Las imposibles carreteras tarijeñas

A poco que perdamos el tiempo, el poco firme del que hoy disfrutamos se volverá de nuevo tierra y pedruscos, con todo el riesgo que eso implica

La inversión en carreteras en Tarija en el año que se cerró ha sido especialmente bajo. Casi nada se acaba nunca en plazo y casi todo lleva más de una década prometiendo avances, mientras lo que está en uso, se deteriora a velocidades hipersónicas.

Tarija fue desde siempre un departamento maltratado en sus comunicaciones. Empezó el siglo XXI y su capital no conectaba con asfalto con ningún sitio: ni al norte, ni a Bermejo, ni al Chaco. Apenas la ruta 9 cruzaba la Región Autónoma en su afán por llegar lo más rápido desde Santa Cruz a la Argentina, parecido al ferrocarril.

Con el tiempo se conectó la salida por Bermejo con la capital, pero sea porque la construyó una empresa brasilera y esto de la geopolítica se toma muy a pecho, la ruta resultó especialmente sinuosa y hoy por hoy, destrozada. Después se conectó con Potosí en lo que es la ruta más “larga” del país por el largo tiempo que se dedicó: más de una década en la construcción de un tramo nunca fue inaugurado por lo que pudieran decir.

Al final se abordó la ruta al Chaco, que fue objeto de deseo de todos y que dio origen a la interpretación particular del 70-30% de las concurrencias con el Estado para este tipo de infraestructuras, ya que la Gobernación de aquel entonces prefirió hacer la licitación de sus tramos que pagar su parte. Años y años de construcción para una tramo que aún no se acaba y que ha dejado ya momentos traumáticos, como el pasaje de Entre Ríos – Palos Blancos, contratada a una empresa española sin experiencia ninguna a este lado del océano, que recibió todos los favores y ayudas para modificar – empeorando – todos los requisitos técnicos de la construcción – curvas, taludes, pendientes – y salió a la carrera ni bien se acabó para no ver ni qué pasaba en los dos años de obligado mantenimiento.

Hoy no son demasiadas las rutas en construcción, básicamente porque se ha tirado la toalla en muchos casos, pero lo poco en marcha es un tormento similar: el desdoblamiento de la ruta 9 entre Pajoso y Yacuiba ha estado muy cerca de concluirse, pero sigue pendiente, mientras que se rescindió la obra Choere – Acheral y su nueva licitación, para variar, sufrió problemas.

Además, hay algunos abandonados, ya no el angosto, sino La Central – Río Isiri, la San Antonio – Caraparí y como no, Canaletas – Entre Ríos por la variante o por el camino de la red vial fundamental, que son tramos vitales y de los que apenas nadie se hace cargo.

Tarija se ha quedado sin recursos para abordar este tipo de obras que nunca fueron una competencia exclusiva propia, sino que hay una responsabilidad del Estado que no cumple. Es necesario que pronto se haga una nueva Cumbre Vial en la que se establezcan soluciones para los caminos en marcha mal atendidos y para fijar las prioridades de desarrollo para los próximos años.

Es preciso que seamos capaces de elevar el problema al nivel de preocupación pública, que el Gobierno atienda y se sensibilice con un departamento siempre abnegado y pendiente de los cálculos de los poderosos, porque a poco que perdamos el tiempo, el poco firme del que hoy disfrutamos se volverá de nuevo tierra y pedruscos, con todo el riesgo que eso implica.


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