El papel de la Central Obrera Boliviana

Más allá de la política, el país necesita un interlocutor que contribuya a dinamizar y modernizar las estructuras laborales y sociales del mercado, que piense en los jóvenes, que condene los privilegios y promueva la solidaridad

El papel de la Central Obrera nunca fue fácil en Bolivia, básicamente porque en un país desindustrializado, eminentemente agrícola y comercial, las consignas marxistas que la fundaron no acabaron nunca de ser extrapolables más allá de los centros mineros, que quedaron golpeados y mayormente desmovilizadas en los 80 y 90 con la relocalización y la instrumentalización de las cooperativas mineras para despojar al minero de su condición de asalariado aunque viva al servicio de la gran minería transnacional.

El otro gran nicho son las empresas de servicios en los diferentes servicios públicos que administra el Estado y los municipios o Gobernaciones: luz y fuerza, distribuidoras de gas, de agua, etc., o bien sindicatos de Salud o Educación, que tienen incluso más fuerza por separado que con la Central Obrera. Mucho más lejos se encuentran los sindicatos de fábricas convencionales propiamente dichas.

Que la Central Obrera esté copada por dirigentes de sindicatos de empresas públicas es la raíz de sus problemas, pues hace tiempo que la organización dejó de representar los desafíos y anhelos de la población trabajadora para convertirse en un grupo que vela por los privilegios de unos pocos.

Asuntos como la brecha salarial entre hombres y mujeres; la discriminación en la contratación; el incentivo para la contratación de jóvenes; la flexibilización del modelo de contratación; la precariedad y el subempleo no forman parte de la agenda de un teórico representante de los trabajadores de Bolivia.

Desde que el MAS se acercó a la ortodoxia obrerista, la COB se ha convertido en un vocero más, lejos de cuidar los intereses de los trabajadores

Durante la gestión del Movimiento Al Socialismo (MAS), su naturaleza se ha desvirtuado todavía más, pues salvo episodios esporádicos, se alineó completamente a los designios del Gobierno a partir de 2010, cuando se cambiaron las tesis más nacionalistas del proceso por otras más teóricas de la ortodoxia marxista que dicho sea de paso, no dieron ningún resultado.

El obrerismo fingido del MAS llevó a crear docenas de emprendimientos industriales de pequeña incidencia mientras se abandonaban los grandes proyectos de industrialización. La Central Obrera, sin embargo, se limitó a gestionar incrementos salariales por encima de la inflación y, como corolario, un segundo aguinaldo que entre 2014 y 2018 liquidó a buena parte de las pequeñas y medianas empresas que trataban de hacer su trabajo en blanco.

Finalmente, la COB optó por fusionarse con el MAS y exigir hasta una “bancada propia” en las listas de la elección fallida de 2019, donde Evo Morales les abrió espacios de privilegio en franja de seguridad en casi todos los departamentos.

Después llegó octubre y noviembre y la COB se quedó sin voz. Incluso a última hora pidió la renuncia de Morales. Desde entonces ha seguido sin voz a pesar de los problemas que se han generado para todos los trabajadores con el manejo deficiente de la crisis del Covid y su impacto económico. No ha habido una sola propuesta al respecto. Lo que sí ha hecho la COB ha sido exigir elecciones vía movilización, después desmarcarse del acuerdo para volver a la movilización y finalmente, desmovilizarse.

Más allá de la política, el país necesita un interlocutor que contribuya a dinamizar y modernizar las estructuras laborales y sociales del mercado, que piense en los jóvenes, que condene los privilegios y promueva la solidaridad. Probablemente la COB ya no es espacio.

 


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