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Dos años de resistencia en Tariquía

Han pasado tantas cosas en dos años que parece mentira. De ser una de las Reservas más tranquilas – y olvidadas – del país, ha pasado a ser el nuevo epicentro de la resistencia ambientalista de Bolivia; una suerte de sucesora del Territorio Indígena y Parque Natural Isidoro Sécure...

Han pasado tantas cosas en dos años que parece mentira. De ser una de las Reservas más tranquilas – y olvidadas – del país, ha pasado a ser el nuevo epicentro de la resistencia ambientalista de Bolivia; una suerte de sucesora del Territorio Indígena y Parque Natural Isidoro Sécure (Tipnis) pero esta vez amenazada por la mayor industria legal del mundo: la petrolera.

La fecha conmemora la primera marcha que salió del cantón de Tariquía, el del corazón de la Reserva Natural en Padcaya, y concluyó en la capital tarijeña acompañado por docenas de ciudadanos, sin embargo la historia había comenzado mucho antes.

La fecha emblemática sería el 20 de mayo, fecha en que se firma el decreto 2366 que en la práctica autoriza el ingreso de las petroleras en áreas reservadas priorizando el supuesto interés general del Estado en la obtención de recursos hidrocarburíferos. El documento lo propone el ministro de Hidrocarburos Luis Alberto Sánchez y lo firma el propio Evo Morales, tantas veces presentado como el ambientalista protector de la Pachamama, sin embargo, la historia también empieza mucho antes.
Tariquía es, sin duda, la opción fácil luego de haber obviado todas las advertencias al respecto de la mala idea que suponía confiar en que las petroleras harían el trabajo de exploración
El ingreso en Tariquía, al parecer uno de los únicos objetivos del famoso decreto 2366, que se apuntala con algunas otras normativas que lo han sustentado, se justifica en la torpe política exploratoria acordada con las transnacionales desde la salida de Andrés Soliz Rada del gabinete, cuatro meses después de la nacionalización. Aquello de los socios y no patrones que se decía en público y mucho menos lo de las petroleras empleadas, que se decía en los foros más ideologizados, ha logrado algún objetivo importante en exploración, y el agotamiento de las reservas, la falta de decisión en la industrialización y las exigencias de los pocos mercados disponibles ha hecho el resto. Tariquía es, sin duda, la opción fácil luego de haber obviado todas las advertencias al respecto de la mala idea que suponía confiar en que las petroleras harían el trabajo que le correspondería al Estado.

Ese es el pasado pasado; el pasado presente tiene que ver con la aceleración del proyecto de exploración, con el Ministro de Hidrocarburos ofreciendo la Reserva Nacional de flora y fauna a diversas petroleras, exhibiéndola en la Feria de San Petersburgo o en la cumbre de Países Exportadores de Gas que se celebró en Santa Cruz. Es también las leyes de concesión pasando por los plenos de Diputados y Senadores con mayorías absolutas y a Evo Morales firmando la promulgación de esas autorizaciones en Bermejo, ante una multitud que festejaba la inminente agresión al medio ambiente bajo pretexto de que tal vez se modificara la Ley y les cayera el 45 por ciento de las regalías a sus municipios.

El presente son seis comunidades movilizadas en Chiquiacá, cortando el puente de Vallecito, para impedir la entrada de cualquier funcionario petrolero o similar. El presente son también los Jueves de Jucumari que en Tarija suman conciencia, y son también miles de ciudadanos que no entienden las decisiones de un Gobierno que se había propuesto ser diferente.

El futuro es incierto. O no tanto. Mientras hay resistencia, hay esperanza.

 

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