Escenario postelectoral: La paz por encima de todas las cosas
Ha pasado una semana desde las elecciones nacionales en Bolivia y dos días desde que el Tribunal Supremo Electoral oficializara los resultados de un sistema extraordinariamente lento y con extraordinarios cambios de tendencia que han generado dudas al interior del país, pero sobre todo han...
Ha pasado una semana desde las elecciones nacionales en Bolivia y dos días desde que el Tribunal Supremo Electoral oficializara los resultados de un sistema extraordinariamente lento y con extraordinarios cambios de tendencia que han generado dudas al interior del país, pero sobre todo han dejado incredulidad entre los organismos multilaterales y vecinos.
Pese al acto oficial y a que el Presidente Evo Morales haya comparecido tres veces para declararse presidente en primera vuelta, la contestación social sigue fuerte en el país. El MAS esta vez apenas ha superado el 47%, por lo que hay una mayoría de bolivianos que votaron fundamentalmente contra el proyecto político hegemónico del Movimiento Al Socialismo, que queda tocado por los propios resultados, pero también por la reacción posterior.
A los episodios violentos del lunes pasado, acelerados por las imprudentes decisiones de los vocales del Tribunal Supremo al cortar la transmisión rápida de datos el domingo con 83% de avance, dando un 7% de distancia entre las dos principales fuerzas y reponerla el lunes, 24 horas después, con 95% y 10,12 puntos de distancia justo cuando una multitud se congregaba ante los Tribunales Departamentales; le ha seguido una impropia escalda de violencia en las declaraciones fundamentalmente de portavoces del Gobierno, empezando por Evo Morales.
Llamar a la confrontación, a cercar ciudades “a ver si aguantan” es una declaración impropia de quien es Presidente de todos los bolivianos.
Es cierto que Carlos Mesa y los aliados han hablado de resistir en las calles; lo que ya les ha costado algunas amonestaciones y advertencias desde el Ministerio de Gobierno, donde Carlos Romero ha señalado que se buscarán responsabilidades políticas. Pero las declaraciones de Morales no parecen corresponderse a lo elevado de su cargo.
Morales empezó hablando de “golpe de Estado”, de hacer “respetar el voto rural” y de que su delito era ser “indígena”. Pasó después a mofarse de los jóvenes y movilizados con las frases de “la pitita” y el “notita o platita”, para acabar arengando al “mueran los neoliberales y vendepatrias” luego de un discurso de más de 20 minutos en los que definió precisamente a Carlos Mesa, Doria Medina y compañía como “vendepatrias y neoliberales”.
La última, por el momento, ha sido un llamado específico a cercar las ciudades que estén bloqueadas “a ver si aguantan”, en una clara intención de forzar el desabastecimiento. Una declaración que no resulta tolerable desde ningún punto de vista, peor si llega en boca de quien es Presidente de todos los bolivianos y aspira a seguir siéndolo.
El derecho a la protesta es constitucional, pero sobre todo es legítimo, y la vía de resolución de esos conflictos siempre debe ser la política, nunca la confrontación entre hermanos. Hoy en La Paz se prevé un paro, un cabildo y una proclamación de Morales en El Alto. Sin duda un día que se prevé clave en la cuantificación de fuerzas, pero que en ningún caso puede convertirse en escenario de confrontación violenta.
Es necesario que los líderes reiteren y se comprometan con la no violencia como forma de resistencia. De lo contrario, no solo habrá fracasado un proyecto político partidario, sino un proyecto de país.
Pese al acto oficial y a que el Presidente Evo Morales haya comparecido tres veces para declararse presidente en primera vuelta, la contestación social sigue fuerte en el país. El MAS esta vez apenas ha superado el 47%, por lo que hay una mayoría de bolivianos que votaron fundamentalmente contra el proyecto político hegemónico del Movimiento Al Socialismo, que queda tocado por los propios resultados, pero también por la reacción posterior.
A los episodios violentos del lunes pasado, acelerados por las imprudentes decisiones de los vocales del Tribunal Supremo al cortar la transmisión rápida de datos el domingo con 83% de avance, dando un 7% de distancia entre las dos principales fuerzas y reponerla el lunes, 24 horas después, con 95% y 10,12 puntos de distancia justo cuando una multitud se congregaba ante los Tribunales Departamentales; le ha seguido una impropia escalda de violencia en las declaraciones fundamentalmente de portavoces del Gobierno, empezando por Evo Morales.
Llamar a la confrontación, a cercar ciudades “a ver si aguantan” es una declaración impropia de quien es Presidente de todos los bolivianos.
Es cierto que Carlos Mesa y los aliados han hablado de resistir en las calles; lo que ya les ha costado algunas amonestaciones y advertencias desde el Ministerio de Gobierno, donde Carlos Romero ha señalado que se buscarán responsabilidades políticas. Pero las declaraciones de Morales no parecen corresponderse a lo elevado de su cargo.
Morales empezó hablando de “golpe de Estado”, de hacer “respetar el voto rural” y de que su delito era ser “indígena”. Pasó después a mofarse de los jóvenes y movilizados con las frases de “la pitita” y el “notita o platita”, para acabar arengando al “mueran los neoliberales y vendepatrias” luego de un discurso de más de 20 minutos en los que definió precisamente a Carlos Mesa, Doria Medina y compañía como “vendepatrias y neoliberales”.
La última, por el momento, ha sido un llamado específico a cercar las ciudades que estén bloqueadas “a ver si aguantan”, en una clara intención de forzar el desabastecimiento. Una declaración que no resulta tolerable desde ningún punto de vista, peor si llega en boca de quien es Presidente de todos los bolivianos y aspira a seguir siéndolo.
El derecho a la protesta es constitucional, pero sobre todo es legítimo, y la vía de resolución de esos conflictos siempre debe ser la política, nunca la confrontación entre hermanos. Hoy en La Paz se prevé un paro, un cabildo y una proclamación de Morales en El Alto. Sin duda un día que se prevé clave en la cuantificación de fuerzas, pero que en ningún caso puede convertirse en escenario de confrontación violenta.
Es necesario que los líderes reiteren y se comprometan con la no violencia como forma de resistencia. De lo contrario, no solo habrá fracasado un proyecto político partidario, sino un proyecto de país.