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El Covid, la ciencia y la mala comunicación

Nadie hasta ahora ha podido explicar qué es lo que ha pasado con el virus en el país, por qué se fue y por qué vuelve en este momento, ni ninguna estrategia desde el punto vista médico y no político

Ningún Gobierno en el mundo que se ha enfrentado a la pandemia del Covid ha salido airoso. Ni siquiera el coreano, que sentó las bases de lo que debía ser la reacción rápida a través de las pruebas masivas; ni siquiera la intocable Ángela Merkel, que acaba de imponer nuevas cuarentenas.

Tampoco hay ninguno en Sudamérica que pueda decir que ha manejado la crisis con solvencia, pues hay quienes decidieron obviarlo, como Brasil, y quienes lo enfrentaron con más anuncios que hechos. En general, en este rincón del mundo – desde el norte, con Donald Trump en cabeza – se ha impuesto el populismo selectivo con el único objetivo de decir lo bien que se está haciendo esto o lo otro.

En Bolivia la reacción gubernamental ha cambiado poco entre el gobierno de Jeanine Áñez y el de Luis Arce Catacora. La primera se preocupó siempre más del qué dirán, y a la mínima presión, sin tomar siquiera una previsión económica o sanitaria, decretó una cuarentena salvaje con 37 casos confirmados en el país y la levantó con 10.000. El segundo se ha quedado cuasi paralizado ante el evidente rebrote de la enfermedad y mira a las Gobernaciones y Alcaldías, a quienes les piden medidas.

Las vacunas, en el caso de Bolivia no entran ahora en la ecuación, puesto que el mercantilismo imperante ha relegado a los países pobres a 2022, como mínimo

La cuestión es que estamos en un momento lo suficientemente delicado como para concentrar esfuerzos para tratar de minimizar el impacto de la nueva ola, y sin embargo, las autoridades políticas de todos los niveles parecen empeñadas en promocionar lo bien que lo han hecho o lo bien que lo van a hacer, sin que nada sostenga tal afirmación.

Los principios básicos de la estrategia de lucha contra la pandemia han cambiado poco a nivel mundial: distancia social, rápida detección y aislamiento total el mayor tiempo posible. A eso se han sumado recientemente las vacunas, que en el caso de Bolivia no entran ahora en la ecuación, puesto que el mercantilismo imperante ha relegado a los países pobres a 2022, como mínimo.

La receta es exactamente la misma que en marzo, con el añadido de que en todo este tiempo se ha mostrado la eficiencia de la misma y, sobre todo, en el caso de Bolivia, los problemas de no atenderla. El fiasco de negar la aplicación de las pruebas rápidas fue más grosero que todo lo sucedido con la adquisición de los respiradores, pero repetir el mismo error diez meses después no es tolerable.

Con todo, uno de los peores errores que tuvo el Gobierno de Jeanine Áñez y que amenaza con perpetuarse de forma indolente es la absoluta falta de información científica difundida de forma oportuna y profesional. Con Áñez, el informe diario lo empezó dando el Ministro de Salud Aníbal Cruz, que después fue sustituido por una máquina que arrojaba datos con su sustituto en el Ministerio Marcelo Navajas, que hablaba más o menos cada tres semanas y acabó preso por los respiradores. Después se hizo fijo el jefe de epidemiología Virgilio Prieto, que igualmente vomitaba datos, nos ponía a rezar, renegaba de los hábitos y comentaba las cosas fantásticas que hacía el Gobierno.

Nadie hasta ahora ha podido explicar qué es lo que ha pasado con el virus en el país, por qué se fue y por qué vuelve en este momento. Necesitamos alguien solvente que hable de camas ocupadas, de formas de contagio, de impactos, etc. Alguien que cuente la verdad de lo que pasa en Bolivia, no más políticos dispuestos a maquillar cualquier situación.


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