Los problemas con la vacuna

Desde el primer momento, en enero, cuando se empezaron a anunciar las llegadas de dosis, se mandó el mensaje de que la pandemia ya era una cosa del pasado, y esa actitud tiene mucha responsabilidad en la segunda y la tercera ola

La pandemia sigue dejando altas dosis de incertidumbre y dolor en el país y a estas alturas, la estrategia desarrollada para su contención es ya un fracaso mayúsculo que se estudiará en el futuro en las universidades del mundo que traten estos temas. Viene siendo defectuosa desde que el Gobierno de Jeanine Áñez decretara una cuarentena rígida que destruyó el ahorro y las fuerzas de las familias más vulnerables – que luego se quiso comprar con 500 pesitos – y se negara a hacer pruebas rápidas y continua en el Gobierno de Luis Arce, donde todo se ha jugado a la carta de la vacunación y descuidando el resto – provisión de pruebas, medicamentos, oxígenos, personal, etc., - además de negarse en redondo a cualquier medida que limite la movilidad hasta el punto de instruir a la Policía que no colabore.

Los resultados son los números elocuentes de Bolivia, que, si bien acaba de pasar los 400.000 contagios y los 15.000 muertos, la incidencia y letalidad sigue siendo alta en relación al entorno.

Jugarlo todo a la carta de la vacunación ya fue un error de bulto en los primeros compases, pues hay varios factores que la han condenado al naufragio. De todos, tal vez solo uno se puede achacar directamente al Gobierno de Luis Arce – además de la propia decisión de jugarlo todo a una carta -, y es el del torpe manejo político comunicacional de la campaña de vacunación – el mapa del reporte diario destacando los “recuperados” es el más vergonzoso ejemplo.

Desde el primer momento, en enero, cuando se empezaron a anunciar las llegadas de dosis, se mandó el mensaje de que la pandemia ya era una cosa del pasado, y esa actitud tiene mucha responsabilidad en la segunda y la tercera ola, donde el hartazgo de la gente ha operado. Las defensas se han bajado en todos los ámbitos y eso se ha pagado caro.

Arce llegó a utilizar el asunto de la vacunación en campaña de la forma menos oportuna en Tarija, como también otros candidatos prometieron dotaciones que nunca pudieron ser atendidas por motivos obvios, pero que casi convirtieron el asunto en el típico enfoque de conmigo o contra mí.

El resto de factores Arce no los puede controlar. Las provisiones son ridículamente cortas y lentas. Ni los rusos han cumplido, ni el programa Covax, y ya son tres veces que Estados Unidos anuncia la misma donación, mientras tanto, la gente se va muriendo.

Arce tampoco puede controlar el rechazo genuino que ha surgido a la vacunación en determinadas capas sociales urbanas y rurales y que tienen que ver con leyendas urbanas del 4G, mitos sobre el rendimiento sexual, temor a las modificaciones genéticas y la incapacidad manifiesta de estar tres semanas sin tomar alcohol.

De momento el índice de vacunados con pauta completa es bajo, pues no llega al 5% por esta extraña disposición rusa de tener dosis distintas para la primera y la segunda – lo que no pasa con el resto de vacunas – pero es que el índice de vacunación con una sola dosis tampoco es mucho mejor después de tantos meses: suman 1,5 millones en seis meses sobre un estimado de 7 millones que se deben vacunar.

Los estadísticos dicen que se está llegando a una meseta salvo en La Paz, donde por cierto los datos nunca fueron coherentes ni confiables. El asunto no está superado, y más allá de cuánto tiempo haya que esperar para asumir los fracasos, sería conveniente ir coordinando nuevas acciones que de verdad den resultados en la contención.


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