Ejecutaron a líder japonés responsable de 13 muertes
Shoko Asahara, el ex gurú de la secta Aum condenado a muerte por su papel en el ataque con gas sarín perpetrado en el metro de Tokio en marzo de 1995, fue ejecutado el viernes por la mañana, anunció el portavoz del gobierno. Otros miembros de la secta también fueron ahorcados el viernes...



Shoko Asahara, el ex gurú de la secta Aum condenado a muerte por su papel en el ataque con gas sarín perpetrado en el metro de Tokio en marzo de 1995, fue ejecutado el viernes por la mañana, anunció el portavoz del gobierno.
Otros miembros de la secta también fueron ahorcados el viernes por la mañana, o lo serán, según medios japoneses. El ministerio de Justicia no confirmó de momento esas informaciones sobre otras ejecuciones, difundidas por televisiones y agencias de prensa niponas.
Es la primera vez que se anuncia la ejecución de uno o varios de los antiguos miembros de la secta Aum Verdad Suprema.
La probabilidad de que los ex miembros de la secta Aum condenados fueran ejecutados aumentó en los últimos tiempos con el desplazamiento de varios de ellos.
Shoko Asahara (cuyo verdadero nombre era Chizuo Matsumoto) esperaba desde hacía años en el corredor de la muerte, como 12 cómplices implicados en el atentado con gas sarín que le costó la vida a 13 personas y causó diversas lesiones, algunas irreversibles, a otras 6.300.
Cerca de otros 190 miembros de la secta también fueron condenados en varias sentencias a raíz de ese atentado, el peor jamás ocurrido en Japón.
El 20 de marzo de 1995, según un procedimiento muy pensado, varios miembros de la organización oculta Aum Verdad Suprema, creada por Shoko Asahara, vertieron gas sarín en vagones del metro de la capital.
Habían colocado bolsas de plástico llenas de gas sarín en cinco trenes del metro de Tokio. Agujereadas con la punta de los paraguas, las bolsas dejaron escapar el veneno.
En un primer momento, nadie entendía lo que estaba ocurriendo aquella mañana, en plena hora punta, cuando varios pasajeros salían ahogándose, sin ver nada, de varias bocas de metro de las líneas atacadas.
Un tiempo antes, en lo que pareció ser una suerte de ensayo de los efectos del gas, siete personas murieron en la ciudad de Matsumoto, en el centro del país, y otras 600 sufrieron diversas lesiones, algunas de las cuales, definitivas.
En diciembre de 1999, la secta Aum admitió por primera vez oficialmente su responsabilidad en el atentado contra el metro de Tokio y el de Matsumoto, y se disculpó.
“Han hecho falta 23 años desde el atentado para que se ejecutara la pena, desgraciadamente, los padres de mi marido, que murió en el atentado, fallecieron antes”, lamentó ante la cadena pública NHK Shizue Takahashi, esposa de un empleado de la estación, muerto en el atentado, y presidenta de una asociación de víctimas.
Otros miembros de la secta también fueron ahorcados el viernes por la mañana, o lo serán, según medios japoneses. El ministerio de Justicia no confirmó de momento esas informaciones sobre otras ejecuciones, difundidas por televisiones y agencias de prensa niponas.
Es la primera vez que se anuncia la ejecución de uno o varios de los antiguos miembros de la secta Aum Verdad Suprema.
La probabilidad de que los ex miembros de la secta Aum condenados fueran ejecutados aumentó en los últimos tiempos con el desplazamiento de varios de ellos.
Shoko Asahara (cuyo verdadero nombre era Chizuo Matsumoto) esperaba desde hacía años en el corredor de la muerte, como 12 cómplices implicados en el atentado con gas sarín que le costó la vida a 13 personas y causó diversas lesiones, algunas irreversibles, a otras 6.300.
Cerca de otros 190 miembros de la secta también fueron condenados en varias sentencias a raíz de ese atentado, el peor jamás ocurrido en Japón.
El 20 de marzo de 1995, según un procedimiento muy pensado, varios miembros de la organización oculta Aum Verdad Suprema, creada por Shoko Asahara, vertieron gas sarín en vagones del metro de la capital.
Habían colocado bolsas de plástico llenas de gas sarín en cinco trenes del metro de Tokio. Agujereadas con la punta de los paraguas, las bolsas dejaron escapar el veneno.
En un primer momento, nadie entendía lo que estaba ocurriendo aquella mañana, en plena hora punta, cuando varios pasajeros salían ahogándose, sin ver nada, de varias bocas de metro de las líneas atacadas.
Un tiempo antes, en lo que pareció ser una suerte de ensayo de los efectos del gas, siete personas murieron en la ciudad de Matsumoto, en el centro del país, y otras 600 sufrieron diversas lesiones, algunas de las cuales, definitivas.
En diciembre de 1999, la secta Aum admitió por primera vez oficialmente su responsabilidad en el atentado contra el metro de Tokio y el de Matsumoto, y se disculpó.
“Han hecho falta 23 años desde el atentado para que se ejecutara la pena, desgraciadamente, los padres de mi marido, que murió en el atentado, fallecieron antes”, lamentó ante la cadena pública NHK Shizue Takahashi, esposa de un empleado de la estación, muerto en el atentado, y presidenta de una asociación de víctimas.