El pacto de la uva
Abrir mercados, alargar el periodo de consumo y embotellar son las claves para sostener precios que hagan sostenible la producción
Todas las crisis son reveladoras. Suelen generar oportunidades, descubrir potencialidades y también, derribar mitos. También sirven para poner en su lugar algunas iniciativas que tienen más de vocación que de razón.
Algo de eso hay con la vendimia tarijeña y el afán por exportar la uva de mesa hacia el exterior, un empeño de hace unos años que en este 2025 ya ha sido prácticamente descartado por los productores de la Asociación Nacional de Productores Vitivinícolas de Tarija (Anavit), que reconocen que las dificultades logísticas y los propios riesgos de la actividad hacen que los beneficios potenciales no sean atractivos.
Este reconocimiento debería activar una cadena de reflexión en todo el departamento y en todos los eslabones de la cadena, en tanto el negocio vitivinícola, más allá de ser la ocupación principal directa o indirecta de cientos de familias del departamento, es también buque insignia de la propia cultura tarijeña, que directa o indirectamente se relaciona con otros rubros como el turismo y la educación técnica.
En un año de buenas lluvias como el actual, se estima producir alrededor de 1,5 millones de quintales de uva de mesa y viníferas, de los cuales los productores estiman que el 40% de esta materia prima se destinará para la producción de vinos y singanis, mientras que el restante 60% para el consumo local.
En los últimos años se han incorporado diferentes hectáreas en el valle central y en el Chaco a la producción de uva con nuevas infraestructuras de riego, sin embargo, no se han incrementado en la misma medida las posibilidades de mercado para tanta producción. Por lo general la apuesta de las bodegas más arraigadas ha sido controlar su propia producción y trabajar sobre vinos de mayor calidad y mayor precio mientras que las pequeñas no han logrado todavía automatizar los procesos para aumentar su embotellado. Por otro lado, los mercados de La Paz, Cochabamba y Santa Cruz, de tamaños muy moderados, suman además competencias desde Samaipata y Perú.
El problema viene cuando se concentra la vendimia en unas pocas semanas y toda la uva de mesa inunda el mercado tirando los precios hacia abajo, restando además capacidad negociadora frente a las propias bodegas.
Abrir el mercado de Paraguay o alargar la temporada de venta mediante las cámaras de frío no han resultado suficientes para aumentar las posibilidades y sostener así precios más altos para el productor, que en realidad solo ve viabilidad futura en la alternativa del embotellado – sea vino, sea jugo u otro – por el hecho de que se puede conservar el valor en el tiempo.
Sin duda el vitivinícola es el sector que más posibilidades ofrece para el desarrollo de Tarija y es importante que se sigan sumando esfuerzos e iniciativas para que cada vez les vaya mejor a todos los sectores involucrados. Es importante escuchar a todos los sectores y aportar con esfuerzo y creatividad a ello. No unos sobre otros, sino juntos.
Tarija ha pagado caro la trampa del rentismo, pero se empieza a ver la luz. Contribuyamos todos a que la salida sea sólida y sostenible.