmodernos, sino como la expresión de una nueva etapa de la modernidad, consecuencia de su propia evolución, como un producto de ella.
Esta nueva etapa, para Entrena-Durán, constituye entonces “una demostración de la victoria del capitalismo, que ha evolucionado y producido nuevas formas sociales”.
Por esta razón, a diferencia de cuando predominaban los modelos estado-céntricos, las incertidumbres y las indefiniciones de los actuales sistemas “están muy relacionadas con el hecho de que los grandes poderes que hoy nos dominan se diseminan en muchos escenarios mundiales (culturas, países, redes, etc.)”.
De ahí, el alto grado de translocalización y sobre todo de anonimidad que caracteriza a una considerable parte de tales poderes, agrega.
Justamente esa anonimidad identificada por Entrena-Durán ha llevado al académico y antropólogo argentino Néstor García-Canclini a referirse al globalizado mundo actual como unas circunstancias en las que “David no sabe dónde está Goliat”.
Una posible respuesta
La propuesta del sociólogo español ante estas situaciones es la de “fortalecer los vínculos y reforzar lo que nos une a escala mundial, o por lo menos a nivel de grandes regiones del mundo, como pueden ser, por ejemplo, la Unión Europea o Latinoamérica”.
Esto permitiría “ser más efectivos a la hora de buscar soluciones y articular estrategias de actuación y de resistencia de manera conjunta y/o coordinada”, en un contexto de creciente interdependencia y aumento de las relaciones y vinculaciones interterritoriales.
Así, se deben “idear y/o implementar formas de articulación colectiva y de resistencia de carácter translocal” con alcance más o menos global.
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Así lo afirma Francisco Entrena-Durán, investigador y catedrático de Sociología en la Universidad de Granada, y observa que existen “flujos socio-económicos, político-institucionales y simbólico-culturales en todas las direcciones del planeta, afectando más o menos intensamente a nuestras particulares vidas locales”.
En esta situación, las tecnologías de transporte y de locomoción que impulsan hoy los procesos de globalización permiten que se produzca lo que el geógrafo marxista David Harvey ha conceptuado como la “compresión de las dimensiones del tiempo y del espacio”.
O sea, un progresivo cambio en la percepción humana de tales dimensiones que se ha fundamentado, sobre todo, en el hecho de que los medios de locomoción disponibles (desde el caballo y el barco de vela, entre 1500 y 1840, hasta los modernos aviones de pasajeros actuales) han posibilitado una reducción de los tiempos necesarios para atravesar distancias espaciales cada vez mayores.
Pero Entrena-Durán agrega que las actuales circunstancias de la globalización no se basan sólo en los avances mencionados, sino también “en las elevadas posibilidades de circulación de las ideas y de comunicación virtualmente instantáneas existentes a escala planetaria” como efecto de los medios de comunicación de masas y de Internet.
Todo esto hace que actualmente “los flujos financieros, de trabajo y de bienes simbólicos desborden con mucho los marcos y los límites jurídico-políticos del Estado-nación, a la vez que se sustentan sobre unas bases materiales completamente diferentes de las del capitalismo de la era industrial”.
Una interconexión desigual
Desde una mirada sociológica, el experto de la Universidad de Granada nota que ese elevado y creciente grado de interconexión mundial “no implica que las vinculaciones existentes entre los distintos espacios socioeconómicos, político-institucionales y simbólico-culturales que conforman el planeta tengan lugar en condiciones de igualdad”, sino que esas vinculaciones “patentizan los grandes desniveles que han estado presentes en el sistema capitalista desde sus comienzos”.
Precisamente, una de las más importantes razones para el aumento de las desigualdades a nivel mundial es “la creciente expansión de ese modelo socioeconómico de globalización” que, desde las dos últimas décadas del siglo XX, ha sido conceptualizado como el neoliberalismo, “el cual ha tenido y continúa teniendo impactos muy negativos sobre diversas regiones del mundo menos desarrollado de Asia, África o América Latina, y últimamente sobre el corazón del propio mundo europeo y/u occidental”.
Según Entrena-Durán, un objetivo básico de los promotores del neoliberalismo fue la desregulación de las condiciones laborales y económicas, así como la supresión de los límites impuestos por los estados a la libre circulación de personas, ideas y mercancías, todo ello con la supuesta finalidad de establecer el marco para una economía planetaria abierta y sin fronteras.
“En nombre de este modelo se ha extendido una forma de globalización que ha conllevado el desastre de las economías más débiles de los países menos desarrollados, al no poder éstas competir en situación de igualdad con aquellos productos traídos desde el extranjero que, ante la eliminación de las barreras arancelarias a su exportación y/o importación, suelen invadir los mercados de tales países”, afirma.
Sin embargo, los países más poderosos mantienen dichas barreras en los sectores económicos que convienen a sus intereses. “Por lo tanto, el neoliberalismo no supone una total y efectiva liberalización de la circulación de capitales y mercancías a nivel mundial, sino más bien una modificación de las reglas de juego globales que está encaminada a garantizar o a aumentar los beneficios de los que ya son opulentos”.
Los efectos de esta nueva forma de acumulación de capital generaron, a nivel mundial, “los alargamientos desmesurados de las jornadas de trabajo, fuertes caídas de los salarios e importantes descensos en los niveles de protección social y de vida de la población”, o sea una precarización laboral globalizada.
“Posfordismo” o terciarización como estrategia
Esta precariedad laboral es consecuencia de lo que muchos llaman “posfordismo”. Ese concepto surge del “fordismo”, un modelo de producción usado en las plantas automotrices de Henry Ford, en el cual los trabajadores se encontraban en una sola estructura de producción en línea, y realizaban tareas repetitivas especializadas.
