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Apostar por la educación

Es por demás conocido que la principal causa estructural de nuestro atraso es la educación; o más concretamente, la mala educación. Siglos de postergación y dudas han generado daños que son difíciles de corregir en el corto plazo. La subordinación cultural es obviamente el resultado de...

Es por demás conocido que la principal causa estructural de nuestro atraso es la educación; o más concretamente, la mala educación. Siglos de postergación y dudas han generado daños que son difíciles de corregir en el corto plazo. La subordinación cultural es obviamente el resultado de una escasez de criterio, que se ha conformado con repetir y copiar, imitar sin mayor profundidad.

A este retraso estructural, que ningún Gobierno ha decidido enfrentar seriamente como demuestran los porcentajes destinados a Educación año tras año desde que somos República, se ha sumado en los tiempos modernos ese desdén hacia la calidad y esa afición a la mediocridad que está impregnando las aulas desde los niveles más bajos hasta los más altos.

La exigencia ha desaparecido prácticamente de la aplicación docente y también de la propia conciencia del estudiante. Aprobar es suficiente, sin resaltar, sin buscar la excelencia y peor, para aprobar vale casi todo, incluidos algunos caminos torcidos que solo sirven para la coyuntura y generan daños gravísimos en el mediano plazo.

En medio de esa especie de letanía irreversible hacia el atraso sistémico, que todos ven pero nadie afronta, la Gobernación de Tarija ha decidido apostar por la calidad y la educación en un solo saque. El programa de Becas del Bicentenario, más allá de lo que ha costado materializarse, es la mayor apuesta por la educación superior hecha en Tarija y tal vez en Bolivia, desde los años de la Guerra Fría.
Es cierto que en los últimos años se ha logrado ensanchar la base de estudiantes y reducido las cifras de analfabetismo gracias a la bonanza general del país y en menor medida, a los bonos, y aunque el nivel general haya bajado
En Tarija existe un puñado de licenciados e ingenieros que tuvieron la suerte de estudiar al otro lado del telón de acero y retornar para aportar, pero la selección atendía más a criterios partidistas y familiares. En esta ocasión, la competencia es para todos los estudiantes universitarios y el premio no es menor, se trata de becas completas para las mejores universidades del mundo.

El programa atiende una necesidad que es vital, en Tarija necesitamos mayor calidad de profesionales, capaces de aportar con conocimiento al crecimiento de un departamento que tiene potencialidades pero en el que los esfuerzos se acaban perdiendo en esa especie de cómoda negación que evita el esfuerzo de poner algo en pie para seguir reproduciendo las mismas lógicas cómodas.

Es cierto que en los últimos años se ha logrado ensanchar la base de estudiantes y reducido las cifras de analfabetismo gracias a la bonanza general del país y en menor medida, a los bonos, y aunque el nivel general haya bajado, que haya más bolivianos alcanzando grados mayores de instrucción es importante. El programa de becas viene a fomentar precisamente la carrera por la excelencia, esa que tanta falta hace para superar la mediocridad.

La apuesta, que es casi un empecinamiento personal del secretario de Coordinación Waldemar Peralta, es seria y arriesgada, pero necesaria. Tarija debe cambiar de modelo económico y para eso hace falta gente excelente y preparada para asumir la responsabilidad.

 

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