El amor del Día del Padre
Nadie quiere necesitar de nadie, pero ninguna política destinada a garantizar la individualidad podrá reportar nunca las satisfacciones que da la familia
En un país como el nuestro, la familia es la base de la protección social, probablemente la única institución a la que acudir cuando afloran los problemas de salud, de trabajo, de vivienda o de otro tipo. Es la institución que da seguridad o, al menos, tiempos de paz. Obviamente siempre hay distorsiones y excepciones, pero por lo general, así es.
El concepto de familia, sin embargo, sigue siendo muy heterodoxo en Bolivia. La familia extendida sigue siendo común respecto a la familia nuclear, y cada vez hay más familias monomarentales, no tanto producto de la enfermedad o el accidente, sino porque muchos matrimonios y parejas no fueron viables antes o después de haber ampliado la familia con hijos.
Nunca es fácil en un país machista como el nuestro moldear la figura clásica del “hombre duro proveedor” hacia modelos que incorporen el cuidado como prioridad
El Día del Padre sale siempre a relucir esta situación, que es producto de múltiples causas, desde la inmadurez manifiesta a la cantidad irracional de embarazos adolescentes que se siguen registrando en todo el país. Niños que han crecido con padres sustitutos, abuelos, madres haciendo de padre y madre o que han logrado formar parte de una familia reconstituida donde de alguna forma se completa el espacio.
No somos quien para juzgar nada, pero el asunto de la responsabilidad en la paternidad es un tema demasiado expuesto como para ignorarlo. En esas es importante encontrar nuevos referentes y nuevos caminos que ayuden a recomponer los vínculos perdidos, porque nunca es demasiado tarde para cumplir con los hijos.
La tasa de natalidad ha bajado sustancialmente en el país en los últimos años, lo cual es una evidencia de que algo se está haciendo en ese sentido: cada vez las parejas son más conscientes de la necesidad de planificar, y las mujeres tienen mejores condiciones para tomar las mejores decisiones.
Al mismo tiempo, las rebeliones acaban dando algunos frutos, y es evidente – aunque incipiente – que el aumento de la conciencia en la igualdad entre hombres y mujeres está también “produciendo” mejores padres, capaces de identificar el modelo de paternidad que quieren mostrarle a sus hijos, muchas veces en contraposición con el propio, y romper cánones culturales en ese sentido.
Nunca es fácil en un país machista como el nuestro moldear la figura clásica del “hombre duro proveedor” hacia modelos que incorporen el cuidado como prioridad y que la provisión no se trate solo de elementos físicos y tangibles, sino también espirituales. Sin duda queda todavía un enorme trecho que recorrer y siempre va a haber retrocesos, pero toca también mirar el lado bueno y apuntalar esos pequeños cambios que al final, provocan revoluciones.
Ser padre en el mundo de hoy, al igual que ser madre, es sobre todo un ejercicio de amor. El individualismo y el egoísmo ha ganado enormes terrenos dentro de nuestras sociedades, otrora más comunitarias; nadie quiere necesitar de nadie, pero ninguna política destinada a garantizar la individualidad podrá reportar nunca las satisfacciones que da la familia.
Feliz Día del Padre y recuerden, nunca es tarde para dar amor.