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Israel y los juegos con fuego

En el mundo hace tiempo que se viene rumiando aquello de la tercera guerra mundial, y hasta hace no mucho parecía haberse perfilado lo suficiente… pero no

Nada parece que vaya a poder hacer cambiar de opinión al gobierno israelí en su ofensiva contra Gaza, posiblemente porque desde que se conformó estaban buscando algo parecido. Netanyahu aceptó la alianza con la derecha ultranacionalista que solo contemplan una solución para la convivencia con Palestina: echarlos al mar.

Seguramente Hamás estuvo trabajando en esa lógica desde que se conformó el gobierno el pasado invierno, y aunque resulta complicado creer que una de las inteligencias militares más potentes del mundo no se enterara de lo que iba a suceder aquel sábado 7 de octubre, lo cierto es que las acciones fueron salvajes y condenables, tanto para que resulte complicado creer que no esperaban una reacción de ese calibre de Israel tolerada de entrada por el mundo occidental, porque efectivamente las salvajadas se narran de distinta forma según  por donde vengan.

A estas alturas, Israel aún titubea en la incursión terrestre, que en realidad puede ser más justa que bombardear indiscriminadamente edificios civiles, incluyendo hospitales, pero en cualquier caso, no duda en asegurar que la “guerra” será larga y cruenta.

Gaza ni siquiera es Estado, ni tiene ejército, y es un territorio técnicamente ya ocupado e intervenido

En ese contexto, llama la atención el despliegue político internacional que el Estado de Israel ha llevado a cabo, con presiones específicas en medios de comunicación, embajadas, empresas y políticos. No es menor la cantidad de noticias de los medios centrales que cada día cambian de enfoque, ni los tibios posicionamientos que los políticos de primera fila están haciendo. En estas, Europa se lleva la palma mientras Joe Biden calcula al detalle cada una de sus palabras.

El objetivo del despliegue, aparentemente, trata de mantener el asunto en una crisis regional donde la menor cantidad de gente posible meta sus narices. El reciente ejemplo de lo sucedido en Ucrania da aún más alas a los israelís que insisten en argumentar su legítimo derecho a la defensa siendo esa la única similitud, forzada, que se pueden trazar entre los dos conflictos, pues Gaza ni siquiera es Estado, ni tiene ejército, y es un territorio técnicamente ocupado.

En el mundo hace tiempo que se viene rumiando aquello de la tercera guerra mundial, y hasta hace no mucho parecía haberse perfilado lo suficiente: Rusia había abierto las escaramuzas con el tema de Ucrania mientras China, todopoderosa, amenazaba Taiwán haciendo retroceder a Estados Unidos. La pandemia creó todavía un clima más propicio para el canibalismo, no al revés, y en general los países del “sur global” – ese concepto – han perdido el miedo y aceptan posiciones divergentes con occidente en lo que ha venido a llamarse: multilateralidad. Sin embargo, parece que es la crisis de las hipotecas chinas, por el sobreendeudamiento asumido, lo que ha contribuido como nada a rebajar la tensión en un mundo cada vez más dispuesto a anteponer lo económico a cualquier otro principio.

Es posible que Israel esté aprovechando este desconcierto internacional para cumplir con los objetivos iniciáticos de su propio Estado. Ojalá el mundo recuerde que en cualquier momento, todos podemos volar por los aires, y que hay menos posibilidades si los poderosos no juegan con fuego.


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