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El Covid, las vacunas y la globalización

Los organismos que hablan de solidaridad en tiempos calmos se conforman con un “mecanismo Covax” que apenas garantiza la vacunación residual del 20% de cada país pobre al final del todo, es decir, cuando ya los ricos se hayan saciado

Las primeras dosis de la vacuna Sputnik V ya están en Bolivia. Una vacuna desarrollada con la misma premura que todas las demás, pero con peor prensa en la órbita occidental, adquirida a través de los canales comerciales habituales para estos asuntos y que, como todas las demás, probablemente tampoco cumpla con los plazos y volúmenes de entrega.

La cantidad recibida es poco más que testimonial. 20.000 dosis que alcanzarían para unas 10.000 personas de “la primera línea”, y que en todo el mundo se entiende que son los sanitarios que están atendiendo el Covid en las UTI y en las plantas y que en Bolivia puede convertirse en un dantesco espectáculo de avivados y mezquinos.

Repartir 20.000 dosis en el mes de febrero es ya de por sí un desafío, lo que no permite imaginar qué pasará cuando lleguen los 15.000 millones de dosis que se estiman vayan llegando hasta el mes de mayo, pero que viendo como las farmacéuticas están incumpliendo los contratos con las potencias hegemónicas no permite ser muy optimista en ese sentido.

En esta coyuntura en Bolivia urge hacer dos reflexiones inmediatas y de fondo que mantengan la campaña de vacunación al margen de la batalla política. La primera es que la concepción, desarrollo y distribución de las vacunas a nivel mundial se basan en el capitalismo puro y duro, es decir, en la injusticia social; y la segunda es que la vacuna no nos va a salvar, porque lo peor de la pandemia está impactando ahora y mayo queda muy muy lejos.

A 50 muertos diarios en promedio de los últimos días, hasta mayo se sumarían unos 5.000 decesos más, demasiado para un país en el que las unidades familiares necesitan del aporte económico de cada uno de sus miembros para sortear la pobreza.

Todos los gobiernos del mundo han entregado la ciencia a la iniciativa privada, aunque subvencionada por el Estado. Este es el resultado.

La vacuna ofrece inmunidad más o menos inmediata, pero ninguna de las empresas comercializadoras se atreve a garantizar cuánto durará, por eso, las campañas de vacunación deben ser intensas y rápidas, porque de lo que se trata es de aislar al virus y que no pueda penetrar en los cuerpos y continuar replicándose, pero si la inmunidad colectiva es baja. Porque cuando unos empiecen a vacunarse otros ya hayan perdido la protección, el efecto será prácticamente imperceptible. Vacunar rápida e intensamente requiere de un operativo logístico y de algunas infraestructuras y equipos que no están disponibles todavía, y al final parece que se empieza la casa por el tejado.

El Gobierno, las Gobernaciones y los Gobiernos Municipales deben hacer todos los esfuerzos por contener el virus ahora y considerar la vacunación como un plan complementario, porque de lo contrario, no servirá para nada.

Después deben venir las grandes reflexiones sobre qué estamos haciendo con la ciencia y para qué sirven esos famosos organismos supranacionales que hablan de solidaridad y cooperación en tiempos calmos de entreguerras, pero se conforman con un “mecanismo Covax” que apenas garantiza la vacunación residual del 20% de la población de cada país pobre al final del todo, es decir, cuando ya los países ricos y medianos hayan cubierto sus necesidades de vacunación – y ojo que nadie garantiza que no haga falta una tercera o cuarta dosis de refuerzo -.

Todos los gobiernos del mundo han entregado la ciencia a la iniciativa privada, aunque subvencionada por el Estado. Este es el resultado. Conviene tenerlo en cuenta para cuando esto haya pasado y los líderes mundiales vuelvan a reunirse a hablar de paz, globalización y solidaridad.


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