La nueva diplomacia de Trump y Musk

El Gobierno de EEUU ha reconocido que la Ayuda Oficial al Desarrollo y la Asistencia Extranjera debe subordinarse a sus intereses, y por ende, la ha suspendido

El binomio Trump – Musk han avanzado posiciones sobre otra de las fronteras que hacen a lo que llaman “guerra cultural”. En dos semanas liquidaron primero la “Asistencia Extranjera” – en pausa de 90 días mientras se revisa uno por uno cada proyecto – y el lunes liquidaron la Agencia Oficial de Ayuda al Desarrollo, más conocida por su nombre en inglés, USAID, y que en Bolivia ha sido tristemente célebre en varias oportunidades.

Oficialmente la USAID reparte unos 43.000 millones de dólares en todo el mundo, una cifra considerable si se compara con el PIB de Bolivia, que es similar, pero no tanto si se lo hace con el PIB de EEUU que ronda los 30 billones, y menos si se compara con los beneficios que les reporta.

Mientras, el presupuesto de “asistencia extranjera”, mucho menor que el de USAID, servía esencialmente para financiar think thank, producción intelectual, movimientos políticos y otro tipo de asesorías que, aparentemente, promovía los valores culturales estadounidenses, aunque todos leíamos “intereses”, exactamente igual que en la cooperación.

El asunto es esencialmente cultural. Trump y Musk no tienen ninguna intención de mostrarse solidarios con el mundo ni evocar ningún concepto positivo respecto a las grandes amenazas del mundo, que son el hambre y la destrucción del planeta por su sobrecalentamiento, y ni siquiera ven claro que su misión sea la de ayudar a sus aliados en el resto del mundo, al menos a sus aliados tradicionales.

Trump ha condicionado la ayuda militar a Ucrania – en una guerra que empezó por el empeño de EEUU de colocar su escudo antimisiles en las narices de Rusia – a que le entregue los yacimientos de tierras raras

La orden, entre muchas que Trump firmó en su primer día de vuelta en el puesto de presidente, señala que “el sector de ayuda extranjera y la burocracia no están alineados con los intereses estadounidenses y en muchos casos son opuestos a los valores estadounidenses”, y “sirven para desestabilizar la paz mundial al promover ideas en países extranjeros que son directamente inversas a las relaciones armónicas y estables internas y entre países”. Poco más que añadir, ni siquiera esa idea bucólica de que la ayuda oficial al desarrollo contribuye al desarrollo de los países pobres y, así, se frena la migración, porque esencialmente no se justifica.

El binomio Trump – Musk va de frente en ese sentido y por ello están construyendo una diplomacia diferente, donde no hay pactos de buenos contra malos ni toda la parafernalia que solía adornar lo que en realidad siempre fue: una transacción de intereses e influencia por un puñado de dólares para que la gente de esos lugares no se muriera de hambre.

Por si quedaban dudas, Trump lo ha expresado meridianamente ya no en estos asuntos de cooperación, sino condicionando la ayuda militar a Ucrania – en una guerra que empezó por el empeño de EEUU de colocar su escudo antimisiles en las narices de Rusia – a que le entregue los yacimientos de tierras raras en su país.

Son los tiempos que vivimos y de los que nuestros políticos deberían tomar buena nota. Más allá de la guerrilla interna, cada país es responsable de su propio desarrollo. Nadie vendrá a resolver los problemas de nadie y nadie debería creer en manos invisibles que ordenan nada, porque de momento, las que se ven, están bien metidas en el juego y con objetivos claros.


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