La libertad de Tarija

En Tarija no se pide ser escuchados, sino formar parte de las decisiones

La gesta libertaria de Tarija seguramente nunca fue bien ponderada e incluso se usan algunos de esos elementos como chascarrillo, porque es verdad, de entrada la Batalla de La Tablada, aquella desde la que se empiezan a contar nuestros días en libertad, fue el 15 de abril de 2017, casi una década después de que empezaran los primeros gritos libertarios de nuestros vecinos, pero es que además nos costó unos cuantos años más concluir esa tarea emancipadora, y de ahí nuestra incorporación tardía al Estado de Bolivia de creación también tardía en 1825 y que también alimenta los prejuicios distorsionados de la identidad.

Lo cierto es que Tarija tiene una larga tradición de independencia, ejercida de hecho y de derecho, y donde sus gentes han formado parte de la toma de decisiones muy por encima de jerarquías y mandatarios. Durante la colonia, la capital tarijeña enfrentó varios cambios de mano entre particiones, corregimientos y circunscripciones eclesiásticas, y en todas ellas acabó teniendo la última palabra, y no tanto en la decisión como en la propia administración, pues mientras algunos discutían sobre la pertenencia, la vida no se detenía.

Después vino el episodio de la adhesión a Bolivia, intermediada por muchos factores que apuntalaron la decisión, sobre todo de las simpatías y antipatías de los líderes independentistas y también de los cálculos de potencialidades económicas. Después vinieron largos años más que de estabilidad, de olvido, pues Tarija no dejaba de ser una aldea fronteriza por donde pasaba todo aún lejos de todo, y más desde que la capitalía se fue a La Paz. No fue hasta la Guerra del Chaco cuando algunos hicieron cuentas para abrir caminos y mandar soldados a este lado desconocido y donde los tarijeños lograron tomar conciencia plena de su pertenencia a este país.

Después es evidente que Tarija formó parte de todo movimiento destinado a ganar autogestión y aquí el matiz es importante. No se pidió tanto por la carretera a Potosí como por la descentralización, y no se peleó tanto por las vías vertebradoras como por la autonomía y eso sí se trata de identidad, pues no se trata del tener, sino del ser.

La Tarija de hoy tal vez sería diferente si no nos hubiera tocado la “suerte” de los hidrocarburos, cuya historia se resume rápido. El gas “apareció”, se exportó con fruición, especialmente cuando los precios estaban bajos porque hacía falta cubrir los topes y a lo que nos hemos dado cuenta, no queda una molécula que llevar a ningún sitio. Alguna vez pedimos ser parte de la gestión y nunca nos lo creímos del todo, y tal vez eso nos “salvó” de construir un desarrollo distinto pensando en el largo plazo mientras otros solo pensaban en sacar todo y salir corriendo. Es curioso que esos mismos nos sigan asegurando que llegarán millones si les cedemos lo único que es un poco nuestro: Tariquía.

Ya sin apenas recursos que sumar al Presupuesto, Tarija vuelve a las cosas que hacía en esta frontera alejada un poco de todo, dónde se puede vivir bien sin necesidad de pisar a nadie ni arrasarlo todo y donde no se pide ser escuchados, sino formar parte de las decisiones.

Que siga el mes de abril.


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