Lo que se come

Sin prisa pero sin pausa, el precio de los alimentos se viene incrementando mucho más de lo previsto por las autoridades para esta parte del año.

Bolivia tiene desde hace tiempo graves problemas para el abastecimiento alimentario, lo cual constituye un grave problema de sostenibilidad. Ni siquiera estamos produciendo el alimento que necesitamos

Sin prisa pero sin pausa, el precio de los alimentos se viene incrementando mucho más de lo previsto por las autoridades para esta parte del año, y aunque aparentemente todo pueda ser explicado por asuntos externos, lo cierto es que el problema de la producción lleva años sin atenderse al detalle.

En La Paz cunde el pánico más que en otros departamentos: los conflictos en el sur del Perú han cortado la importación de ciertos alimentos y el bloqueo cruceño está provocando un impacto directo, porque efectivamente falta género, aunque lo niegue el gobierno, pero además ha desatado la especulación propia de las lógicas comerciales ante este tipo de eventos en los que la verdad deja de ser importante y cuanto más se niega una cosa, más se cree.

La estrategia cruceña de desesperar económicamente al gobierno es de riesgo, pero es viable, sobre todo si cuenta con el respaldo de las grandes cámaras empresariales. La Policía podrá desbloquear caminos y carreteras cortadas, pero podrá hacer poco ante la determinación de una distribuidora en no llevar sus productos hacia cierta región del país, sobre todo porque tampoco puede prescindir de los dólares de la exportación ni entrar en conflictos de intervención o expropiación de ciertas actividades en el corto plazo.

Bolivia tiene desde hace tiempo graves problemas para el abastecimiento alimentario, lo cual constituye un grave problema de sostenibilidad. Ni siquiera estamos produciendo el alimento que necesitamos y las importaciones siguen creciendo año tras año.

En esas, solo en Santa Cruz, y en algún grado en Cochabamba, se ha desarrollado con determinación una incipiente agroindustria con vocación exportadora. El resto, en general, siguen siendo microemprendimientos que, con suerte y buenos padrinos, logran entrar al Sedem para el subsidio prenatal o a alguna canasta.

Ha habido algunas experiencias “míticas” que serán dignas de estudio, como cuando Bolivia – que entonces dominaba la producción mundial - promocionó la quinua y logró la Asamblea General de las Naciones Unidas declaró el 2013 como el “Año Internacional de la Quinua” y fue Perú el que cuadruplicó su producción y exportación mientras que en Bolivia solo se cuadruplicó el precio, convirtiéndolo casi en artículo de lujo.

Cuando Luis Arce era ministro de Economía del gobierno de Evo Morales y se le preguntaba por la vocación industrial boliviana a cuenta del gas o del litio, siempre solía insistir en que el mejor mercado era el agroindustrial, porque los precios de los alimentos estaban subiendo en todo el mundo y la demanda no iba a decaer, algo que era objetivamente cierto, pero que poco se aplicó en Bolivia, que sigue siendo gran dependiente del exterior y, sorpresa, de Santa Cruz.

Obviamente es tarde para pensar planes alternativos con la urgencia del desabastecimiento y el encarecimiento, pero el país necesita crecer en la profundización de sus capacidades productivas en general y agroalimentarias en particular. Es necesario un mejor enfoque integral y menos individualismo. La soberanía, sin duda, empieza por el estomago.


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