El silencio oficial sobre los datos chuecos de la pandemia en Bolivia

Ni la cifra de contagios ni la de decesos en la estadística oficial se corresponden con la realidad, y aunque todos son conscientes, nadie parece dispuesto a transparentarlos. El cálculo político parece primar.

Definitivamente, en los círculos políticos del país se ha establecido un pacto no escrito para minimizar la incidencia del Covid-19 en Bolivia. El objetivo parece ser salvaguardar la participación popular en la elección del 18 de octubre, ya que unos y otros consideran que la alta participación les beneficia, y de ninguna manera que la gente opte por quedarse en su casa.

No hay una confirmación oficial, claro, pues sería un escándalo, pero la suma de indicios permite inferir algo parecido.

El principal es la radical caída de contagios reportados en la estadística consolidada de la Unidad de Epidemiología del Ministerio de Salud que comanda el doctor Virgilio Prieto, pero la más evidente es el silencio oficial sobre la cifra de muertos en exceso, que ronda los 20.000 hasta agosto y de los que solo 5.000 se explican por los datos oficiales del Covid.

El “exceso de muertos” es un cálculo normal que se utiliza en todo el mundo para aproximarse a la cifra real de muertos que ha provocado un hecho puntual en un territorio determinado, como puede ser una guerra, un huracán, o, como en este caso, una pandemia. Es un cálculo simple, pues compara la cifra de muertos registrados en los últimos cinco años anteriores, que suele ser muy estable, con el año en estudio. De ahí es que en Bolivia se detectan esos 20.000 muertos en exceso de los que solo 5.000 estaban a finales de agosto incluidos en la estadística. Que nadie quiera hablar de esto es sintomático, pero negar el impacto real de la pandemia no permite tomar buenas decisiones. Al contrario.

No tiene lógica, por ejemplo, que Tarija haya superado los 12.000 contagios y que Cochabamba lleve anclada en los 13.000 meses, con más de mil muertos registrados

En el caso de la estadística de contagios, el propio Prieto ha reconocido que su Ministerio no acepta diagnósticos con prueba rápida y que es consciente de que se hacen. Aun no explica el motivo de por qué se niegan a esto, pero se felicita al hablar de que Bolivia no solo ha superado la fase de crecimiento y meseta, sino que ya ha ingresado en una caída de casos. Y es que claro, con los datos en la mano, se pueden hacer declaraciones temerarias.

No tiene lógica, por ejemplo, que Tarija haya superado los 12.000 contagios y que Cochabamba lleve anclada en los 13.000 meses, con más de mil muertos registrados. No tiene sentido creer que en Tarija se da la mitad de los contagios del país.

Tarija está empleando técnicas avanzadas de detección de contactos, para proceder al rápido aislamiento y tratamiento, lo que refleja su baja tasa de letalidad. Los servicios sanitarios no han colapsado. La gente ha vuelto a salir, pero queda conciencia. Mientras tanto, en otras partes del país, hay euforia ante un supuesto éxito amparado en unos números tramposos.

En Europa le llaman rebrote, pero lo cierto es que España tardó 14 días desde que levantó su estado de alarma a volver a registrar una curva ascendente exponencial. Lo propio ha pasado en Perú y en Chile. Los estudios son cada vez menos optimistas. La vacuna de Oxford está puesta en duda. Reino Unido ha impuesto medidas para seis meses. La reinfección, con la que pocos contaban hace seis meses, existe y sus consecuencias son otro misterio.

Hace algunos meses, algunos advertían del holocausto. Hoy parece que nos olvidamos de los que sufren. Ojalá la elección pase pronto y los datos se puedan volver a transparentar, porque la oscuridad no beneficia a nadie.


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