Leyendo se entiende la gente

El hábito de la lectura va en declive, pero en algunos lugares se ha logrado revertir con impulso local que incentive el goce literario, pero también la producción, y en esas nos comprometemos

El 23 de Abril se ha consolidado como el Día Internacional del Libro, oficial y oficiosamente, por aquello de que en esta fecha murieron los dos representantes más célebres de la literatura clásica en inglés y en español: William Shakespeare y Miguel de Cervantes. Se trata de un día fiesta que, a través de multitud de iniciativas, va abriendo caminos y brechas para acercar a los ciudadanos a la lectura.

Leer es un placer, pero cada vez más amortizado y abandonado. Desafortunadamente, leer se lee sobre todo por obligación y en la escuela, donde solo unos pocos logran ser enganchados por ese virus de la lectura y se convierten en ávidos e imaginativos lectores. La mayoría, sin embargo, cumple con el expediente – o encuentra salvoconductos y excusas para eludir las responsabilidades – y acaba la secundaria con un pobre bagaje y una ortografía terrible.

El paso de los años es peor, como demuestran las pocas estadísticas que todavía se manejan al respecto. El boliviano promedio dice leer un libro al año en promedio, y la sospecha de que es una mentira burda y brutal es compartida por casi todos. Abandonar la lectura con el paso de los años es habitual, especialmente en los años de mayor actividad profesional e intelectual, y no siempre se pueden recuperar los hábitos en la edad adulta.

Esto no es un problema local ni que atinja solamente a Tarija o a Bolivia ni mucho menos, la lectura va perdiendo adeptos con el paso de los tiempos y el avance de la tecnología, a quien se ha tenido a bien culpar para evitar señalar a padres y profesores, que no han sabido sembrar en sus hijos el germen de la curiosidad que solo se aplaca consumiendo más y más letras.

En algunos lugares – en muy pocos – se ha logrado revertir la tendencia mediante una combinación de programas muy diseñados para incentivar la curiosidad de los más jóvenes por ese objeto tan extraño como son los libros – lo del libro electrónico no ha jalado entre los jóvenes – y, sobre todo, actividades relacionadas a la creación literaria, llevando al camino inverso y haciendo más protagonista al joven que al autor, una rareza propia de estos tiempos.

Tarija ha sido siempre una tierra de creadores. Sea por el clima, por la belleza del paraje, por el vino o por la tranquilidad de antaño, un buen puñado de los grandes literatos del país han cultivado la palabra en este pago y siguen siendo emblema de la tarijeñidad, pero lo cierto es que la producción en los últimos años ha empezado a decaer, legando la responsabilidad a los más mayores.

Una vez más, son los poderes públicos y los medios de comunicación los que debemos – nos incluimos – asumir responsabilidades sobre la cultura en general y la lectura en particular. Sirva este 23 de abril de este 2021 tan anodino en lo cultural por lo pandémico para lanzar nuevas ideas y nuevos compromisos. Pronto habrá novedades desde El País, porque leyendo, evidentemente, se entiende la gente.


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