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Alejar el proselitismo de las decisiones de Estado

El plan de vacunación y el inicio del año escolar debe estar al margen de la batalla política partidaria, pues el país se juega demasiado en ambas operaciones

La batalla política no debe enturbiar la trascendencia de los dos hitos de estos días: el inicio de la campaña de la vacunación y el inicio del curso escolar. Tanto Gobierno como oposición intentan precisamente ganar puntos en ese sentido, lo que es moralmente reprochable en ambos casos por lo que Bolivia se está jugando.

El problema de las vacunas no es exclusivo de Bolivia, todos los países del mundo están buscando desesperadamente dosis suficientemente para su población ante el fracaso absoluto de Naciones Unidas y otros organismos que pregonan la paz mundial y la solidaridad en tiempos de entreguerras y desaparecen absolutamente en tiempos de guerra, como el actual.

Evitar el desastre educativo por segundo año consecutivo pasa por hacer los mejores esfuerzos para que los planteamientos de la educación a distancia se concreten y los niños y jóvenes puedan recuperar

Bolivia, como Argentina ha recurrido a la vacuna rusa como Chile y Colombia han recurrido a la china, porque las garantías son similares en lo efectivo, pero mucho mayores en lo comercial. Estados Unidos y Europa han comprado cinco veces más de las vacunas que necesitan para toda su población y amenazan con confiscar toda la producción si las farmacéuticas no les atienden con la prioridad que estiman deben tener sobre cualquier otro. En Bolivia hay quien respalda esa tesis.

Con todo, lo importante del operativo de vacunación es que salga bien desde el punto de vista médico, no político. El personal sanitario de primera línea tiene que acceder a la inmunización aun cuando nadie sabe cuánto durará esa inmunización sea cual sea la casa comercial que la proporcione, pero eso es una mínima parte de la población, por lo que no tendrá ningún tipo de efecto en el conjunto.

El Estado debe completar el proceso de vacunación, pero ningún Gobierno debería confiar la salida de la crisis a ese operativo. La pandemia está golpeando fuerte en este momento, y la pretendida inmunidad de rebaño no llegará, siendo optimistas, hasta el próximo verano si se completa exitosamente la campaña de vacunación en tiempo prudencial y las vacunas responden. Mientras tanto, y al actual ritmo, Bolivia puede quedar muy tocada en su tejido social con demasiadas familias desestructuradas por culpa de la pandemia que ya se ha cobrado más de 10.000 vidas y cuyo promedio de edad es mucho más bajo que en otros países.

El otro asunto vital sobre el que no se debería hacer proselitismo es sobre el inicio de curso escolar. La particular idiosincrasia boliviana está volviendo inviable plantear un retorno a las clases presenciales, pese al perjuicio general que supone para la educación. La mejor manera de conseguir el retorno efectivo es doblar la curva, pero nadie parece estar dispuesto a tomar las medidas necesarias para ello.

Evitar el desastre educativo por segundo año consecutivo pasa por hacer los mejores esfuerzos para que los planteamientos de la educación a distancia se concreten y los niños y jóvenes puedan recuperar lo perdido y avanzar como se debe en este 2021. El fracaso escolar se paga caro en el desarrollo productivo de un país, peor en un país empobrecido como el nuestro. Urge por ello concentrar todas las energías en salvar el curso escolar por encima de todo, y en ello, todos los sectores son importantes.


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