Las nuevas derechas

En estos tiempos de información globalizada, de personas polarizadas que consumen para reafirmar sus creencias y no para aprender vale la pena estar bien informado

Con el despegue de las primarias en el partido republicano de Estados Unidos, donde el expresidente Donald Trump ha obtenido una amplia mayoría consolidándose como el más claro favorito para disputar la presidencia a Joe Biden en noviembre, ha quedado claro que esa forma de hacer política no solo sigue vigente, sino que tiene capacidad de resistir a la derrota, algo que se había cuestionado desde muchos análisis donde la extrema polarización se interpretaba como una moda más que como un punto de partida para el análisis de la realidad.

Trump se ha convertido en el prototipo de la nueva derecha que parió el Tea Party y que a su vez había tenido incipientes pioneros en Europa y en algunos recónditos lugares de Asia y África y que en realidad es una reinterpretación de los extremos escenificados en la primera mitad del siglo XX. Casi todos tienen en común que son capaces de decir cosas que los políticos no decían, a veces por decoro, a veces por cuidar las espaldas y a veces por no romper el status quo. Decirlas categoriza a la casta y te pone al frente.

Esa forma de hablar sobre migración, pero también sobre la pobreza o la religión catapultó a Donald Trump en 2015. Quería hacer un muro con México y que además, lo pagaran los mexicanos. Además, activó las poderosas palancas del anhelo “Make America Great Again” y explotó los conceptos del Atlas sobre “libertad” para posicionarse en lo económico del lado moderno del neoliberalismo, aunque luego en la práctica ejerciera el proteccionismo con saña. Su amplitud de registros le permitió conectar precisamente con las clases populares trabajadoras de los estados industriales, amenazados por la globalización, quienes al fin y al cabo siguen siendo su gran base votante.

La concreción electoral del discurso teórico ideológico que logro Trump y sus brillantes secuaces a cargo de la estrategia ha servido de inspiración para otros muchos candidatos en el mundo dentro de esa aspiración de la nueva derecha: los ejemplos victoriosos son Jair Bolsonaro en Brasil, Giorgia Meloni en Italia o Isabel Díaz Ayuso en Madrid. También hay muchos otros que han salido derrotados.

Por lo general agitan la ilusión de la libertad y trazan líneas entre un “nosotros” y un “ellos” con las que dividen a buenos y malos, beneficiados y perjudicados. Por lo general la culpa nunca es del mercado sino “del socialismo”, y siempre se da por hecho que los funcionarios públicos son agentes al servicio de una élite corrupta mientras que el empresario privado es un emprendedor ilusionado dispuesto a invertir para construir un mundo mejor sin mirar sus beneficios.

El último alumno aventajado es Javier Milei, que ha escenificado como nadie el trumpismo, aunque aparentemente tengan diferencias irreconciliables en lo económico. Su camino recién ha empezado y ya muchos argentinos han roto el idilio despertando en pesadilla.

Lo curioso es que al frente no parece haber nadie tratando de poner en valor las ideas contrarias; aquellas que hablan de la solidaridad organizada, de la necesidad de garantizar las necesidades básicas para ser libre y no esclavo y que no son necesariamente aquellas de la ecología social.

En estos tiempos de información globalizada, de personas polarizadas que consumen para reafirmar sus creencias y no para aprender o informarse, vale la pena preguntarse si no nos dirigimos irremediablemente al pensamiento único y al autoritarismo. Toca abrir los ojos para estar bien informado.


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