El “fordismo” y el motor de la economía boliviana

Henry Ford es un nombre famoso en la industria automovilística, más aún gracias a su modelo de producción industrial en serie. Su éxito se debió a una gran visión: se dio cuenta de que a su negocio le iría mejor si aumentaba el sueldo de sus trabajadores para que éstos se conviertan en...

Henry Ford es un nombre famoso en la industria automovilística, más aún gracias a su modelo de producción industrial en serie. Su éxito se debió a una gran visión: se dio cuenta de que a su negocio le iría mejor si aumentaba el sueldo de sus trabajadores para que éstos se conviertan en consumidores de los vehículos que fabricaban, ampliando así su mercado.

Este modelo, el fordismo, fue apropiado, madurado y pulido por el keynesianismo dándole mayor contenido social, mejorando la calidad de vida de la población, expandiendo la clase media estadounidense, a través también de un mayor protagonismo estatal en la economía.

Todo muy similar a lo que ha venido haciéndose en Bolivia 2006. El propio presidente Evo Morales, afirmó el martes, como muchas otras veces, que Bolivia ya no depende del gas para crecer, sino que el nuevo motor económico es la demanda interna.
En Bolivia funcionó particularmente bien cuando los precios de las materias primas que exporta estuvieron elevados, permitiendo no solo la distribución de bonos sociales
Efectivamente, la expansión de la demanda interna –mediante políticas redistributivas- es algo que le funcionó bien a Ford y le funciona también a Morales, y funcionó en otras situaciones. Es una política que se sigue recomendando para contrarrestar los ciclos depresivos de la economía capitalista.

Pero como todo, tiene su límite. En Bolivia funcionó particularmente bien cuando los precios de las materias primas que exporta estuvieron elevados, permitiendo no solo la distribución de bonos sociales (esos que son tan alabados por los neoliberales ortodoxos), sino también una gran inversión pública que jaló como una locomotora a los demás vagones de la economía.

El problema fue que el “Nuevo Modelo Económico, Social, Comunitario y Productivo”, que tiene a la demanda interna como nuevo motor, sigue siendo tan primario-exportador y tan dependiente del sector externo como siempre. Y es tan poco “Nuevo” que hasta la metáfora del motor cae como una especie de fordismo reciclado, seguramente por casualidad.

Ahora que el precio del petróleo (y del gas y de otras materias primas que exporta Bolivia) ha dejado de estar en niveles de bonanza, la demanda interna se sigue moviendo, sí. Pero no es porque “hemos diversificado el aparato productivo” como dijo el presidente Morales, sino porque se ha estado financiando ese motor interno con otra fuente externa: la contratación de deuda.

No en vano la deuda externa se ha más que duplicado en los últimos 4 años (de 4 mil millones en 2012 a más de 9.800 millones en 2018), y sigue aumentando con aún mayor velocidad.

Además, como detalla la investigadora Fernanda Wanderley, las rentas originadas en la exportación  de los recursos naturales no se invirtieron exitosamente en la diversificación productiva, sino que retornaron al exterior a través del incremento de las importaciones: solo como ejemplo, entre 2005 y 2015 estas pasaron de 1.281 a 10.674 millones de dólares, buena parte para importación de alimentos que antes se producían en el país.

No, el “Nuevo Modelo Económico…” no es nuevo. Es básicamente el Modelo T de Ford, con una nueva carcasa. Mejor que el neoliberalismo, eso sí, pero financiarlo con deuda no es buena idea. El proyecto del PGE 2019 nos dará más datos sobre lo que se viene. Mientras lo desmenuzamos, esperamos que el modelo siga aguantando.

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