Las urgencias de la Universidad

Hace tiempo que no se debate sobre la calidad educativa, sobre los niveles de exigencia, sobre la universalidad de la educación superior, sobre la necesidad de aportar más o de educar mejores profesionales

El problema de la Universidad Pública en general y la de Juan Misael Saracho en particular no tiene que ver con sus procesos electorales ni se puede achacar a una gestión en particular. Se trata seguramente del órgano público más institucionalizado del país, pero el problema es que lo que se ha institucionalizado es la burocracia y las lógicas de reproducción del poder, donde lo menos importante son los alumnos, su cualificación o el aporte científico a la comunidad, y lo más, los sueldos de sus profesionales.

No es que el problema se circunscriba solo a la Juan Misael Saracho, en general los profesionales de la educación más comprometidos con sus alumnos están en peligro de extinción en todos los niveles, pero mucho más en los niveles superiores, como viene demostrándose año tras año.

La Universidad pública tarijeña no figura en ningún ránking mundial, ni latinoamericano, ni sudamericano que mida la calidad educativa que se imparte de acuerdo a criterios estándar. Siempre cabe la duda de en qué lugar se ubicaría en uno oficial nacional, pues es verdad que el resto de universidades del país tampoco son un ejemplo de la exigencia ni la virtud docente, pero más allá de los estudiantes universitarios y su calidad profesional posterior, la realidad indica que hace tiempo que de la Juan Misael Saracho no sale una investigación decente que tenga impacto o alguna aplicación práctica que contribuya al bienestar de la población tarijeña.

Esencialmente está ausente de todos los temas de debate real en el país y no aportan soluciones a los problemas regionales, aunque algunos de los docentes jóvenes o privilegiados alardean de grandes contactos y proyecciones. Es verdad que es injusto generalizar, pero como mínimo hay un serio problema de comunicación.

La deriva universitaria boliviana en este mundo globalizado no es halagüeña, pero sería injusto culpar de los malos resultados de la comunidad universitaria nacional en general y de su escaso aporte a la comunidad científica al sistema de gobierno y gestión de las propias universidades, es decir, a la famosa autonomía universitaria y su cogobierno docente – estudiantil. Sería injusto porque además se suele mirar más a los estudiantes, que por definición están de paso y miran por su beneficio personal – aunque tal vez serían otros los elementos que se deberían ponderar en ese análisis personal -, que, a los docentes, que son quienes deberían mirar por el prestigio institucional sostenido en el tiempo.

La Universidad se ha dotado de sus métodos para elegir a sus autoridades, incorporando la elección directa y no, por ejemplo, la designación del Rector por parte del financiador o un mero criterio de longevidad y experiencia. No se trata de un concurso oposición sino de una elección, y el problema no es tanto la democracia como el populismo. Ahora que la UAJMS tiene Rector, toca exigir resultados tangibles.

Hace tiempo que en la Juan Misael Saracho no se debate sobre la calidad educativa, sobre los niveles de exigencia, sobre la universalidad de la educación superior, sobre la necesidad de aportar más o de educar mejores profesionales, pero sí sobre obras, viajes de estudios, facilidades y “becas trabajo”, y así han ido pasando unos y otros durante demasiado tiempo, con los resultados que tenemos.

La Universidad necesita un sacudón, renovar sus ambiciones y comprometerse localmente pensando globalmente. No dejemos los debates importantes para las elecciones, porque básicamente, no funcionan.


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