Hablar de políticas

Más allá de los relatos, unos y otros deben hacer un esfuerzo por evaluar la realidad del país, lo construido y destruido en estos 20 años, y desde ahí, hacer propuestas de fondo

La discusión económica sigue fuerte en plena campaña electoral, pero sobre todo, recorriendo terrenos de vaguedades y demagogias. Unos por alejados de la realidad, otros por puro dogmatismo, casi todos repiten consignas o recetas traídas de otro tiempo o de otro país con las que tratan de captar favores sin acabar de entender el fenómeno que realmente se está dando en el país, porque de lo que se trata, parece, no es tanto de buscar soluciones como de buscar culpables.

La verdad es casi siempre un relato, y probablemente el del Movimiento Al Socialismo (MAS) diste mucho de la realidad objetiva de la situación, pues además todas las historias tienden a acabar de una u otra manera, y si se intentan alargar, acaban mal. El MAS cree que ha hecho políticas de izquierda durante 20 años y los opositores le han concedido esa venia, porque resulta apropiado para el enfrentamiento ideológico sobre todo en redes, donde el contexto internacional ha configurado bloques totalitarios predominantemente volcados a la derecha.

La salud sigue atendiendo con criterios de rentabilidad, por mucho seguro universal que se haya implementado, equiparando riesgo vital con quiebra económica.

En las calles sin embargo la realidad se percibe un tanto diferente: los sistemas de protección social siguen basándose en la solidaridad familiar y vecinal; el mercado laboral sigue alejado de las necesidades de competitividad y productividad y solo unos pocos pueden ejercer los supuestos derechos que las normas dicen blindar (al menos hasta que llegan al Ministerio de Trabajo); la vivienda sigue siendo un producto comercial, el sistema financiero, capitalizado principalmente por los ahorros de los trabajadores y sus ahorros de la jubilación, es fundamentalmente excluyente y casi usurero, y el régimen fiscal básicamente no ha cambiado a grandes rasgos en los 20 años de gobierno del MAS, con el IVA siendo el principal de los tributos y pocas políticas de redistribución activa.

Ni siquiera en los sistemas elementales de la salud y la educación se ha sentido la aplicación de una supuesta política de izquierda basada en la calidad y la universalización para garantizar la igualdad de oportunidades, que al fin y al cabo es el meollo de la cuestión. Los colegios privados siguen creciendo y convirtiéndose en la primera opción de las familias de clase media bajo la promesa del ascensor social, y la salud sigue atendiendo con criterios de rentabilidad, por mucho seguro universal que se haya implementado, equiparando riesgo vital con quiebra económica.

Para algunos el Estado es demasiado grande y hace falta recortar, aunque probablemente se refieren a la multitud de empresas públicas de dudosa rentabilidad que se han ido creando sin mayor plan que hacerlo. Otros, sin embargo, ven que siguen teniendo que pagar ítems de profesores y porteros en la educación pública porque nunca llegan, y que las facturas de gastos médicos, pruebas complementarias y demás acaban sangrando cualquier complicación médica.

El país necesita propuestas concretas sobre cómo salir de la crisis, y para ello hace falta evaluar con certeza la responsabilidad de cada uno de los actores involucrados, lo que están haciendo ahora que vienen mal dadas y lo que hicieron antes, cuando se suponía venían buenas. Casi nada ha cambiado sustancialmente, ni en lo público ni en lo privado, y lo cierto es que necesitamos ya que muchas cosas sí lo hagan.


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