Morir en flota

Los ministerios de Gobierno y de Obras Públicas deben dar muchas explicaciones y hacer las reformas necesarias para atajar esta sangría incesante de inmediato.

En las fechas de Carnaval ha aflorado una realidad trágica que siempre estuvo ahí, pero que en estos primeros meses del año se ha hecho más visible: más de cien personas muertas en las carreteras de Bolivia en accidentes de flota, una cifra inasumible que golpea de plano al país que no puede seguir viendo como mueren sus hijos sin hacer nada.

El del lunes, con 31 personas muertas y 22 heridas tras n choque entre una vagoneta y una flota, es el cuarto accidente de tránsito con numerosas víctimas fatales que se registra en Bolivia en las dos últimas semanas.

El pasado 17 de febrero, un autobús de transporte público rodó por un barranco, dejando al menos 28 personas muertas y 20 más heridas, también en la carretera entre Potosí y Oruro.

El 25 de febrero, otras 12 personas murieron y cuatro más resultaron heridas luego de que un camión que trasladaba comerciantes se volcara tras chocar con las barreras de un puente en una zona rural de Oruro.

El pasado sábado, el choque frontal de dos autobuses se saldó con 37 fallecidos y 30 heridos cerca de la localidad de Uyuni, en Potosí, donde se encuentra el salar homónimo que es uno de los principales atractivos turísticos de Bolivia y el mayor yacimiento de litio del país andino.

A estas catástrofes de gran dimensión se une un incesante goteo de muertos en accidentes de tránsito de todo tipo, en lo que cada año mueren unas 1.400 personas cada año y dejan cerca de 40.000 heridas de diversa consideración, al menos la mitad en grado de gran dependencia.

Son más de 100 muertos en apenas un mes; al año 1.400 personas pierden la vida en las carreteras nacionales

El asunto debe dejar de considerarse un asunto de suerte o de providencia, porque efectivamente en todo el proceso del transporte hay puntos neurálgicos que atender y cada cual debe asumir la responsabilidad de los hechos sin buscar la intermediación divina en el desenlace final, pues nada tiene que ver Dios con un chofer borracho o un bus en deprimente estado.

Las causas suelen ser múltiples, pero por lo general, es obligatorio buscar la participación de los asuntos clave, como el estado de la vía, del vehículo y del chofer. El fallo humano siempre suele resultar una decorosa salida a un asunto que golpea cada año a tantas familias bolivianas.

Chequear el estado de la vía suele dejar sorpresas a los propios chóferes, pero no siempre se toma tal determinación ni es suficiente. La época de lluvias siempre ha causado estragos en el país y en tiempos de crisis, resulta todavía más costoso encontrar las soluciones, pero desde luego jugarse la vida nunca debería ser una opción y el Ministerio de Obras Públicas, al mando de este tipo de operaciones, debería ser consciente.

El otro aspecto tiene que ver con la seguridad física de los vehículos, donde la inspección técnica es cualquier cosa menos una garantía, y el estado de los choferes, que deben tener experiencia y, sobre todo, estar en perfectas condiciones para manejar. El ministerio de Gobierno es quien está a cargo de todo esto.

Resulta vistoso auditar aerolíneas, pero nuestro día a día nos muestra que la tragedia se vive en las rutas y no en los cielos. Los ministerios de Gobierno y de Obras Públicas deben dar muchas explicaciones y hacer las reformas necesarias para atajar esta situación de inmediato. Los datos son de escándalo y hace falta identificar responsables más allá de los linchamientos puntuales con los que se suelen ventilar los casos.


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