Argentina, la decisión

Tal vez lo mejor de la campaña de la segunda vuelta es que ha bajado la intensidad en Argentina, ese país acostumbrado a correr a toda velocidad hacia el abismo

La polarización se ha instalado de tal forma en la Argentina que es prácticamente impredecible saber qué pasará esta noche cuando cierren las ánforas. Las encuestadoras han perdido la credibilidad hace tiempo, pues lejos de predecir un escenario, parece que operan para configurarlo, mientras que los grandes medios de comunicación están notoriamente editorializados así como los principales analistas.

Milei ganó las PASO pero no creció nada en la primera elección, lo que de entrada le ha dejado en gran minoría en las cámaras parlamentarias. Massa, por el contrario, ganó con casi un 37%, pero faltan muchos votos hasta el 51% y ni los peronistas de provincias ni la izquierda troskista pueden garantizar el endoso del voto.

Las estrategias de uno y de otro de cara a esta recta final han sido notoriamente calculadas y de resultado incierto

Las estrategias de uno y de otro de cara a esta recta final han sido notoriamente calculadas. La de Massa ha tenido un poco más de coherencia respecto a lo que él simboliza dentro del ecosistema peronista, que es de lo más diverso. Obviamente Massa no es kirchnerista y apenas se le presupone cierto izquierdismo y cierto nacionalismo, algo que puede acabar desmovilizando a las bases más jóvenes a los que no les hace ninguna ilusión aquello del “gobierno de unidad nacional”, que suena a algo extraordinariamente casposo propio de la demonizada casta política argentina.

Con todo, lo de Massa es más digerible que los escorzos que ha hecho el candidato de La Libertad Avanza, que de ser el azote de esa casta ha acabado abrazando a Patricia Bullrich y Mauricio Macri y recogiendo cable en casi todas las propuestas que lo dispararon en los tiempos de la ira: dolarización, eliminación de subsidios, acabar con los servicios públicos gratuitos, etc.

El debate además dejó malparado a Milei, que aun con su pretensión de proyectar una imagen moderada que le haga verse como un posible presidente de la segunda economía de Sudamérica y una de las del G20, no dejó de mostrar inexperiencia y una inestabilidad emocional que le ha pasado factura.

Tal vez lo mejor de la campaña de la segunda vuelta es que ha bajado la intensidad en Argentina, ese país acostumbrado a correr a toda velocidad hacia el abismo parece haber topado de repente con una realidad probable que, pase lo que pase, puede acabar por arruinar el alambre que lo sostiene todo y que no es otra cosa que ese poderoso pueblo trabajador y brillante que ha construido un país para todos y todas y del que (casi) todos y todas están orgullosos más allá de sus problemas coyunturales.

 En lo concreto, casi nada cambiará en la relación gasificada e ilícita con Bolivia gane quien gane, porque el contrato del gas se acaba y el contrabando y el narcotráfico seguirá mientras allá demanda más allá delo que digan los gobiernos, pero no hay duda de que lo que pase acabará afectando a todos en este continente en el que nos necesitamos tanto y hablamos tan poco.


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