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Luchar contra el alcohol

Se estima que en Bolivia un 70% de las personas mayores de 18 años consume alcohol regularmente

El 15 de noviembre se celebra el Día Mundial sin Alcohol, una efeméride promovida por la Organización Mundial de la Salud (OMS), con la finalidad de concienciar a la población mundial acerca de los daños físicos y psicológicos que ocasiona el consumo de este tipo de sustancias en nuestro organismo. Es de vital importancia fomentar la responsabilidad en el consumo de alcohol, especialmente en los jóvenes.

En Bolivia constituye uno de los principales problemas de salud y también de orden público, siendo además uno de los temas que desencadena mayores problemas sociales con impactos graves en la familia. Se estima que en Bolivia un 70% de las personas mayores de 18 años consume alcohol regularmente, aunque a diferentes niveles. El cálculo indica que en Bolivia se consumen 8,9 litros por persona al año, sin embargo, la distribución es mucho más irregular.

Al respecto, la OMS implementó el Sistema Mundial de Información sobre el Alcohol y la Salud, con el objetivo de manejar datos referidos a la intensidad y las características del consumo de bebidas alcohólicas, sus consecuencias sanitarias y sociales, así como la implementación de las políticas pertinentes.

En el siglo XX el alcoholismo fue declarado como enfermedad, siendo la principal causa de las 3 millones y media de muertes cada año, debido a los accidentes de tráfico que ocasionan, así como los traumatismos y discapacidades que afectan a unos 50 millones de personas.

El consumo excesivo de alcohol ocasiona riesgos y consecuencias para la salud, generando más de 200 enfermedades y trastornos físicos y mentales que van desde las dificultades cardíacas y hepáticas a pérdidas de memoria y problemas de irritabilidad y violencia.

El problema esencial del alcohol es que al tratarse de un producto de consumo legal, está socialmente muy tolerado y es omnipresente en las celebraciones de toda índole, lo que garantiza de alguna manera su perpetuación en las nuevas generaciones, pero también que se hacen demasiados pocos esfuerzos por erradicarlo.

La OMS plantea una serie de medidas que desincentivan el consumo y que en Bolivia, aunque se intentan, son desbordadas, como la regulación en la venta y comercialización mientras proliferan los sitios clandestinos 24 horas; promulgar leyes y normas sobre la conducción de vehículos en estado de ebriedad, cuyos efectos se disuelven en la corrupción intrínseca a la medida; aplicar mecanismos tributarios y de fijación de precios para disminuir la demanda de bebidas alcohólicas, que topan directamente con el contrabando.

Así, las batallas suelen reducirse a las campañas educativas, de impacto limitado en tanto poco pueden hacer contra un megacarnaval aderezado por ingentes cantidades de alcohol.

Ahora, mientras se da con la tecla, toca que las autoridades se comprometan al menos con los tratamientos que ayuden a la desintoxicación: es urgente que a las personas que intentan salir de esa lacra se les ayude para que lo logren. Ojalá ahí al menos encontremos acuerdos que ayuden a combatir uno de los problemas más graves de este país.


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