La kermesse, la salud y las drogas de la farmacia

Los hospitales han vuelto a cobrarlo todo, las Cajas de Salud se han mostrado aún más pobres y tristes que de costumbre, y las clínicas privadas, más voraces

 El principal seguro sanitario en Bolivia es la kermesse. No hay otro sistema mejor coordinado y organizado y con más éxito que la de ofrecer entre la parroquia buenos platos y buena compañía. Es verdad que en los últimos meses se ha debido adaptar a los nuevos tiempos, con pedidos online y entregas a domicilio, pero aun así sigue siendo el método más efectivo para conseguir los recursos necesarios para enfrentar el tortuoso camino de la salud en Bolivia.

La pandemia ha venido a desmontar los pocos mitos que se habían construido sobre el sistema de salud, incluso el famoso Sistema Único de Salud ha quedado enterrado ante la emergencia. En Bolivia no ha habido una reacción coordinada y estatal al virus, sino que ha sido el mercado puro y duro, con sus reglas, el que ha podido dar en algún momento desahogo a las familias.

Los hospitales han vuelto a cobrarlo todo, las Cajas de Salud se han mostrado aún más pobres y tristes que de costumbre, y las clínicas privadas, más voraces. Mientras, miles de ciudadanos en la calle ofrecían desde barbijos a pruebas PCR, pasando por test rápidos, ungüentos a base de menta, dióxido de cloro y, por supuesto, toda clase de medicamentos.

La pandemia está siendo extrema, pero no por ello debemos normalizar ciertos comportamientos ni ciertas formas de hacer las cosas que no son normales.

No podemos normalizar que los familiares de los pacientes tengan que peregrinar cada día a buscar oxígeno donde haya para suministrarlo a su enfermo.

No podemos normalizar que las autoridades sanitarias tengan que rogarle a Coca Cola que preste sus tanques.

No podemos normalizar que en Facebook se subaste “plasma híper inmune” y todavía tenga que hacerse las PCR aquel que quiera donar.

No podemos normalizar que se venda fentanilo – un opiáceo diez veces más potente que la heroína – al mejor postor en los grupos de WhatsApp.

No podemos normalizar que se puje por campito en el crematorio, por falsear una causa de muerte, no podemos normalizar ocultar nuestros muertos.

Nadie sabe cuándo, pero en algún momento todo esto pasará, y ese será un buen momento para reconciliarnos como país y sentarnos a pensar en las cosas que no nos pueden volver a pasar. La precariedad de la educación será tema seguro. Lo incatalogable de la salud también.

El Covid en Bolivia está matando mucha gente en edad todavía productiva. No somos un país envejecido en el que las víctimas superan los 80 años. Somos un país joven con energía en el que la media de edad de los muertos ronda los 63 años, lo que quiere decir que hay muchos mayores, y muchos menores.

La pandemia está dejando numerosas familias desestructuradas, por el fallecimiento o por las secuelas, y también por la ruina que supone enfrentar la enfermedad. Y esto, en el tiempo, son problemas mayores para el país.

Urge un cambio a fondo de nuestros propios paradigmas, de las prioridades del Estado y de las formas de hacer las cosas. Ojalá de tanta miseria logremos extraer algo en positivo.


Más del autor
Tema del día
Tema del día
YPFB y los falsos discursos
YPFB y los falsos discursos