El asunto de las fronteras

No hay mejor política preventiva contra la escasez de dólares que conseguir que el mercado nacional se autoabastezca

Uno de los grandes temas editoriales de El País siempre ha sido fortalecer la producción nacional. Hay muchas vías para ello, abriendo mercados, dando condiciones técnicas y jurídicas, apostando por la educación técnica de calidad y también, sobre todo, protegiendo las fronteras del contrabando.

Tarija es uno de los centros neurálgicos del contrabando tanto hacia (o desde) Argentina como hacia (o desde) Paraguay, cientos de kilómetros en una frontera boscosa y olvidada se ha convertido en un lugar de paso discreto. Durante años los mercados de Tarija lucían repletos de mercadería argentina traída de contrabando aprovechando los problemas del país vecino con su moneda. Miles de productores del otro lado buscaban en Bolivia mayores márgenes de ganancias.

Después de quince años de esto se puede señalar sin temor a equivocarse que el tema del contrabando nunca fue una gran prioridad en la agenda de ningún gobierno. La Aduana siempre fue un ente desconectado e infradotado, quien sabe si perdido en qué asuntos tantas veces denunciados en este y en otros medios.

Con seguridad también hemos necesitado muchos mejores bancos y herramientas financieras que permitieran a esos empresarios hacer crecer sus empresas

De fondo había también cierta certeza de que la producción argentina ingresada de contrabando abastecía un mercado que se otra forma tendría dificultades. Las consecuencias de esa apreciación mezquina y ese complejo de inferioridad está teniendo sus efectos ahora, pues el mayor problema que tenemos en la crisis del dólar es que apenas producimos nada y todo se importa.

Quien sabe si en aquellos tiempos de bonanza se podían haber aplicado medidas para fomentar de verdad la producción nacional, quién sabe qué proyectos, qué patentes, qué negocios podían haber sido protegidos e incentivados, con mejores aranceles, con mejores profesionales, con mejores mercados para así haberse desarrollado plenamente y ahora estar abasteciendo el mercado dejando los beneficios en el país.

Seguramente también necesitábamos mejores empresarios, más formados y con mayor visión para invertir y emprender, y con seguridad también hemos necesitado muchos mejores bancos y herramientas financieras que permitieran a esos empresarios hacer crecer sus empresas. El complejo de inferioridad está en todas partes y el exceso de celo se paga.

Lo curioso es que también hubo algunas corrientes de opinión que consideraban que lo único que la Aduana tenía que hacer era disolverse y abrir las fronteras a todo tipo de producción que llegara de cualquier sitio, porque según la teoría baja los precios y además, estimula la competencia, haciendo que el empresariado local busque soluciones para mejorar su productividad y su ganancia.

Lo cierto es que la teoría nunca se convirtió en realidad, más bien al contrario, pero no deja de resultar curioso que al otro lado de la frontera, ahora que cambiaron las tornas y con el gobierno “más libertario de la historia”, se estén desplegando efectivos para luchar contundentemente contra el contrabando.

No hay mejor política preventiva contra la escasez de dólares que conseguir que el mercado nacional se autoabastezca. No hay mejor manera de lograrlo que potenciar la productividad de las empresas y emprendedores… Corrieron los dólares, pero esto no sucedió. Alguien equivocó el diagnóstico o el discurso.


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