El “posfordismo” surge como una respuesta para “superar la rigidez y otros inconvenientes del verticalismo fordista”, y se caracteriza por la fragmentación de las grandes empresas, las cuales son reemplazadas por unas nuevas empresas organizadas de manera más flexible.
Sin embargo, bajo este modelo, las mismas cúpulas dirigentes de las grandes corporaciones del “fordismo” continúan manteniendo el control de los procesos organizativos y productivos, pero externalizando y dejando en manos de otras empresas menores subsidiarias lo que consideran que es un lastre económico.
Harvey observa que estas empresas (o ciertos trabajadores) son subcontratadas para realizar las labores más estandarizadas que puede hacer una mano de obra con menor cualificación.
Mientras, Entrena-Durán reafirma que “los mismos que controlaban en el fordismo las tareas y las cadenas productivas suelen ser los que ahora, durante el posfordismo, siguen controlando a las empresas subcontratadas, imponiéndoles desde arriba las pautas de producción, así como delegando en ellas las responsabilidades de gestionar unas condiciones de trabajo, frecuentemente precarias, de acuerdo con las reglas de la competencia que en la actualidad configuran el mercado a escala mundial”.
En Bolivia este fenómeno se nota desde las contrataciones estatales –que privilegian empresas extranjeras que subcontratan empresas bolivianas por una fracción del valor del contrato- hasta el modelo agroindustrial del oriente, donde las grandes empresas, vinculadas al capital transnacional, subcontratan pequeñas empresas y trabajadores campesinos para reducir sus costos y riesgos y maximizar sus beneficios.
La era de la “glocalización”
El catedrático y sociólogo explica que la glocalización se entiende “en el doble sentido de localización de lo global y de globalización de lo local”.
O sea que si bien en las sociedades actuales las vidas cotidianas de la mayoría de las personas siguen trascurriendo en su mayor parte en escenarios locales, a diferencia del pasado, hoy los sujetos viajan y salen fuera de sus lugares de residencia mucho más que antes.
“Además, tales escenarios son cada vez menos localistas (nunca lo fueron por completo) y están crecientemente conectados a las muy intensas e imprevisibles dinámicas de la globalización”, lo que es precisamente parte del fenómeno de la glocalización.
En esta explicación, lo local se refiere a “diferentes niveles de interacción social y/o contextos socio-territoriales, tales como la comunidad o la municipalidad local, la región, el Estado-nación o, incluso, áreas continentales como por ejemplo Latinoamérica o la Unión Europea. Cada uno de estos niveles de interacción social y/o contextos socio-territoriales debe ser considerado desde el punto de vista de sus respectivas relaciones e interacciones con ese otro nivel superior de interacción social y/o contexto socio-territorial que opera a escala planetaria”.
Por tanto, la glocalización implica que las vidas de las personas que habitan en los espacios locales actuales experimentan una vinculación cada vez mayor con lo que sucede a escala global.
La modernidad
Es ampliamente reconocido que el mundo actual está caracterizado por factores como la alta precariedad laboral y las incertidumbres socioeconómicas, político-institucionales y culturales, que han sido impulsadas por las dinámicas de una globalización implementada de acuerdo con las doctrinas neoliberales.
Sin embargo, Entrena-Durán afirma que esta situación no se debe a que haya terminado la historia (como afirma Francis Fukuyama), y tampoco es consecuencia de que haya concluido la modernidad, como sostienen los posmodernos.
“Lo que verdaderamente ha terminado no ha sido la modernidad, sino la fase eurocéntrica y/u occidentalista de la misma, a lo cual han contribuido, sin duda de manera decisiva, las incertidumbres inherentes al neoliberalismo imperante en la fase de la globalización” que el experto llama “torbellino de la globalidad”.
En este sentido, Entrena-Durán parece concordar con emblemáticos estudiosos del tema, como el sociólogo alemán Ulrich Beck (+), el estadounidense Scott Lash, y el británico Anthony Giddens, quienes ven la situación, no como la manifestación de la crisis y el declive social de la modernidad que contemplan los posmodernos, sino como la expresión de una nueva etapa de la modernidad, consecuencia de su propia evolución, como un producto de ella.
Esta nueva etapa, para Entrena-Durán, constituye entonces “una demostración de la victoria del capitalismo, que ha evolucionado y producido nuevas formas sociales”.
Por esta razón, a diferencia de cuando predominaban los modelos estado-céntricos, las incertidumbres y las indefiniciones de los actuales sistemas “están muy relacionadas con el hecho de que los grandes poderes que hoy nos dominan se diseminan en muchos escenarios mundiales (culturas, países, redes, etc.)”.
De ahí, el alto grado de translocalización y sobre todo de anonimidad que caracteriza a una considerable parte de tales poderes, agrega.
Justamente esa anonimidad identificada por Entrena-Durán ha llevado al académico y antropólogo argentino Néstor García-Canclini a referirse al globalizado mundo actual como unas circunstancias en las que “David no sabe dónde está Goliat”.
Una posible respuesta
La propuesta del sociólogo español ante estas situaciones es la de “fortalecer los vínculos y reforzar lo que nos une a escala mundial, o por lo menos a nivel de grandes regiones del mundo, como pueden ser, por ejemplo, la Unión Europea o Latinoamérica”.
Esto permitiría “ser más efectivos a la hora de buscar soluciones y articular estrategias de actuación y de resistencia de manera conjunta y/o coordinada”, en un contexto de creciente interdependencia y aumento de las relaciones y vinculaciones interterritoriales.
Así, se deben “idear y/o implementar formas de articulación colectiva y de resistencia de carácter translocal” con alcance más o menos global.
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