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10 de mayo: periodismo, engagement y alegría

El oficio más lindo del mundo casi siempre estuvo en crisis; las redes han globalizado en el entretenimiento y anonimizado lo local, pero conviene recordar que los periodistas son también tus vecinos

Este 10 de mayo, Día del Periodista Boliviano, nos sorprende en medio de una inusitada crisis política y económica en el país a más de 16 meses de las elecciones, lo que viene a añadir desafíos a un oficio de por sí, muy golpeado.

Así, lo que solía ser una fiesta en la que contar batallitas de supervivencia, anécdotas sobre exclusivas y oros momentos épicos del mejor oficio del mundo parece se va tornando en la enésima fecha destinada a la reflexión sobre la importancia del periodismo, del acceso a la información veraz y confiable y del rol que este juega para la democracia.

Es verdad que ninguna reflexión sobra, aunque conviene huir de los fatalismos: el periodismo nació en crisis y su modelo de negocio siempre ha sido de alto riesgo, antes cuando había que vender mucho papel para que los anunciantes consideraran que era una buena idea incluir alguna publicidad ahí, y ahora cuando hace falta tener mucho “engagement” y estar en “la conversación” para que los anunciantes te consideren “a la altura” de esos influencers que algún día dieron un  pelotazo con algún gag chistoso. Son las nuevas “cosas del oficio”.

Mientras llenan los bolsillos de Zuckerberg, Musk y los magnates chinos del TikTok, nos ahogan un poquito más, robando no tanto la dignidad profesional sino el derecho de los ciudadanos a estar bien informados.

El 10 de mayo es un día en el que tenemos derecho a putear contra el algoritmo, a renegar por las prioridades del consumidor – que ya las marcas ni lo consideran lector – y a burlarnos de esas famas efímeras que alguien se “labró” dando un saltito aquí o allá o convirtiéndose en carne de meme. Hoy es un día en el que sí podemos maldecir esas prácticas de consumo frívolo y morboso que practica casi la misma gente que después se hacen los exquisitos: “no hay periodismo de investigación” o “ya no se hacen reportajes como los de antes”.

Sin duda atravesamos un tiempo complicado. Las redes sociales venden que cualquier marca puede llegar a sus consumidores de forma directa sin pasar por el filtro del periodismo y eso lo han aplicado también los políticos de todos los rangos que siempre le tuvieron un miedo atroz a dar explicaciones ante un micrófono o una grabadora, con el añadido de que así, mientras llenan los bolsillos de Zuckerberg, Musk y los magnates chinos del TikTok, nos ahogan un poquito más, robando no tanto la dignidad profesional sino el derecho de los ciudadanos a estar bien informados.

El 10 de mayo puede ser un buen día para reflexionar sobre qué se debe hacer para garantizar la existencia de prensa libre e independiente ahora que sabemos que no pasa ni por la publicidad ni por las suscripciones y que no vendrá ningún gran fondo de inversiones tipo Black Rock a trabajar a pérdida para proteger alguno de sus intereses especulativos, pero es sobre todo un buen día para recordar que el periodismo es un fenómeno local que practican vecinos y vecinas de toda la vida, gente que disfruta los éxitos de su pueblo y, sobre todo, padece sus problemas; que el periodismo es una cosa que se hace en la calle, todos los días, por gente a la que le preocupa su ciudad, su barrio, su monte y su país, igual que a usted.

En esas, con el agua al cuello por la creciente presión política y los afanes totalitarios de los gobernantes, hoy es un día para reivindicar la simplicidad del periodismo, para reivindicar el derecho a hacer cosas nuevas, a crear con imaginación, a reinventarse y a servir.

Mañana ya le pediremos que se suscriba, hoy solo le pedimos que piense como sería esta ciudad y este país sin periodistas.


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