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La prioridad familiar del turismo

El rubro ha cambiado mucho en los últimos años y también a raíz de la pandemia: la gente quiere compartir el tiempo y conocer, no solo descansar

En 1979, la Organización Mundial del Turismo (OMT) proclamó el 27 de septiembre como el Día Mundial del Turismo, para conmemorar el aniversario de la aprobación de sus Estatutos. La fecha se considera además apropiada porque coincide con el final de la temporada alta de vacaciones del Hemisferio Norte, y el comienzo en la mitad sur.

En su momento nadie tenía muy claro para qué era necesario un Día Mundial del Turismo, pues en los años 80, y aún hoy, hacer turismo era considerada una actividad elitista, pero el concepto ha evolucionado mucho.

En algún momento, hacer turismo estaba ligado a los periodos vacacionales largos y consistía simplemente en viajar a algún lugar que garantizara casi por igual descanso y diversión. Las costas del Mediterráneo europeo se convirtieron en rápido paradigma de este modelo. Se levantaron edificios como si se tratara de Manhattan, se avasalló el litoral, se construyeron nuevas playas volcando toneladas y toneladas de arena y se construyó una tupida red de chiringuitos, hoteles y restaurantes. Este modelo también se expandió a las costas de América y se perfeccionó en las playas paradisíacas del Caribe bajo el mismo concepto: descansar y divertirse.

El turismo se asocia a las vacaciones, pero ya no consiste en descansar y divertirse, sino también en conocer y aprender

Después tanto el interior de Europa como de Estados Unidos empezaron a valorizar la montaña como lugar para hacer turismo, igualmente de élite, habilitando espacios para garantizar el descanso y la diversión, introduciendo en este caso algunas novedades importantes que hoy resultan centrales en los paquetes vacacionales largos, pero también en la experiencia mínima de fin de semana: por un lado, conocer sitios nuevos y por otro, experimentar cosas nuevas, sobre todo, deportes. El esquí es el paradigma de este tipo de turismo.

A partir de los años 80 el turismo se masificó en todo el mundo por el incremento tanto de la oferta como de la demanda: las clases medias consolidaron su derecho a vacaciones y unos ingresos que garantizaban esa posibilidad y los touroperadores diversificaron la oferta para acercarla a todos los bolsillos. Y hasta hoy.

Después de los durísimos años de la pandemia, que prácticamente arrasaron el sector, el turismo está experimentando un auge sin precedentes, a pesar de las turbulencias económicas, en todo el mundo. Los encierros obligados han revalorizado el tiempo y han ordenado las prioridades: compartir con la gente que se quiere y descubrir nuevos lugares se ha convertido en algo muy importante, aunque eso sí, el turista potencial tampoco es un aventurero, sino que necesita tener cubiertos ciertos servicios mínimos que le den seguridad. El más importante de ellos, la red de salud disponible.

Tarija en particular de cara al turista interno tiene la potencialidad para ofrecer el turismo necesario que buscan las actuales generaciones; Bolivia suma algunas dificultades más para seducir al turista internacional, pero desde luego, apuntalar este rubro es ganancia plena en el mediano plazo, siempre y cuando se haga de forma sostenible.

El turismo se aprende en casa. Fomentémoslo.


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