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Macri, Morales y el poder

Después de tantos meses esperando el encuentro entre Evo Morales y Mauricio Macri, la visita del lunes en Buenos Aires resultó casi innecesaria. El pragmatismo se impuso y no hubo una palabra más alta que otra después de tres años y casi medio de tensión y desconfianza. Hasta tres veces...

Después de tantos meses esperando el encuentro entre Evo Morales y Mauricio Macri, la visita del lunes en Buenos Aires resultó casi innecesaria. El pragmatismo se impuso y no hubo una palabra más alta que otra después de tres años y casi medio de tensión y desconfianza.

Hasta tres veces se había suspendido el encuentro entre los Presidentes de las dos naciones vecinas que comparten mucho más que frontera y un contrato de gas importante: hasta dos millones de bolivianos se calcula que viven en la Argentina.

Ese dato, que no es menor, es el que contuvo las formas, aunque si en algo se ha caracterizado la agenda exterior del presidente Evo Morales es del pragmatismo absoluto, reservando para los espacios más multilaterales los arrebatos más ideológicos. Morales no ha tenido problemas en estrechar ninguna mano a lo largo de su carrera y la de Mauricio Macri, por muy alejados políticamente que se encuentren, no iba a ser la excepción.

La reunión tuvo sin embargo un elemento sorpresa que acabó por distorsionar todos los análisis: el avión Pampa III, del que ya se viene hablando desde que el Ministerio de Hidrocarburos decidió aceptarlo como boleta de garantía en caso de impagos del gas. El simple hecho de incluir la visita a los hangares donde se construye ya daba una imagen extraña, medio exótica. Macri en plan vendedor de bisutería mostrando las bondades al excéntrico líder indígena.
Morales llegó a la Argentina luego de la enésima corrida bancaria motivada por la enésima promesa de Macri de controlar la inflación seguida del tradicional anuncio de tiempos mejores.
Morales llegó a la Argentina luego de la enésima corrida bancaria motivada por la enésima promesa de Macri de controlar la inflación seguida del tradicional anuncio de tiempos mejores. Esta vez los analistas del país vecino le adjudican un origen político: las encuestas empiezan a señalar que Cristina Fernández de Kirchner le gana en el balotaje a Mauricio Macri tras cuatro años de penurias económicas.

Morales juega exactamente la carta contraria en la pugna interna: la de la estabilidad económica, pero también busca proyectar una imagen pragmática de Presidente no problemático que evite una presión internacional sea cual sea el resultado de octubre. Presión de esa que se ejerce contra Maduro pero no contra cualquier jeque árabe y que desde la oposición boliviana se espera construir para cuestionar lo que parece será la victoria del candidato inconstitucional facilitada por el fracaso de esa propia oposición.

El día anterior, Morales ya había hecho su particular campaña rodeándose de líderes del kirchnerismo para saludar a la comunidad boliviana. También es cierto que la sintonía con Cristina nunca fue la mejor.

Evo hizo de Evo en Argentina: insufló esa inyección de moral y amor propio que tanta falta le hacía al migrante boliviano, contrastó con Macri con su sola presencia, hicieron propósitos de colaboración, dejó claro que no hay aislamiento y se fue. Se calcula que hay unos dos millones de migrantes en Argentina, con que la mitad se inscribiera al padrón ya resultarían radicalmente decisivos. El poder va en eso.

 

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