Chile por el apruebo

Chile debe ser capaz de tener una Constitución que le ayude a ser mejor, algo que al final sume al continente, ese al que casi nunca miró y que hoy, en pleno, le desea suerte

El 20 de octubre de 2019 fue un día clave en su historia reciente tanto para Bolivia como para Chile. Y todo en clave de protesta. En Bolivia se realizó una elección que dio lugar a las protestas que acabaron derribando al gobierno más poderoso de la historia boliviana, aunque el partido retornó al poder un año después al quedar claro que no hay alternativa. En Chile, sin embargo, la represión policial a un grupo de jóvenes que se habían colado en el metro acabaron desatando la furia de miles de ciudadanos chilenos que salieron a las calles a decir que ya estaba de buen tamaño.

La historia de Bolivia fue intensa pero breve, con el pueblo pasando por encima de los políticos en la toma de decisiones. La de Chile todavía continúa escribiéndose entre burócratas y analistas que han conseguido contemporizar los ciclos, con pandemia incluida, para rebajar los ánimos revolucionarios.

Chile vota hoy el texto constitucional que quiere suceder al dictado por el dictador – valga la redundancia – Augusto Pinochet en 1980 y que se mantiene aun vigente en cuerpo y alma pese a las reformas incluidas, que nunca le lograron borrar el tono autoritario que la diseñó.

Ir al proceso constituyente fue la salida que encontró el entonces presidente Sebastián Piñera, heredero del conservadurismo pinochetista, para salvar los muebles en unas protestas que iban a más. Piñera, un empresario multimillonario que ha gozado de todas las salvaguardas de la constitución del golpismo, llegó a entender que era necesario introducir cambios, o al menos que era la única forma de poder concluir su segundo mandato, pues ni siquiera el covid y las fuertes medidas de cuarentena que impuso logró apagar el pedido.

En paralelo, muchos de los líderes de las protestas que ya venían reclamando el cambio social en Chile desde las marchas estudiantiles de 2016, se fueron conformando en alianza política y bebiendo del mismo fervor revolucionario que impulsaba la Constitución. De hecho, el presidente Boric es el resultado de aquellas protestas y esos bríos revolucionarios, canalizados electoralmente en diciembre de 2021, donde ganó con solvencia la segunda vuelta.

La Convención constituyente ha hecho un trabajo rápido y eficiente, en parte por la amplia mayoría progresista que reinaba con sus curules, y sin embargo, los sondeos advierten de una catástrofe para el día de hoy, pues ninguno concede la victoria al Apruebo.

Hay muchas causas que han podido llevar a esa situación y seguramente el gobierno Boric, que no es responsable del texto, deberá hacer acto de constricción aparte de volver a convocar un nuevo proceso. Lo cierto es que el texto, que es suficientemente amplio como para que quepan todos, abre debates (abre, no cierra) que son necesarios y sobre los que la campaña de desinformación se ha movido especialmente bien.

Chile es una sociedad acelerada con miedo a sí misma, un pueblo al que le tiemblan las piernas con la libertad conquistada tan democrática como lentamente. Pase lo que pase hoy, Chile debe ser capaz de redactar una nueva Constitución de base democrática, sin caer en retóricas de uno u otro bando. Una Constitución que le ayude a ser mejor, algo que al final sume al continente, ese al que casi nunca miró y que hoy, en pleno, le desea suerte.


Más del autor
Tema del día
Tema del día
YPFB y los falsos discursos
YPFB y los falsos discursos