Actualizar la COB

A pesar de los graves problemas en el mercado laboral y la infinidad de promesas sobre industrialización sin cumplir, el debate en la COB es si apoyar a Evo o a Arce

Que el papel de la Central Obrera Boliviana (COB) en el país ha dejado de ser útil para la inmensa mayoría de los trabajadores del país es una obviedad. Desde hace demasiado tiempo el único motor de su acción es lograr que los altos salarios en las empresas del Estado se mantengan, y apenas, pues ni siquiera han alzado la voz en intervenciones como la de AASANA, donde los derechos de los trabajadores fueron pisoteados en nombre de la rentabilidad del mercado.

Asuntos elementales como la conservación del poder adquisitivo o el importe de la jubilación se ha subordinado a los intereses del gobierno y ni mencionar otras cuestiones como las medidas de estímulo para la contratación de personas jóvenes o las cuestiones de discriminación de las mujeres dentro del mercado laboral. Lo cierto es que la Central Obrera, intocable en ciertos círculos intelectuales que la consideran clave en la construcción de la Bolivia post-52 y que es una idealización de algo que podía pasar, pero no sucedió, siempre fue un constructo de arriba hacia abajo, tomando referencias externas en un país con características propias que necesitaba entenderse más a sí mismo para protagonizar su desarrollo, que se supone, es el objetivo de cada revolución.

Morales parece que se acaba de acordar ahora que Huarachi primero pidió su renuncia en noviembre de 2019 y después se quedó callado ante la congelación salarial de Jeanine Áñez

El MAS no nació con la Central Obrera, pero en 2010, cuando Morales fue retirando algunas banderas de lucha de la primera línea, fue prácticamente abducida por el gobierno, que necesitaba más aliados populares. El obrerismo siempre apuntala un discurso revolucionario, aunque los resultados sepulten el relato: el empleo formal se ha ido destruyendo, las empresas se han debilitado y la precariedad del autoempleo, el gremialismo y la gastronomía de subsistencia es lo que está absorbiendo el excedente de la fuerza laboral pese a que se llevan años prometiendo industrializaciones que al final, no se materializan.

A pesar de los graves problemas en el mercado laboral y la infinidad de promesas sobre esa industrialización sin materializar – este año son otros 33 proyectos prometidos con 3.300 millones de bolivianos cada uno – el debate dentro de la Central Obrera Boliviana (COB) parece ser si apoyar a Luis Arce o apoyar a Evo Morales en la pugna por el control del Movimiento Al Socialismo (MAS) y por ende, la postulación electoral de 2025.

Morales parece que se acaba de acordar ahora que el dirigente de la Central Obrera, que por cierto sigue en el cargo desde 2019, primero pidió su renuncia en noviembre y después se quedó callado ante la congelación salarial de Jeanine Áñez. Arce, mientras tanto, parece creer que tiene un aliado firme en la Central Obrera, cada vez más asimilado dentro de la estructura de las matrices del Pacto de Unidad, pero que nunca será miembro nato.

Lo cierto es que hay diferencias políticas de enfoque entre Arce y Morales, esencialmente por sus propias experiencias vitales dentro del mercado económico, pero el país y sus mecanismos no pueden ser material para el combate cruzado. Bolivia necesita reinstitucionalizarse y sin duda, la Central Obrera es uno de esos mecanismos que debería actualizarse.


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