Los desafíos de la autonomía
Tarija sigue estando entre los departamentos con mayor renta per cápita, con mayor cobertura de servicios básicos y que más población ha logrado fijar en el territorio
El mes de Tarija inicia su despedida y tal como estaba previsto, la crisis económica y la agitación política han eclipsado los festejos cívicos y sus debates más trascendentales, aunque el tema se va centrando: defender la autonomía implica reformarla para asumir más responsabilidades que deriven en más libertad.
El proceso autonómico no surgió por esporas, Tarija tiene una larga tradición de autogestión y de amor a su libertad desde antes de la colonia, acentuada con aquellos procesos burocráticos con los que asignaban corregidores y prefectos y cimentada tras la guerra civil donde ganaron los supuestos “federales”, que olvidaron sus planteamientos ni bien se llevaron la sede de Gobierno a La Paz.
El proceso autonómico no surgió por esporas, Tarija tiene una larga tradición de autogestión y de amor a su libertad desde antes de la colonia
Aunque a finales del siglo XX la descentralización era una demanda, pronto se vieron sus costuras. A partir de ahí la demanda por autonomía fue creciendo y es posible que en 2005 chocaran dos modelos de país a medio construir/definir, que se apuraron el uno al otro, dejando como consecuencia un modelo de Estado incapaz de resolver las demandas por pura desconfianza de unos frente a los otros.
La autonomía se incluyó en la Constitución, pero fue la Ley Marco de Autonomías la que acabó por secuestrarla, vinculando cualquier proceso financiero a la autoridades del Ministerio de Economía e incluyendo multitud de trampas para descabezar las instituciones a poca contradicción o discrepancia que surgiera.
Esa Ley Marco de Autonomías también remitió a un Pacto Fiscal que a la fecha, quince años después, sigue sin concretarse por al menos dos motivos tangibles: el reparto de competencias en la Constitución es timorato y miedoso, con el fin de que nadie se exponga demasiado a la hora de asumir toda la responsabilidad. El segundo es que nadie quiere crear un solo impuesto.
Así, la financiación de la autonomía departamental depende de los volátiles ingresos del negocio del gas, en franco retroceso ahora, pero que ha dejado millonadas en su momento, y de la capacidad del Gobernador de cortejar al gobierno central: en Tarija apenas cuatro años de 19 ha habido sintonía partidaria, y fue resultado de un interinato.
Nada de esto ha pasado y nadie hasta ahora ha logrado darle una dirección propicia más allá de ejercer de auditor extremo. La Asamblea ha perdido su propio sentido de la existencia, pero aun así, el problema no es la autonomía.
Resulta tentador criticar los procesos de estos últimos 20 años y concluir que todo se ha malgastado, pero Tarija sigue estando entre los departamentos con mayor renta per cápita, con mayor cobertura de servicios básicos y que más población ha logrado fijar en el territorio.
Es verdad que no se ha completado la conexión con el Chaco y que otras vías clave están en riesgo, pero también lo es que se ha apuntalado la cadena de uvas, vinos y singanis y otras iniciativas turísticas, dando alternativas de desarrollo en un departamento lejos de todo.
Es tiempo de reflexionar a fondo y fijar prioridades. El centralismo nunca resolvió los problemas estructurales, mucho menos dio alegrías.