Reconducir la autonomía

Reducir el número de asambleístas es el primer paso para redefinir prioridades y garantizar una gestión más efectiva y eficiente

La Asamblea Legislativa Departamental parece haberse desperezado definitivamente tras meses de hastío y ha definido al menos una prioridad: reducir el número de asambleístas electos. El asunto puede parecer banal, pero, por un lado, hoy por hoy es de las pocas cosas que pueden intentar abordar con éxito y, por otro, es una oportunidad para entrar en otras cuestiones estatutarias que requieren ajustes.

El problema está en el calendario: reducir el número de asambleístas exigen una reforma parcial del Estatuto y por ende, un referéndum. Dicho esto, es importante que la reforma se aplique a partir de la próxima elección, es decir, en marzo de 2026 y para ello apenas hay dos posibilidades para que los ciudadanos puedan pronunciarse sin que el costo se dispare:

Una opción sería hacerlo coincidir con la hipotética elección del Magistrado del Tribunal Constitucional que en Tarija no se elegirá este 15 de diciembre, pero que en algún momento se debería elegir, aunque lo cierto es que apenas nadie considera esta posibilidad como viable, al menos en el corto plazo.

La única posibilidad viable es hacer coincidir el referéndum estatutario con las elecciones generales de 2025

Esto implica que la única posibilidad sería hacerlo coincidir con las elecciones generales de 2025, y aunque habrá docenas de argumentos contrarios a esta opción, hay que recordar que el propio presidente Luis Arce intentó hacer coincidir un referéndum nacional con las elecciones judiciales y, en este caso, la optimización de gastos y costos es un tema vital.

Resuelto el asunto procedimental para el tema específico de la reducción de asambleístas, pues es cierto que otras reformas de fondo seguramente necesitarían más tiempo de debate, toca ponerse de acuerdo sobre los criterios específicos a tomar en cuenta, y en esto, hace coincidir el planteamiento interno con el planteamiento sobre el Pacto Fiscal, por ejemplo, sería importante: si bien el tema de la población es importante para garantizar un reparto equitativo, sea de recursos o de escaños, es necesario que se incorporen criterios de otra índole y que ponderen pobreza o necesidad de desarrollo, pues en esto los núcleos superpoblados ejercen de aspiradora vaciando al resto. Remediarlo pasa por generar oportunidades en los territorios más deprimidos. Hacerlo sin penalizar al núcleo receptor requiere de pactos políticos.

No se trata solo de que ceda Cercado ni de construir una realidad que no se ajusta a lo que se vive en el departamento, sino de priorizar que el diálogo en favor del conjunto sea más plural y más completo.

El modelo autonómico se construyó sobre pilares endebles, ligado a unos recursos volátiles que no se podían controlar y que al final, generaron agujeros profundos: la gobernación se erigió en ente competente para todo y afectó su propia sostenibilidad. Cuando la crisis empeoró, se impuso la desafección y el propio modelo quedó condenado.

Ahora son los mismos políticos que extraviaron el rumbo los que deben contribuir a su reconducción. Lo importante de la autonomía es la capacidad de planificar y gestionar las competencias de proximidad, porque conocen el territorio y las necesidades. No se trata de inventar nada, no se trata de deslumbrar, se trata de ser eficiente y efectivo, y para eso, una Asamblea capacitada y con los mismos atributos es siempre necesario.

Es pronto para juzgar que la autonomía fracasó cuando apenas ha logrado desarrollarse.


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