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La fábula del acaudalado empresario que no supo sanear la economía

Sin poder levantar cabeza, la economía argentina continúa un prolongado declive que no aún no ve final. Su conductor principal, un millonario y experimentado empresario, ha puesto a prueba sus ortodoxas recetas neoliberales, cosechando, hasta ahora, sólo fracasos. Si bien es cierto que los...

EDITORIAL
EDITORIAL
Sin poder levantar cabeza, la economía argentina continúa un prolongado declive que no aún no ve final. Su conductor principal, un millonario y experimentado empresario, ha puesto a prueba sus ortodoxas recetas neoliberales, cosechando, hasta ahora, sólo fracasos.
Si bien es cierto que los problemas comenzaron en la todavía era Kirchnerista (2009-2015), estos se agudizaron en la era Macrista.

Durante el gobierno de Néstor Kirchner y los primeros años de Cristina Fernández, la economía Argentina gozó del llamado “superávit mellizo”: el financiero o de Caja (el dinero que entra y sale de la Caja estatal) y el comercial (la diferencia –en dólares- entre lo que se exporta e importa), dándole un excedente de dólares y pesos al bolsillo estatal.

Sin embargo, como recuenta Juan Guahán -analista político asociado al Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE)-, el gobierno de Cristina se “endulzó” con esa situación y “no percibió la crisis financiera mundial del 2008 y no se aprovecharon esos años de vacas gordas para las inversiones necesarias: el dinero se fue en un mayor consumo”.

De ahí que aquel modelo no aguantó mucho tiempo. Para 2015, el último año del gobierno kirchnerista, reaparecieron los “mellizos”, pero esta vez como déficit y no como superávit.
Mauricio Macri emergía con fuerza como alternativa, con otras ideas –aunque nada nuevas-, para salvar la economía argentina. Macri tenía las credenciales. Hijo del empresario italiano nacionalizado argentino Franco Macri, líder del Grupo Macri-SOCMA, uno de los más importantes grupos económicos de Argentina, con actividades en el sector de automotores (Sevel), construcción (Sideco), higiene urbana (Manliba), correo (Correo Argentino), comunicación (Movicom), servicios (Pago Fácil), minería, etc.

El propio Mauricio heredó y expandió los negocios de su padre. El público lo veía como un empresario exitoso, y aunque no se libraba de haber recibido favores de políticos antiguos como Carlos Menem, poner fin al gobierno de Cristina y además salvar la economía era lo que importaba al final de cuentas.

Pero la vieja receta neoliberal parece haber solamente agravado los problemas. El plan de austeridad, despido de trabajadores, privatización de empresas públicas, aumento de tarifas de los servicios básicos, aceptación de pagar a los fondos buitres. Todo ello aumentó la deuda a niveles record pero los dólares que llegaron se destinan solamente a pagar esa creciente deuda.

Esta semana, el dólar volvió a subir y la inflación trepa sobre los techos augurados por el gobierno. No hay solución a la vista. Lo que parecía una reelección segura se ha convertido en una angustia persistente.

Y es que las viejas recetas que ya probaron su fracaso, volverán a fracasar, aunque las aplique un personaje nuevo con credenciales exitosas y retórica atrayente. La moraleja: para votar hay que mirar bien las propuestas, no las caretas.

En casa no nos libramos. Si en algo se parecen gobernantes y opositores bolivianos, es en su falta de renovación, tanto de líderes como de programas y propuestas. La argentinización es una indeseable pero evitable posibilidad.

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