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El Gobierno y las dudas sobre la pandemia

Cualquier analista le recomendaría al Gobierno de Luis Arce transparentar lo antes posible los datos, esencialmente el número de muertos registrados en el Servicio de Registro Cívico pero también las UTI ocupadas

La pandemia del Covid – 19 se ha convertido en un enemigo molesto y agotador. En un país acostumbrado a mirar a la muerte de cerca y donde la imprudencia campa a sus aires entre andamios improvisados y motocicletas imprudentes, y donde la protección social es básicamente inexistente, es evidente que la sostenibilidad de las medidas de autoprotección iba a tener dificultades, especialmente con la llegada del verano.

Ese agotamiento, sin embargo, no debería servir de coartada para que los poderes públicos levanten las manos de una situación crítica y que amenaza con volver más temprano que tarde. La expresidenta Jeanine Áñez y su equipo se concentraron para que, en la despedida de la gestión, los casos diarios fueran mínimos. No era difícil: reducir las pruebas y prohibir cualquier consolidación de datos con otra vía que no sean las pruebas PCR, un sistema molecular, muy fiable, pero que cuesta unos mil bolivianos cada uno. Demasiado como para que salga negativo.

Solo con los datos oficiales, Bolivia es el tercer país con más letalidad y el noveno con más decesos por millón de habitantes

La actitud del Gobierno de Luis Arce, sin embargo, no parece ser muy diferente. El ministro de Salud le ha dado una importancia relativa y ha ubicado la posibilidad del rebrote a mediados del año 2021, una situación que pocos expertos respaldan visto lo visto en Europa, pero también en los países vecinos como Perú y Chile, que han alternado cuarentenas y aperturas para no dejar de ver crecer los casos.

Los datos han sido desde el primer día el asunto pendiente en el seguimiento de la pandemia. El Ministerio se limitó a publicar cada noche lo mínimo que exigía la Organización Mundial de la Salud: contagios y decesos, y le añadió el número de recuperados por aquello de insuflar optimismo.

Solo con los datos oficiales, Bolivia es el tercer país con más letalidad y el noveno con más decesos por millón de habitantes, aun así, se reconoce que hay miles de decesos que han quedado al margen de la estadística, básicamente porque al paciente nunca se le hizo ningún test, pero también porque las normas de cremación y velorio en intimidad circularon mucho más rápido que las de la bioseguridad.

Cualquier analista le recomendaría al Gobierno de Luis Arce transparentar lo antes posible los datos, esencialmente el número de muertos registrados en el Servicio de Registro Cívico, pero también otros asuntos específicos como el número de pruebas y el número de camas de Unidad de Terapia Intensiva (UTI) que están operativas, cuantas disponibles y cuantas utilizadas. No hacerlo ya implica asumir responsabilidades hacia el futuro, porque más temprano que tarde habrá que publicar los datos, y ya en agosto había 20.000 muertos por encima de la estadística normal de los últimos cinco años, y solo 5.000 se atribuían al Covid.

A nadie se le escapa que el sector gremial es parte de la base dura del Movimiento Al Socialismo (MAS) y que “salvar” la campaña de Navidad y Carnaval resultan clave para sus integrantes, sin embargo, la economía seguirá sufriendo en la incertidumbre, pues mientras el fantasma de la pandemia siga planeando, la inversión seguirá aplazándose y el gasto conteniéndose. Urge librarse de ese fantasma. 


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