Ucrania: la decisión OTAN

En política nadie está perdiendo la oportunidad de aniquilar al gobierno de turno que tiene que enfrentar las consecuencias de una crisis que han provocado los delirios de Putin y las deslealtades de la OTAN

La guerra en el Donbás, la invasión de Ucrania, la operación especial rusa o como se quiera referirse a la actividad bélica que se desarrolla en el este de Europa empieza a desaparecer de las portadas de los grandes medios de comunicación europeos por una sencilla razón: Rusia va ganando.

Cada vez va quedando más claro que Rusia no pretendía una anexión territorial, ni la caída de Volodimir Zelenski ni nada en particular en Ucrania, sino que lo que lleva operando desde febrero es una campaña de autoafirmación exigiendo respeto a las otras potencias militares del planeta, porque Rusia, con todos sus maltrechos, es también una potencia a la que no se le venía respetando: hasta cinco veces se ha ampliado la OTAN hacia sus fronteras a pesar de los acuerdos que dieron lugar al fin de la Guerra Fría en los 90.

La resolución no es militar, aunque Rusia siga teniendo mucho margen para incrementar su actividad, y ni siquiera es geoestratégica. No hay intereses concretos de materias primas en el terreno con las que Rusia no pueda competir. La resolución es económica y el tiempo corre a favor de Vladimir Putin, otro al que se presentó como el malvado de todos los tiempos y que hoy no ocupa ni un titular en la prensa hegemónica.

Europa está pagando la gasolina cuatro veces más cara que hace dos años. También la energía y buena parte de los alimentos. La inflación en casi todo el continente supera las dos cifras y los bancos centrales ya han empezado a aplicar la ortodoxia capitalista subiendo tasas de interés, lo que ha puesto en emergencia a los emisores de bonos soberanos y las primas de riesgo, que siguen subiendo. Según el economista de cabecera que se elija, el colapso está más o menos cerca, pero que llega, llega.

El fenómeno no se ha quedado encerrado en Europa, obviamente, la crisis de alimentos es global y las agencias de Naciones Unidas vienen advirtiendo de que van a ser millones los nuevos pobres cuando acabe todo esto, o se estabilice, si es que se estabiliza, porque a la inflación real derivada de la destrucción de las cadenas de suministros durante la pandemia agravada por las sanciones a un país principalmente exportador como Rusia, se suma un componente especulativo tremendamente grande del que todos se quieren aprovechar y probablemente, todos sean víctimas.

En política nadie está perdiendo la oportunidad de aniquilar al gobierno de turno que tiene que enfrentar las consecuencias de una crisis que han provocado los delirios de Putin y las deslealtades de la OTAN. No hay tregua ni sentido patriótico en eso en ningún lado.

En septiembre, los alemanes querrán encender sus estufas porque el invierno es crudo de verdad, y en ese momento será la hora de la verdad, la OTAN tendrá que decidir si le concede a Rusia una victoria moderada y cuestionable o si se piensa manchar las botas sobre el terreno. Como sea, todo apunta a que las facturas las acabaremos pagando, como siempre, los más pobres.


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