El SUS como tormento
Han pasado dos meses desde que se implementó el Sistema Única de Salud (SUS) en Tarija; cuatro desde que lo hizo en el resto del país. Los resultados a corto plazo son básicamente cuantitativos, con un notable incremento de atenciones, pero nadie se atreve todavía a hacer un profundo...
Han pasado dos meses desde que se implementó el Sistema Única de Salud (SUS) en Tarija; cuatro desde que lo hizo en el resto del país. Los resultados a corto plazo son básicamente cuantitativos, con un notable incremento de atenciones, pero nadie se atreve todavía a hacer un profundo análisis cualitativo. Es más, muchos de los que impulsaron aceleradamente el proyecto – luego de 13 años de mirar para otro lado – parecen ahora querer meterlo debajo de la alfombra.
El SUS ha entrado en todo el país de repente, en unos pocos meses desde que se anunció; los que se tardó en hacer la Ley, pues ni ese aspecto estaba escrito cuando surgió la “ocurrencia”. Es evidente que es un programa bueno para el conjunto del país y una muy buena noticia para decenas de miles de bolivianos que durante años se han dejado dinerales en atención médica mediocre, sin embargo no parecería que se esté implementando sobre certezas, sino sobre apuros, lo que a la larga puede generar problemas estructurales serios.
En toda la prensa nacional y evidentemente en Tarija, se refleja el estado calamitoso de los hospitales públicos, colapsados con la llegada de decenas de pacientes que ya no tienen cabida en el sistema de la Caja Nacional de Salud, y además, arrastrando deudas del pasado precisamente por lo acelerado de su implementación.
El principal desafío del Sistema Único de Salud es hacer que los ciudadanos entiendan y aprendan a usar el sistema, pero es justamente ahí donde nadie parece hacer demasiados esfuerzos.
En Tarija, el San Juan de Dios ha tenido que multiplicar sus fichas de atención cuando todavía arrastra deudas de 2017 tanto del Gobierno como de la Gobernación y del Gobierno Municipal, producto de un sistema extraordinariamente burocrático, más preocupado en saber quién paga qué en lugar de quien atiende a quién.
El problema de fondo es que la salud sigue sin entenderse como un derecho, y se emplean las lógicas del negocio de los seguros, con sus chicanas y sus afanes. Y el problema no es solo institucional.
El principal desafío del Sistema Único de Salud es hacer que los ciudadanos entiendan y aprendan a usar el sistema, pero es justamente ahí donde nadie parece hacer demasiados esfuerzos.
En un país en que la salud siempre ha sido de pago y en el que la lógica mercantilista instalada de siempre ha ganado terreno en los últimos años con la bonanza y el Movimiento Al Socialismo en el poder, lo de entender las listas de espera o el itinerario para acceder a la atención no parece que vaya a ser fácil.
Por lo general, la gente espera demasiado para acudir al médico, y cuando llega, quiere una solución inmediata, por lo que acude directamente al especialista. Este punto es el que ha quedado más claro en el burocrático proceso: paciente que llega directo al hospital pero le corresponde primer nivel lo pagarán los municipios. Tal vez sea por esto que nadie se mueve demasiado en la socialización.
En estos tiempos de urgencias clínicas y virales, conviene recordar dónde estamos y hacia dónde vamos. Es necesario apuntalar las capacidades del sistema y también pedir esfuerzos y apoyos al sector médico, que sin duda los hace, pero que también se ha acostumbrado a un sistema que excluía a millones de bolivianos.
Hoy por hoy el SUS ya no es un arma política, sino una pesadilla, pero el país en su conjunto, mucho más allá de lo coyuntural de las elecciones, necesita alcanzar ese nivel de dignidad en la salud.
El SUS ha entrado en todo el país de repente, en unos pocos meses desde que se anunció; los que se tardó en hacer la Ley, pues ni ese aspecto estaba escrito cuando surgió la “ocurrencia”. Es evidente que es un programa bueno para el conjunto del país y una muy buena noticia para decenas de miles de bolivianos que durante años se han dejado dinerales en atención médica mediocre, sin embargo no parecería que se esté implementando sobre certezas, sino sobre apuros, lo que a la larga puede generar problemas estructurales serios.
En toda la prensa nacional y evidentemente en Tarija, se refleja el estado calamitoso de los hospitales públicos, colapsados con la llegada de decenas de pacientes que ya no tienen cabida en el sistema de la Caja Nacional de Salud, y además, arrastrando deudas del pasado precisamente por lo acelerado de su implementación.
El principal desafío del Sistema Único de Salud es hacer que los ciudadanos entiendan y aprendan a usar el sistema, pero es justamente ahí donde nadie parece hacer demasiados esfuerzos.
En Tarija, el San Juan de Dios ha tenido que multiplicar sus fichas de atención cuando todavía arrastra deudas de 2017 tanto del Gobierno como de la Gobernación y del Gobierno Municipal, producto de un sistema extraordinariamente burocrático, más preocupado en saber quién paga qué en lugar de quien atiende a quién.
El problema de fondo es que la salud sigue sin entenderse como un derecho, y se emplean las lógicas del negocio de los seguros, con sus chicanas y sus afanes. Y el problema no es solo institucional.
El principal desafío del Sistema Único de Salud es hacer que los ciudadanos entiendan y aprendan a usar el sistema, pero es justamente ahí donde nadie parece hacer demasiados esfuerzos.
En un país en que la salud siempre ha sido de pago y en el que la lógica mercantilista instalada de siempre ha ganado terreno en los últimos años con la bonanza y el Movimiento Al Socialismo en el poder, lo de entender las listas de espera o el itinerario para acceder a la atención no parece que vaya a ser fácil.
Por lo general, la gente espera demasiado para acudir al médico, y cuando llega, quiere una solución inmediata, por lo que acude directamente al especialista. Este punto es el que ha quedado más claro en el burocrático proceso: paciente que llega directo al hospital pero le corresponde primer nivel lo pagarán los municipios. Tal vez sea por esto que nadie se mueve demasiado en la socialización.
En estos tiempos de urgencias clínicas y virales, conviene recordar dónde estamos y hacia dónde vamos. Es necesario apuntalar las capacidades del sistema y también pedir esfuerzos y apoyos al sector médico, que sin duda los hace, pero que también se ha acostumbrado a un sistema que excluía a millones de bolivianos.
Hoy por hoy el SUS ya no es un arma política, sino una pesadilla, pero el país en su conjunto, mucho más allá de lo coyuntural de las elecciones, necesita alcanzar ese nivel de dignidad en la salud.