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Ignorar el Covid, la peor de las estrategias

No habrá recuperación económica sólida mientras el virus siga siendo una amenaza para la estabilidad de las familias, de los empleos y para pensar en el consumo hedonista o la inversión a mediano plazo

El Covid está lejos de erradicarse, y cada país se aferra a sus propias posibilidades para enfrentar lo que queda de pandemia, que no parece que sea poco. Los países occidentales han empezado sus campañas de vacunación, y han acaparado dosis de forma vergonzosa y escasamente solidaria con el mundo, mientras que los países pobres esperamos que se cumplan los compromisos de las Naciones Unidas sobre la equidad y otros versos.

Por si acaso, en Reino Unido, primer país en iniciar la campaña de vacunación, ya se anuncia una “nueva cepa”, algo que suena a excusa por si no funciona la flamante vacuna de Oxford, aunque son los expertos quienes deben determinar tal situación.

Lo cierto es que la pandemia ha hecho estragos en 2020 en todo el mundo. En Bolivia nos acercamos ya a los 10.000 muertos registrados por esta causa, que supone casi un 20% de los que se registraban habitualmente en el país en los últimos cinco años, sabiendo que además hay muchos más que han fallecido sin ser diagnosticados.

Es verdad que los números en el país tienen su propia idiosincrasia. Las estadísticas mundiales hablan de un efecto mucho más letal en mayores de 80 años, pero en Bolivia llegar a esas cifras es casi una proeza con o sin virus, y aun así estamos entre los países con mayor tasa de letalidad, que es relativa, pero también entre los países con más muertos respecto a su población.

Desde el principio de la pandemia, el Gobierno de Jeanine Áñez se negó a aplicar medidas de rápida identificación utilizando pruebas rápidas para precipitar diagnósticos y forzar aislamientos, una metodología que no tenía absolutamente nada de malo, salvo dar unos cuantos falsos positivos que, en el peor de los casos, se quedarían aislados 14 días. La instrucción era mantener bajos los números, algo que fue a más conforme se acercó la fecha electoral y el fin del propio Gobierno, que quería decir que había controlado la pandemia. Cabe recordar que su asesor principal en esta materia, Mohammed Mostajo, acabó huyendo a Estados Unidos cuando se alcanzaban los picos más altos de casos y decesos: eran los días del escándalo de los respiradores.

Las posiciones frente al virus no han variado mucho con el nuevo Gobierno, que no muestra ningún entusiasmo por las medidas restrictivas de movilidad y contacto, cierre de ferias o cancelación de actividades populares. Además, y gracias a las ambiciones de los países hegemónicos, el tema de la vacuna es todavía un escenario lejano para Bolivia.

La pandemia está de vuelta y nuestras infraestructuras médicas siguen estando tan precarias como siempre. La estrategia sigue también siendo indefinida. El Ministerio apenas informa de la capacidad diagnóstica, de la estrategia a seguir y si se usarán las nuevas pruebas de antígenos disponibles en los mercados. Tampoco sobre las Unidades de Cuidados Intensivos disponibles y ocupadas. Y otros muchos datos que ayudan a comprender la evolución, y que los Gobiernos no están facilitando.

En los meses que llevamos con esto ya se ha evidenciado que no habrá recuperación económica sólida mientras el virus siga siendo una amenaza para la estabilidad de las familias, para la estabilidad de los empleos y para pensar en el consumo hedonista o la inversión a mediano plazo. Ignorar al virus es una mala estrategia. Ojalá este Gobierno se de cuenta antes de que sea demasiado tarde.

DESTACADO.- . En Bolivia nos acercamos ya a los 10.000 muertos registrados por esta causa, que supone casi un 20% de los que se registraban habitualmente

 


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