Santa Anita, San Joaquín y el desafío de hacerse mayor en Bolivia
Nadie en la Caja Nacional de Salud quiere pensar qué pasará con sus propias infraestructuras si la esperanza de vida supera, por ejemplo, los 71,77 años que es el promedio mundial
En Tarija el día de Santa Ana (y San Joaquín), que es el 26 de julio, está dedicado al humor, la diversión y no por casualidad, a la artesanía de las cosas pequeñas. Es la tradicional fiesta de las miniaturas en la que se mezclan tradiciones y supersticiones y al final, los niños y los grandes pasan un buen momento. En el resto del mundo se celebra el día de la Tercera Edad, importado de la tradición católica, por aquello de que los dos santos que se celebran eran los abuelos de Jesús.
Más allá de la raíz cristiana, el “día de los abuelos” es una ocasión excepcional para reflexionar sobre su rol en la sociedad, sus carencias y sus necesidades, sobre todo en un país que envejece a velocidad endiablada como el nuestro y donde queda tanto por construir.
Tener un abuelo es un tesoro, por ello todos debemos empezar a pensar cómo vamos a atenderles o cómo nos van a atender en el momento preciso en el que haga falta
La esperanza de vida ha subido mucho en el Estado Plurinacional en los últimos 20 años superando los 67 años hasta antes de la pandemia, siete más de los que se contaban principios de este siglo XXI, lo que es un salto cualitativo en una sociedad tan frágil y de tan mala salud como es la nuestra.
El dato tiene además una lectura “trampa”, pues viene condicionada por la cantidad de muertes prematuras que se suman en el país, pero lo cierto es que la pirámide poblacional se está ensanchando en su parte más alta: más gente está superando con creces los 70 años y lo que antes era un “problema” de solo unas pocas familias, que eran afortunadas, hoy se convierte en un desafío para las familias modernas de los tiempos de hoy donde a las obligaciones, el trabajo y el ritmo frenético se suma otro asunto al que atender.
El cambio de la pirámide poblacional en un país tan joven como el nuestro obliga a tomar medidas de fondo, pues muchas dinámicas están cambiando. La longevidad hace a la dinámica familiar, en tanto hay abuelos que ayudan al cuidado o a la rutina, pero también que exigen cuidado y atención.
La longevidad tiene sus ventajas y sus problemas, el sistema de pensiones, por ejemplo, se calcula con datos de supervivencia amplísimos que convierte el retorno en miseria, y la miseria ampliada en el tiempo conlleva otros problemas. El de la salud, por ejemplo, pues el sistema hasta ahora está pensado para atender a todos, pero en tasas de supervivencia bajas. Nadie en la Caja Nacional de Salud quiere pensar qué pasará con sus propias infraestructuras si la esperanza de vida supera, por ejemplo, los 71,77 años que es el promedio mundial. Hogares de ancianos dignos, centros de día donde puedan estar bien atendidos, espacios que cuiden de sus capacidades intelectuales y físicas y un largo etcétera de servicios y desafíos se despliegan a la hora de pensar en cómo atender dignamente a los adultos mayores que han dado tanto y que efectivamente, se van a multiplicar.
Tener un abuelo es un tesoro, por ello todos debemos empezar a pensar cómo vamos a atenderles o cómo nos van a atender en el momento preciso en el que haga falta. Bolivia es un país joven, pero pensar en los ancianos es una obligación moral. Evitémonos ese trauma.